POR UN PATRIOTISMO CON FUTURO: IDEAS CONTRA ZAPATERO

 

 

Artículo de Pascual Tamburri  en “El Semanal Digital” del 02.02.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

2 de febrero de 2006.  ¿La derecha no puede vencer? Ante la crisis que vive España, que es política pero también moral y social, y pronto también económica, se han puesto en circulación ideas dispares sobre qué sucede y más aún sobre qué hacer. Hay confusión generalizada en torno a qué es y qué debe hacer la Derecha en este caso; y aún más confusa –y por tanto más grave- es la variedad de opiniones sobre qué es España. Ambos desórdenes no tienen un arreglo fácil, pero ambos benefician a Zapatero y a sus aliados. La alteración fraudulenta de nuestra Constitución está siendo posible, ante todo, por la falta de ideas claras.



Conservadores, reaccionarios, nostálgicos: tres errores comunes



Hay quien opina, en primer lugar, que las "derechas" no tienen literalmente ninguna posibilidad de salir victoriosas en la lucha en la que se hallan hoy inmersas. Desde un cierto punto de vista, pesimista, los "conservadores" no pueden vencer porque el enemigo al que se oponen es revolucionario. La ventaja política la tiene, es verdad, el contendiente dispuesto a tomar la ofensiva en vez de limitarse a una posición defensiva. Intentar mantener "lo que queda de lo que fue", el principio conservador, equivale a rendirse, porque es renunciar a tener un proyecto propio para únicamente aplazar el avance del contrario. Y con la paradoja de defender, unos años después, la conservación de lo que antes se rechazó frente a los nuevos pasos revolucionarios que puedan surgir.

Dependiendo de qué incluyamos en la palabra "derecha" todo esto es muy cierto. Frente a un proyecto de cambio radical la mera defensa de una posición dada equivale a garantizarse la derrota. La simple conservación de lo que hasta hoy había no tiene futuro porque el proceso revolucionario ya ha estallado; se podrán salvar principios de índole permanente, pero el porvenir será diferente del presente.
Por eso el PP hace bien en no ser inmovilista porque, hoy como ayer, quien se detiene está perdido.

Y por esa misma razón están aún antes condenadas a la derrota segura todas las posiciones políticas que, más allá de la "conservación", se planteen la "reacción". Circula en el ambiente –me ahorro adjetivos porque mi media docena de fieles lectores ya me conoce- la tentación del pasado, y de un pasado -real o imaginado- entendido en la peor y más enfermiza variedad de maneras. No hay atajos y marchas atrás en la Historia. Una cosa es la tradición de principios, y otra bien distinta cualquier capricho reaccionario, huraño, nostálgico. La única nostalgia que puede sentir un patriota del siglo XXI, si quiere serlo de verdad y de verdad herir en su base el proceso de destrucción de España por sus enemigos, es la nostalgia del futuro. La Derecha, necesariamente plural, no puede dejar que ninguna otra tentación marque su rumbo principal, salvo que quiera favorecer –paradójicamente- a sus supuestos enemigos.



Patriotismo, y no nacionalismo



El primer paso doctrinal en todo esto nos lo recordaba hace unos días José Javier Esparza: los españoles tenemos derecho a defender España como identidad. Esta idea no es ni de ayer ni de hoy, sino de siempre, y de ella debe surgir, con claridad, el movimiento popular para refundar el patriotismo español.

De ninguna otra, por cierto.
Lo que une a los enemigos del plan de Zapatero es el patriotismo y no un nacionalismo. Y esto porque España existe mucho antes de ser nación, o de existir la idea de nación (y por supuesto la de Estado). El nacionalismo es, por definición, algo decimonónico y apolillado. Defender España como comunidad popular es una constante histórica; no lo sería un nacionalismo español, aunque hoy España sea nación y evidentemente ninguna de sus partes pueda serlo. Tampoco lo sería cualquier tipo de nostalgia de los Antiguos Regímenes que en España han sido, desde Atapuerca hasta nuestros días. Porque Zapatero quiere deshacer la España del siglo XXI, y es ésa la que toca defender y rehacer.

El patriotismo es un sentimiento sano y natural, "necesario para la cohesión de cualquier sociedad". No es una ideología política, y puede ser teóricamente de izquierdas y de derechas.
En la práctica, la izquierda española salvo excepciones se ha identificado a lo largo de un siglo con la Antiespaña, "esa singular forma de odio que consiste en abominar de sí mismo en tanto que miembro de una colectividad nacional". De esto se trata: de España –en su pluralidad de expresiones- contra la Antiespaña, de la que por cierto también forma parte un segmento no pequeño de la derecha del dinero, dentro y fuera de nuestras fronteras.

Están en discusión hoy los fundamentos últimos de nuestra convivencia civil. España es una comunidad histórica milenaria, un pueblo con origen y rasgos comunes, unido a través de los siglos y rico por eso en matices que no hacen más que subrayar esa unidad básica. España es también un Estado, una organización política con siglos de existencia, el más antiguo en su género. Y España es en fin una nación, comunidad política bien determinada que asumió ese nombre con todas las consecuencias a partir de la sublevación patriótica del 2 de mayo de 1808 y de la afirmación de libertades en la Constitución del 19 de marzo de 1812. Pero ante todo España "es", existe como pueblo, comunidad humana de hecho y de sentimiento, Patria; sólo accidentalmente, aunque el "accidente" sea de siglos y merezca obviamente ser defendido, es un Estado, una democracia y una nación.



Regionalismo y foralismo frente a separatismo y centralismo



Se equivocan pues quienes piensan que la nueva Constitución plurinacional que va a nacer del Estatuto de Zapatero intenta únicamente destruir España como nación; no es eso. La meta última es destruir España, en cualquiera de sus formas o expresiones, y por esa razón sería equivocado –por poco práctico, además de por rancio, onanista y gruñón- un nacionalismo español opuesto a esos nacionalismos regionales integrados en la Antiespaña.

España es, como dicen muy buenos amigos míos, una realidad histórica, política, social y cultural. Un nuevo patriotismo debe pensar en una España que afronte los siglos por venir con grandeza y vigor, a partir de nuestra actual democracia. Realismo. La cuestión no debe ser sólo vencer hoy esta formidable ofensiva –antiespañola, no sólo antinacional- sino garantizar un puesto digno en el mundo a la comunidad humana que herede el nombre y las características permanentes de este viejo país nuestro.
Y una de ellas es la variedad consagrada por la naturaleza y por la historia, que es aberrante usar para negar la unidad, pero que es estéril negar en nombre de una inexistente uniformidad.

La parte mejor de la derecha española tiene la posibilidad de defender la incómoda verdad frente a la opinión dominante (cito de memoria a Ignacio Sánchez Cámara) sosteniéndose a sí misma en pie en medio de estas convulsiones, y sosteniendo a la vez los principios de nuestra vida comunitaria. Zapatero morirá y será olvidado, pero España deberá encontrar de nuevo su lugar en el mundo, empezando por el mundo de las ideas. Luego, si la derecha ha sobrevivido y un cierto patriotismo ha perdurado, hablaremos de los hechos.