Artículo de Hermann Tertsch en “ABC” del 02 de julio de
2009
Por su interés
y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio
web
Con una apostilla a pie de título:
TAN LÚCIDO Y DIGNO COMO SIEMPRE. LO MALO ES QUE HAY POCOS COMO
TERTSCH. ¡GRACIAS!
Luis Bouza-Brey, 2-7-09
La verdad
es que somos un país de coña del que nos podríamos reír todos mucho si las
gracias no llegaran preñadas de miseria, mezquindad o tragedia. Como tenemos
gobernando a generaciones de políticos surgidos de las más oscuras madrigueras
de la ignorancia, que no tienen la más remota idea de lo que es un Estado de
Derecho, aquí cada cual se hace de su capa un sayo y después a tirar millas. No
son ya solo trileros de la cosa pública, son procaces
salteadores de los caminos de la ley y del derecho. Son los mismos que se
escandalizan porque todas las instituciones constitucionales hondureñas -y por
desgracia también muy a destiempo el ejército- se hayan levantado contra los
intentos de golpe de estado del presidente hondureño Zelaya. Pero no debe
extrañar porque los golpistas vocacionales son ellos y las leyes fundamentales
les traen al pairo. Quienes ignoran las leyes fundamentales, aquí, en Barcelona
y en Tegucigalpa, son golpistas. Quienes están aboliendo la Constitución
española en Cataluña no son otra cosa. Y el paso dado ayer en el parlamento
catalán con su ley de educación no es otra cosa. Un putsch
no tiene necesariamente que verse escenificado con la detención de Víctor Jara.
Un golpe puede ser sangriento o no. Y cuando no lo es puede tener consecuencias
trágicas más tardías. Pero quienes violan las leyes básicas con la contumacia
con la que lo hace la mayoría socialista nacionalista o a la inversa en
Cataluña son tan putschistas como su héroe Companys.
Ese
es el término justo y exacto para definirlos. Lo grave es que quienes tienen la
máxima responsabilidad de poner coto a tanta barbaridad y a ese golpe de estado
permanente llevan varios años siendo cómplices necesarios de los putschistas. En la mayoría de los periódicos digitales
españoles aparecía ayer como una noticia «normal» el hecho de la aprobación por
parte de un Gobierno regional español de una ley que viola la constitución,
desprecia las sentencias del Tribunal Supremo de España y se mofa de los
derechos de millones de españoles que viven en esa región nororiental de
nuestra patria que se llama Cataluña.
Es
una vergüenza, es una coña como ya hemos dicho, pero sobre todo es una terrible
afrenta a las leyes democráticas de nuestro Estado de Derecho que se ha
construido, desde el final de la dictadura con honradez, esfuerzo e ilusión de
muchos millones de españoles e innumerables políticos y funcionarios decentes.
Es una vergüenza infinita que el Tribunal Constitucional de España, en un acto
de permanente e interminable desprecio a la ciudadanía española, todavía no
haya aclarado las mil sospechas de inconstitucionalidad de un Estatuto catalán
que se está desarrollando por vía de hechos consumados en su mayoría
irreversibles. Es un escándalo, es una indignidad y es una traición a la
constitución que por conveniencias de mezquindad política partidista el Estado
de Derecho haya hecho absoluta dejación de su deber de defender a la ciudadanía
frente a los nuevos caciques del nacionalismo socialista. Llámenlo como
quieran.