DE LACAYOS Y TRAIDORES

Artículo de Hermann Tertsch en “ABC” del 11 de febrero de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web

 

La verdad es que no ganamos para sorpresas. Cierto que la mayoría no son buenas, pero algunas generan cierto humor, aunque sea negro. Ayer nos dijo muy solemne el Gran Timonel, en sede parlamentaria, donde se suele decir que es al menos de mala educación mentir, que nuestra economía va hoy mejor que hace seis meses. La cosa tendría coña si no hubiera tantos millones de compatriotas que sufren, muchos desde hace bastante más de seis meses y muchos desde hace menos y cada vez más. Nos dice, ya no sólo a los antipatriotas, a esa media España que nunca le ha creído -y que ha sido obviamente más lúcida que el resto-, también a los propios órganos inútiles de ese partido que fue el socialista, que estamos todos los españoles semiestupendos y pronto el crecimiento devolverá las loas perdidas al nieto heroico del supuesto héroe Lozano de cara a unas elecciones triunfales en el 2012.

Lo dicho, tendrían inmensa gracia todas las mendacidades del presidente si no fuera cierto -esto sí es cierto- que los robos en los supermercados se han multiplicado. Y que los ladrones son gente muy decente que les dicen a las cajeras que les da igual lo que les pase porque lo que esconden bajo el abrigo es comida para sus hijos o nietos. Y las cajeras, también todas más decentes que todo el Gabinete, dejan a sus conciudadanos pasar la caja con los productos ocultos porque su valor y dignidad les impiden denunciar a todos estos españoles que no notan para nada esa recuperación que anuncia el Timonel iluminado. Resulta que en los seis meses que nos dicen, la economía española se recupera -hay que ser muy sinvergüenza-, se nos han ido a la cola del paro centenares de miles de padres y madres de familia, y no sólo antipatriotas -que quizá según Zapatero lo merezcan-, sino también esos votantes del PSOE que no veían la crisis por ninguna parte cuando acudieron a las urnas hace dos años, casi dos años. Hay que reprimir muchas veces las tentaciones de no pensar que quienes creyeron la farsa casi tienen merecida la tragedia. Y se reprimen. Pero lo que está claro es que este país, por indolente, absentista, perezoso y poco perspicaz que pueda ser, no se merece la calamidad que lo ha hundido en este retroceso vertiginoso de su bienestar y seguridad.

Los lacayos de este poder que pasea a los jefes de los periódicos y pastorea a casi todas las televisiones pueden acusar de la crisis a quienes la denuncian. Y pueden intentar e incluso lograr a veces la liquidación civil de aquellos que han destacado en su denuncia de que el rey no sólo está desnudo, sino que su soberbia ignara nos va a dejar desnudos a todos nosotros y a nuestros hijos y nietos. Los casandras -en definitiva, los que han dicho la verdad en estos pasados años- dice alguno de los amiguetes escribidores del Gran Timonel, son los que hunden el país. Y la conspiración internacional, ni más ni menos. No hay duda ya. La tropa de cursis, paletos y aprovechateguis que culpan del hundimiento a quienes no están en el poder pueden tener réditos a corto plazo. Pasearse con este presidente y maldecir y condenar toda crítica al poder como si este personaje nefasto en nuestra historia fuera realmente España. Pero la realidad demuestra claramente que aquí nadie va a tener réditos a largo plazo de lo que supone el retorno de España a una anomalía histórica de la que había salido con honra y orgullo en la transición. Una anomalía en la que muchos tememos estaremos durante años, lustros o quién sabe si otra vez décadas. El otro día hablábamos de alta traición. Porque este Gobierno obligó a su cúpula policial a colaborar con los asesinos de sus compañeros. Supuestamente, está claro. Pero la alta traición tiene mayor dimensión cuando la tragedia nacional adquiere las dimensiones que ya son palpables en todo un país que, repito, no se ha merecido esto.