LA ZAFIEDAD DE ZAPATERO
Artículo de Manuel Trallero en “La Vanguardia” del 27.02.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
El paso del tiempo está provocando al presidente del Gobierno español una 
especie de plan Pond´s de belleza en siete días, pero al revés. Ya se le ha 
borrado la sonrisa de niño bueno, la imagen de metrosexual, la sonrisa de Bambi, 
el yerno que todos querríamos tener, el hombre a quien le compraríamos un coche 
de segunda mano sin mirar el motor o le firmaríamos un seguro de vida sin leer 
la letra pequeña; ya no tenemos tropas en Iraq y los homosexuales pueden 
casarse. Perfectamente, de acuerdo, ¿y ahora qué? Cada día aumenta la sensación 
en mi fuero interno de que Zapatero tiene cada vez menos cosas que decir y, lo 
que es peor y mucho más preocupante, que cuantas menos diga mucho mejor para 
todos los demás. 
No es que haya llegado a los niveles semánticos de la señora vicepresidenta del 
Gobierno, que en lugar de hablar parece que provoque un atropello sintáctico con 
su verbo estropajoso, pero la levedad del ser, su inconsistencia gramatical y su 
grosor intelectual apenas perceptible conducen a la vacuidad, a la trivialidad y 
por ende a la vanidad que rodea a los supuestos grandes hombres. Estamos ante un 
verdadero agujero negro en forma de presidente del Gobierno, que da a estas 
alturas una imagen hueca como una cáscara vacía, un spot publicitario, hasta un 
dibujo animado, si quieren, pero nada más. 
La penúltima hazaña de esta especie de Guerrero del Antifaz en su lucha a muerte 
contra los norteamericanos y contra las fuerzas del mal fue proclamar en la 
acostumbrada comparecencia después del Consejo de Ministros el principio del fin 
de ETA. Fue algo glorioso ver el intento de apuntarse el tanto, del triunfo del 
partido, antes, mucho antes de que el encuentro se empezase a jugar. Alas 
veinticuatro horas ETA envió literalmente a paseo al presidente diciendo que no 
había nada de nada, pero es que nada y puso unas cuantas bombas para 
cerciorarlo. El señor Felipe González - aquello era otra cosa, tanto que hasta 
se hizo amigo de Helmut Kohl- le espetó a bocajarro: "Si uno tiene que hacer una 
negociación secreta, ésta no puede aflorar a la opinión pública hasta que no hay 
los suficientes puntos de irreversibilidad que hagan imposible volver atrás en 
el proceso". Se puede decir más alto pero no más claro. Pero Zapatero no se dio 
por enterado y siguió erre que erre queriendo pasar a la historia, un intento 
soberbio de querer salir en la foto a toda costa cuando no hay foto, algo así 
como tirarse a la piscina vacía. 
Sin embargo, donde creo que el señor presidente ha logrado entrar por su propio 
pie en el Guinness fue cuando en conversación con la madre de Irene Villa, 
amputada, víctima de un atentando terrorista y cuando la madre se explayaba en 
su dolor, el señor presidente del Gobierno de España, ¿saben ustedes lo que le 
respondió?: "Te comprendo muy bien porque a mí también me fusilaron al abuelo" 
como la canción de Víctor Manuel con el "abuelo picador allá en la mina". Uno no 
sabe qué es peor, si la simple mala educación o la estulticia. El talante ha 
hecho estragos, el buen rollete entre colegas ha acabado por cegarnos. Por lo 
visto, decir que aceptaría el Estatut del Parlament y después decir que nunca lo 
dijo no es mentir, lo que se dice mentir sólo lo hizo el señor Aznar con las 
armas de destrucción masiva de Saddam o con el Prestige. ¿Cuándo se nos caerá la 
venda a todos? Por cierto, yo voté a Zapatero y publiqué un libro titulado 
Contra el PP. No, por nada.