HUGO, FOUCHÉ, CURRO Y EL TIMONEL
Artículo de Hermann Tertsch en “ABC” del 04 de agosto de
2009
Por su interés
y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio
web
Ya sé
que nos tienen advertido desde las más altas instancias que criticar al
Ejecutivo es de antipatriotas y criticar su gestión en relación con el
terrorismo, la una o la contraria, es traición. Pero qué se le va a hacer,
señores, es cuestión de carácter. Antes de que -considerando la proliferación
de traidores- nuestro ejecutivo considere necesario pergeñar unas leyes similares
a las de Hugo Chávez, me voy a atrever a hacer algunas consideraciones poco
amables.
Nunca
se sabe cuando será tarde. El caudillo venezolano ya
ha cerrado decenas de emisoras de radio críticas antes incluso de aprobar su
proyecto de ley de prensa bolchevique. Nuestro ínclito Moratinos ha declarado
que la libertad de expresión en Venezuela está asegurada. Lo ha dicho cuando ya
se había hecho público el texto de unas leyes que Breznev
no se habría atrevido a firmar después de la Cumbre de Helsinki en 1975.
Así
las cosas y ahora que al Gobierno socialista se le han agotado las detenciones
semanales y oportunas de unos individuos que siempre son oficialmente los
máximos dirigentes de ETA, puede que en septiembre empiecen con los
periodistas. El jefe de prensa del ministro Corbacho ya nos ha sugerido por
dónde pueden ir las cosas. A los periodistas áulicos, a los que jalearon la
tregua y aseguraron que ETA ya no podría matar después de las negociaciones, a
los que decían -y dicen aún desde RadioEuskadi2, querido lendakari López- que
la muerte de los dos guardias civiles es el mejor argumento para reanudar las
negociaciones, a esos se les evitará el paro con ayudas a las maltrechas
editoras amigas. Para los demás ya veremos lo que inventan, además de amenazas.
Para el ministro Fouché las cosas se ponen duras. No puede ya presumir de
desarticular la cúpula de ETA cada vez que su Gobierno se mete en un lío o las
cifras económicas nos revelan la pobreza rampante y la angustia en que nos ha
sumido la política del Gran Timonel. Estas maniobras han sido inmensamente
eficaces durante los últimos cinco años, pero definitivamente las mañas del
ministro del Interior no son ya suficientes ante las dimensiones del desastre
que ya ha comenzado y se intuye se agravará en otoño. Y ya ni siquiera consigue
que sus eternas reuniones con la prensa amiga lleven a buen fin las operaciones
valencianas y madrileñas de liquidación de la oposición.
Están
mayores Alfredo Fouché y Curro el de los viajes, sin duda trabajadores,
probablemente los únicos que se leen los papeles en el Gobierno de un
presidente que dice ver con asiduidad los programas del corazón de sobremesa.
Pero el ocio familiar sencillo de nuestro pequeño gran hombre ya no le relaja.
Está indignado porque la terca realidad no le hace caso. Por eso se lleva a un
centenar de funambulistas e ilusionistas a sus
vacaciones en La Maretta. Seguro que en la corte
habrá echadores de cartas, prestidigitadores, comedores de fuego y tragadores,
sobre todo tragadores. Con el coste de una función, se podrían haber instalado
cámaras de vigilancia e inhibidores de frecuencia en el cuartel de Burgos. Como
ya les decía, lo mío y lo de los críticos traidores es cuestión de carácter.
Pero está claro que de momento los españoles siguen tolerando las prioridades
de su Gran Líder.