Artículo de Hermann Tertsch en “ABC” del 28 de mayo de
2009
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que
sigue para incluirlo en este sitio web
«La palabra
debe estar al servicio de la política y no la política al servicio de la
palabra». Esta frase, como parte de su credo, la pronunció el presidente
Zapatero hace ya varios años. Fueron muy pocos los españoles que reconocieron
el potencial venenoso de las mismas. Hoy el presidente está rodeado de gentes
que han asumido plenamente esta máxima. En esa frase radica la cepa de la peor
pandemia que sufrimos hoy en España, que es la de la mentira. La mentira obvia,
obscena e impune. Dice la Organización Mundial de la Salud -ayer recibió el
Premio Príncipe de Asturias-, que la fusión del virus de la gripe porcina con
el de la gripe aviar, tendría unas consecuencias dramáticas y muy letales para
el ser humano. Yo les aseguro que la fusión de otros dos bichitos que corroen
el carácter y que son la mentira contumaz y la negación más obstinada de la más
evidente responsabilidad, forman ya una epidemia en
torno a su foco principal que es el Gran Timonel.
La
mentira ha de ser muy piadosa para no ser un insulto. Y piadosos hay pocos en
el equipo de ZP, Aído, Chacón o la vicetiple que se
atreve a hablar de trajes ajenos, vestida ella siempre con ropajes
perfectamente asequibles al parecer con su sueldo de vicepresidenta. Supongo
que algún día, si una de las pandemias no nos lleva por delante a todos,
podremos hablar también del fondo de armario de la vicepresidenta, tan
misteriosamente profundo y repleto como la galería de trofeos de caza de
nuestro juez Baltasar Garzón. Por cierto, ayer tuvo un sobresalto que quizás
sea el principio del fin de una anomalía grotesca en nuestra judicatura. En
todo caso, si la mentira es un insulto, nos deberían estar silbando los oídos
todo el día. Los esfuerzos de las ministras de Sanidad y de Defensa por
coordinar una mentira común para escabullirse de la responsabilidad del
escándalo que ha sido la ocultación de la cepa vírica en Hoyo de Manzanares han
sido conmovedores. No sé qué tal se llevarán, pero esta
claro que Trinidad Jiménez ha sido generosa al enlodarse del todo por salvarle
algo la cara a su colega. ¿Qué más dará un poco de lodo más? En las chaquetas
de moda, en los trajes espaciales de De la Vega o en las togas de Garzón o
Cándido Méndez. O en las del Tribunal Constitucional, que nos insulta con su
interminable silencio vergonzoso respecto al Estatuto de Catalunya y ahora muy
coqueto, manda a ETA al Parlamento Europeo. Todos mintiendo, insultando y
denigrando a la Constitución española. Con mil altavoces que repiten sus
mentiras en todas las televisiones. ¿Todas? No, alguna se resiste. Por eso hay
que acabar con ella. Hay que acabar con la palabra que no está al servicio de
su política de aniquilación del discrepante. De ahí que asignatura prioritaria
del Gobierno sea hoy la destrucción de Telemadrid.
Con sus liberados sindicales bien pagados, los sindicatos verticales del zapaterismo, bien apesebrados,
dicen luchar por la plantilla. Sólo escuchan la voz de su amo. Llevan semanas
de huelgas para impedir que los ciudadanos accedan a una versión de la realidad
distinta, en la que la palabra mantiene su significado original. Frente al
vocerío de la mentira, pretende que las palabras signifiquen lo que se desea
que signifiquen, aunque entren en conflicto manifiesto con la verdad».