ENTREVISTA A HERMANN TERTSCH
Por Daniel Muñagorri en “¡Basta Ya!” del 18-4-07
Por su interés y relevancia he seleccionado la entrevista que
sigue para incluirla en este sitio web.
NO SE PUEDE SER MÁS CLARO.
¡GRACIAS!
Luis Bouza-Brey, 18-4-07,
9:15
Hermann Tertsch
del Valle-Lersundi (Madrid, 1958) ha dejado de
trabajar para El País después de 22 años en ese periódico. Su palabra
discordante con la línea editorial del rotativo en temas de política nacional
le ha llevado a la dirección de El País a prescindir de sus servicios, en lo
que muchos han entendido como una purga dentro de la redacción del primer
periódico en ventas de España.
Tertsch entró a trabajar con El
PAIS en 1985 procedente de la agencia EFE. Fue corresponsal de El País en Bonn
y Varsovia y, posteriormente, para Europa Oriental y cubrió el estallido de la
guerra de los Balcanes. De 1993 hasta 1996 fue subdirector de El País y jefe de
la sección de Opinión. Desde entonces ha trabajado en el mismo como enviado
especial y entrevistador, editorialista y columnista. Ha sido y es colaborador
de numerosos medios de comunicación españoles y extranjeros. Es una de las
voces más críticas del periodismo español con la actual política del Gobierno
del PSOE y con la figura de su presidente, José Luis Rodríguez Zapatero.
¿Cuál es su situación profesional tras la salida de El País?
Mi situación
es, ni más ni menos, la de un profesional que busca trabajo después de haber
abandonado una casa en la que estuvo 22 años, en la que hizo prácticamente todo
lo que pudo ambicionar, con magníficos amigos, jefes y colaboradores. Sin
olvidar por supuesto el recuerdo de mi paso por la
agencia EFE. Pero es evidente que han sido Juan Luis Cebrián y Jesús Polanco,
también Jesús Ceberio y antes Joaquín Estefanía,
los que me prestaron confianza para hacer lo que he hecho. Por ello les estoy
profundamente agradecido.
¿Que hayan prescindido de su trabajo en El País es un ejemplo de
una prensa, y de unos medios de comunicación en general, que en España cada vez
más son voces de partido?
No sólo.
Siempre hubo tendencias, líneas editoriales y posiciones empresariales y
siempre han sido muy legítimas. Las barricadas actuales son otra cosa. Y el
emponzoñamiento surge en la política y desde allí se transmite hasta instalarse,
en los medios. Ha llegado al poder y a la influencia no ya una generación, sino
una especie de grupo afín -llamarlo escuela de pensamiento sería realmente un
abuso-, cuyos miembros se mueven, actúan y coordinan de forma similar a la
secta, en el sentido de que temen y combaten todo lo que no consideren cubierto
por el paraguas de su organización de protección mutua. José María Aznar
tendría sin duda muchos defectos y cometió graves errores. Su capacidad de
generar no ya antipatía sino odio debería ser materia de estudio en el futuro.
Pero era un político homologable a los líderes de la Europa democrática del
último medio siglo. No así su sucesor en Moncloa. Creo que la nueva generación
que llegó al poder bajo Rodríguez Zapatero y sólo gracias a toda una
concatenación increíble de accidentes insólitos es la peor cosecha de los
fracasos de la sociedad española tras el franquismo. Los denominadores comunes
de la misma son la mediocridad y un relativismo tan profundo que hace que sus
miembros sean perfectamente inmunes a cualquier discurso que no sea su propia
letanía sectaria. Miedosos e insensatos a un tiempo, sectarios, incultos y por
ello perfectamente inmunes a la autocrítica, son gente por talante mucho más
cercana a los aparatchiks de los regímenes autoritarios
o totalitarios que al político humanista de una sociedad abierta democrática.
