NUESTRO HOMBRE LIBRE

José Luis Rodríguez Zapatero se siente siempre libre para elegir la verdad del momento

Artículo de Hermann Tertsch  en “ABC” del 11 de febrero de 2011

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Una de las características más destacables, ya casi legendarias, de nuestro presidente de Gobierno, José Luís Rodríguez Zapatero, es su extravagante relación con la verdad. En un principio, cuando los españoles comprobaron la frecuencia con la cual incurría en contradicciones consigo mismo nuestro Gran Timonel, y la cantidad de veces en que era evidente que sus afirmaciones eran inciertas, muchos cayeron en la tentación de considerarlo un mentiroso compulsivo. Y creyeron —¡ay ilusos!— haber detectado con ello una debilidad del leonés de Valladolid. Craso error. Porque se trata de una de sus armas más temibles. Lo cierto es que Zapatero se siente siempre libre para elegir la verdad del momento. Nos lo dijo un día con esa solemnidad pedestre suya. Y nada menos que para desmentir a san Juan. Ya saben, un viejo chamán de esas creencias caducas del cristianismo. Nos reveló el presidente que no es cierto, como pretende el Evangelista, que la verdad nos haga más libres. «Es la libertad —dijo— la que nos hace más verdaderos». Somos libres de elegir la verdad en cada momento. Y podemos cambiarla siempre que nos venga en gana, sin que nos deban turbar en absoluto las contradicciones que puedan generarse. Eso es la libertad. De ahí la ausencia total de zozobra, incomodidad ni, por supuesto, mala conciencia en nuestro presidente cuando alguien le recuerda alguna afirmación incierta o manifiestamente falsas.

D Así ha vuelto a ser ahora con el esperpento de la deuda de nuestras comunidades autónomas que vuelve a dejar por los suelos la credibilidad nacional en el exterior. Resulta que el presidente había negado la posibilidad de endeudarse o refinanciar su deuda a diversas comunidades autónomas. Porque había impuesto —y había presumido de ello con la canciller alemana, Angela Merkel— una férrea disciplina para controlar el gasto de las comunidades, su deuda y su déficit. Hasta que llegó a Madrid el martes el presidente de la Generalidad, Artur Más. Éste, que tiene en el congreso los votos necesarios para que Zapatero llegue, como sea, al final de la agonía de esta legislatura, le dejó claro que se endeudaría. Porque el pozo negro que ha dejado el Gobierno del tripartito en Cataluña le obliga a ello. Y porque además quiere y puede. Y Zapatero le dijo a él que sí. Cuando a todos los demás les había dicho que no. Cuando se enteraron los otros afectados, los presidentes de comunidades gobernadas por socialistas o populares se quedaron primero estupefactos. Y después montaron en cólera. A Zapatero, que ya había pasado de una verdad a la otra, le sorprendió tanta respuesta airada. Y les dijo a todos que no se pusieran así. Que podían servirse a placer con la deuda. En horas, todo el ejercicio de disciplina para controlar déficit y deuda se había ido por el sumidero que suele evacuar las promesas y en general la palabra del presidente. Los hechos no importan. Y a Zapatero le sorprende que se le recuerden. No entiende las reacciones. Porque ya tiene otras verdades disponibles para la ocasión. Dice que permitir a Cataluña lo que no permitía a Castilla-La Mancha y a Murcia no supone un trato diferente. Y que permitir a todos lo que no les permitía horas antes no es rectificar. Nada de lo sucedido, con todas sus consecuencias, para Cataluña, para las demás comunidades y para la credibilidad de España, ha existido en la verdad transmutada del presidente. Y si no lo entiende Merkel, esa cristiana caduca que no entiende a este hombre libre, peor para ella. No intenten discutir ni debatir con él. Es inasible nuestro hombre libre.