Gente poco
preparada en general, ve enemigos en todo lo que está fuera de sus pequeños
mundos. A esa gente –y no hablo de mi ex periódico, hablo de eso que llaman genéricamente
progresismo, tan bien representado por esa tropa de miles de intelectuales que
heroicamente defienden al poder contra toda crítica y quieren imponer silencio
a la oposición, con esa actitud que nunca se llamó intelectual sino servil,
lacayuna, interesada o sencillamente indigna-, le es fundamental un enemigo
máximo. Aquí está la clave de esa cohesión forzada bajo mediocres que
lleva a una selección en la que los peores siempre tienen las mejores
oportunidades de medrar. ¿Quién se podía imaginar al secretario de un partido
socialdemócrata europeo centenario como el PSOE en la figura de un personaje
como José Blanco?
¿Cómo ha ocurrido?
Todo tiene
explicación y antecedentes. Cuando el sectarismo ideológico, como embozo de la
incapacidad intelectual, acaba primando de forma total sobre la
profesionalidad, la autoestima, sobre la percepción de la dignidad personal o
sobre la más evidente realidad, se impone de forma terrible lo que en el siglo
XX se dio en llamar la “selección negativa”. Un elemento clave de la formación,
definición y catadura de los partidos esclavos de sus estructuras y,
especialmente, de los fascistas y comunistas. Hoy vemos esa selección negativa
de forma abrumadora y sólo hay que pensar en el propio presidente del Gobierno
o su entorno, su secretario de organización o, si se quiere cavar aun más, en
el presidente del Senado, don Javier Rojo. Todos ellos parecen llegados al
partido no bajo el lema de “la libertad, la dignidad, el servicio al Estado”
sino bajo el de “juro por Dios que jamás volveré a pasar hambre”, como un
grotesco grito desde el “Tara” de las gentes que nunca ha hecho nada en su vida
sino medrar en agrupaciones y escalar en el aparato del partido a codazos o
puñetazos. Insidias y ajustes de cuentas con tal de no caer en su nivel de
ingresos al que demandarían sus méritos inexistentes.
Se han
escrito muchos volúmenes respecto al ascenso de los peores como imposición de
la ideología o la obediencia lacaya. Sebastián Haffner,
Hugo Trevor Roper, Thomas Mann, Arthur Koestler, Miklos Haraszti y mil otros en entreguerrra
y posguerra han intentado explicar por qué se generaron y generan dinámicas
políticas en las que los peores en catadura y formación son los que medran y
escalan y por supuesto sabotean por interés propio todo mecanismo de meritocracia. Los mediocres se rodean de otros a los
que desprecian para no sentirse cuestionados y éstos a su vez hacen otro tanto.
Hasta llegarse a la situación en la que todos saben que deben el cargo a
favoritismos y no a méritos propios y son por tanto dependientes y obedientes.
Mientras, otros que no cabrían en la definición de aquellos, se acobardan,
calculan sus riesgos, piensan en las consecuencias negativas de la insumisión o
no consideran que el resto de la humanidad merezca que ellos arriesguen algo
para avisar sobre los peligros que se ciernen sobre la sociedad.
El tema de moda es la crispación, pero ¿hablar tanto de
crispación no es una pantalla para que los políticos evadan la responsabilidad
de sus actos?
¿Qué es la
crispación? ¿Que parte de la sociedad reaccione
indignada por la pasividad e indiferencia ante el crimen y el abuso? Crispa
ante todo esa actitud de indolencia ante los dolores y el miedo ajenos, si todos los días vemos que nuestros poderes
gobernantes están mucho más de acuerdo en herir a gran parte de la sociedad que
en hacer frente a los asesinos. Y crispa ver que hay grupos privilegiados por
este poder que parecen haber formado un pacto con el poder para vivir
subvencionados de la ofensa regular a otras partes de la sociedad. ¿Y no es
crispación el miedo? Está repleta esta sociedad de listos incapaces de asumir
riesgos que dicen tener miedo a quienes no les amenazan jamás. Está llena de
quienes desde el insulto quieren dar consejos a los cristianos. Quienes desde
el desprecio recomiendan discreción a las víctimas del terrorismo. Los que han
acabado creyéndose que hubo víctimas mortales –humanas, no moluscos- en el Prestige y no se acuerdan de los muertos en el incendio de
Guadalajara. Existe esa repugnante superioridad moral de quienes coquetean con
fusilar al amanecer y jalean a Carrillo no ya por su labor tan meritoria en la
transición que todos aplaudimos en su día sino por sus actitudes antifascistas
en la Guerra Civil entre las que destaca la liquidación de siete mil inocentes
en Paracuellos. El anciano Carrillo, otra vez en su
salsa, presume muy significativamente ya mucho más de la guerra que de la
transición.
¿Existe también crispación en los medios de comunicación?
Por supuesto
y muy fundamentalmente. Pero aquí también se ha extendido ya en gran medida lo
que antes he querido describir con la selección negativa. En el aparato
del Estado suben espectacularmente gracias a ese poder de succión –existente en
el PP, omnipresente en el PSOE y total en los partidos nacionalistas- que lleva
al poder e influencia a gente con menos preparación, menos escrúpulos y sobre
todo menos posibilidades de tener una vida medianamente decente y próspera
fuera del fango político en el que han crecido y se han aupado. Este sistema de
selección negativa lleva implícito un inmenso poder de intimidación. En esta
sociedad mediática es imprescindible para ello la colaboración de los medios o
su utilización. Es evidente que la para nada justificada hegemonía moral de la
izquierda en España –ya rota en países como Francia, Reino Unido o Alemania-
tiene el efecto de mantener como rehenes no ya a los autodenominados
intelectuales sino en general al discurso periodístico. Hasta niveles
grotescos. Y esto no cambió en absoluto en ocho años de Gobierno de la derecha
en España. Llegados al punto de deterioro actual de la convivencia, uno de los
resultados más concretos de la legislatura socialista, está claro que el
rufianismo político de Pepinho Blanco –al que en
absoluto son ajenos el presidente, su vicepresidenta etc-
ha movilizado a mucha gente de similar catadura para su campaña de destrucción
de una alternancia y por tanto una alternativa democrática al régimen frentepopulista que promueve la secta intelectual en torno
a Zapatero. Cuando se tiene voluntad de gobernar contra la mitad de la
población sin recurrir a los medios represivos más clásicos hay que fomentar la
criminalización de esa mitad y sus representantes. En eso están el Gobierno y
sus medios.
¿Los consumidores de información se olvidan de que la mayoría de
los medios son empresas con ánimo de lucro?
No se
olvidan. Pero también aquí juega un gran papel la intimidación, el miedo y las
ganas de curarse de éste leyendo lo deseado e ignorando lo no apetecido. Las
empresas saben que tienen mucho que perder si se oponen a unas fuerzas que
promueven la idea de la imposibilidad de una alternancia política. Unas
participan por convicción o interés, pero otras lo hacen por miedo. Una de las
peores taras de la sociedad española es la falta de coraje cívico del mundo
empresarial y económico. Y en los medios se refleja drásticamente.
¿Se puede ganar electoralmente la presidencia del Gobierno sin
tener una mayoría de medios de comunicación favorables o, al
menos, no contrarios?
No lo sé.
Pienso que este país ha tenido caracteres capaces y que lo han demostrado, como
Felipe González y José María Aznar. Éste último pecó probablemente de
arrogancia al creer que podría volver a convencer a los españoles sin artimañas
de que valía la pena apoyar el proyecto propio que tantísimo éxito había tenido
en España en tantos frentes. La guerra de Irak quebró aquella apuesta.
Rodríguez Zapatero es todo lo contrario. Pura artimaña, la solemnización
y el amaneramiento de la nada absoluta. Trágico es que la sociedad española no
lo perciba porque estoy convencido de que pagará un precio muy caro por ello.
Tengo la profunda convicción de que Zapatero y el pensamiento tan débil como
tóxico que emanan él y su gente son una desgracia para España, totalmente
inmerecida, después de treinta años difíciles pero ejemplares.
¿El comunicado de ETA en forma de entrevista del pasado domingo
deja alguna posibilidad de creer en el final dialogado de la organización
terrorista?
Creo que ni
el comunicado ni el proceso merecen más de una línea de respuesta. Pero
responsable de esta situación no son los terroristas que son eso, terroristas,
y estaban en gran parte convencidos de su derrota hace tres años y en pleno
proceso de dispersión y de buscarse personalmente otras opciones de vida. Es el
adanista de Zapatero, al que una constelación maldita
convirtió en presidente del Gobierno, quien cree que todo lo inventa él en su
profunda ignorancia y desde ese peculiar pensamiento mágico que alimentan unos
supuestos intelectuales de corte, que son unos perfectos mamarrachos. Zapatero
ha sido el principal motor de la reactivación de un monstruo que hoy ya, sin
él, podría situarse cerca de estar momificado. De haberlo estado, quizás podría
haberse afrontado el gran reto que le queda a la España democrática, que es el
desalojo de los nacionalistas, esos grandes medradores
del terror y del poder en el País Vasco. Pero hay momentos en los que creo que
quizás sea tarde. La historia puede estar primando a quienes desde el
nacionalismo o el socialismo sectario –o desde el indigenismo en Latinoamérica,
o el islamismo en todas partes- han lanzado una nueva ofensiva contra las
democracias abiertas como en los años veinte y treinta del siglo pasado.
¿El Gobierno de Zapatero ha asumido ya que no hay nada que hacer
o todavía buscará resquicios?
Zapatero
considera a ETA y al nacionalismo vasco, violento o no, parte de los aliados en
su universo sentimental. En esa emoción sectaria del izquierdismo semiculto,
Zapatero siempre considerará a un etarra como un revolucionario equivocado,
pero al final recuperable para el frentepopulismo. Y
una víctima del PP será de alguna forma un fascista muerto en accidente. Para
el presidente del Gobierno, como para el radicalismo nacionalista catalán, no
todos los muertos son iguales porque los hay éticamente superiores. Zapatero es
un autista moral y político que no tiene cura. La gente debería tenerle más
miedo.
¿Le sorprende la posición tan firme de Imaz,
incluso más que Zapatero, a la hora de ponerle las cosas claras a Batasuna?
No me
sorprende nada. Imaz es un posibilista que ve la realidad
de otra forma que ese personaje siniestro que es Ibarretxe.
Pero como le dijo una vez Imaz a Rosa Díez aquello de
“lo hemos sentido como si fuera de los nuestros” en referencia a un Fernando Buesa que acababa de matar ETA, Imaz
sabe también hacer diferencia entre los muertos. Nunca luchará por un Estado de
Derecho fuerte y digno. Y siempre diferenciará entre unos muertos y otros. Como
lo hará entre los vivos, vascos o no vascos. Vascos buenos o vascos éticamente
inferiores. Imaz como Ibarretxe,
saben que sin ETA no serían nadie. Como nadie habrían sido Zapatero y Blanco
con un partido socialista digno, sólido y consciente de su historia y
responsabilidad.
Todo indica que ETA volverá al tiro en la nuca y al coche bomba.
¿Significará un nuevo escenario político o regresaremos a la época de las
condolencias y las condenas, mientras la puerta de una futura negociación se
mantiene abierta?
Desde luego
así es. Será una desgracia que vuelva a haber muertos. No será una desgracia
que la sociedad española vuelva a ver la realidad de frente y se vea obligada a
buscar el coraje para tomar decisiones ante la obstinada voluntad de una banda
de asesinos y su inmensa corte de nacionalistas beneficiarios de acabar con la
Constitución, con las leyes y la libertad individual. Mirar hacia otro lado o
negar la realidad no nos ha neutralizado ni un solo peligro y ha aumentado las
expectativas de los asesinos y sus cómplices. Creo que cuando hay que luchar el
que se encuentra en peor situación es el que no se entera o no quiere
enterarse. De ahí que la obstinada negación de la realidad por parte de
Zapatero y los medios que lo han arropado haya sido un auténtico atentado
contra la seguridad de los españoles.
¿El futuro político de Zapatero depende de ETA?
Lo mejor que
puede sucederle a la historia de España es que Zapatero quede en trágica y
grotesca anécdota. Por autoestima. Pero en todo caso Zapatero sabe que pierde y
gana según quieran Txeroki u otros. Por eso hay que
partir de que es un rehén de ETA. Quien es consciente de que su vida política
depende ya del capricho o conveniencia de los asesinos –como por cierto dijo el
propio presidente del CIS, Fernando Vallespín- , no
está capacitado para gobernar a los españoles. Se ha convertido en un peligro
él mismo.
¿El PP debería de variar en algo sus posiciones actuales?
El PP ha
fracasado pese a su decencia fundamental en cuestiones como el terrorismo y el
llamémoslo “dilema territorial” porque no es fácil reaccionar a errores
fundamentales desde un principio traumático como el del 11-M. Eso no quiere
decir que, como muchos por ahí dejan caer, el PP deba creer que su salvación
está donde le recomiendan sus enemigos. Eso viene a ser como la reciente
anécdota en la que todos los peores enemigos de la iglesia católica se lanzan a
hacer un cuadro de conducta al Vaticano sobre cómo portarse con una parroquia
que no les hace ni puto caso. Nadie invitó a esos curas a ingresar en el PCE,
en la Asociación de Autores, Artistas y demás beneficiarios, en religiones
alternativas o demás. No, era Ratzinger quien debía tragarse el que no se
aceptaran las normas. Como decía Rosa Regás, esa gran
figura de la literatura española que dirige la Biblioteca Nacional, el que no
se adapte a las leyes vigentes que se joda. Hablaba por supuesto del rodillo
oficial castellanófobo en Cataluña.
¿Cree que si ETA regresa a los asesinatos de cargos públicos y
políticos seguirá manteniendo a los nacionalistas fuera de la diana?
Por
supuesto. Son de los suyos. Salvo aquellos que intenten desmarcarse. La
tranquilidad y la seguridad se compran día a día. A cambio de dosis de
dignidad. Pero también protegerá a otros que también son suyos, como muchos
socialistas. Éste es el único país civilizado donde la oposición lleva escolta
y el poder no. Es ETA quien lo determina.
¿Habrá movimientos importantes en la sociedad vasca y española si
ETA vuelve a asesinar de manera sistemática?
Ya hemos
dicho que Zapatero depende en gran parte de los humores de ETA. Pero no veo una
forma clara de salir de la situación actual. Creo que Zapatero, su pensamiento
mágico y la secta de mediocres e irresponsables que tiene en su entorno, han
hecho ya tanto daño al tejido de la sociedad española y a los mecanismos de
encuentro de las fuerzas políticas y sociales, que será difícil reconducir esta
deriva. Será muy difícil limitar daños y un largo esfuerzo de nuevo buscar una
fórmula de invertir la tendencia del desencuentro y la liquidación de afectos
territoriales, sociales e ideológicos. Repito que considero a Zapatero una
tremenda desgracia para este país. Pero es una desgracia también que la
sociedad no haya demostrado capacidad para reaccionar ante tanto desatino. Ha
quedado inerme ante la deriva. Por ello insisto en que todos pagaremos caro lo
que algunos han hecho. En todo caso y volviendo al principio, creo que sólo la
desaparición de esa secta de la selección negativa –y habrá de ser en derrota
electoral- nos puede hacer pensar en una tarea de reconstrucción de nuestra
integridad y dignidad democrática.