AL FILO DE LA LEY

 

 Artículo de Jorge TRIAS SAGNIER  en  “ABC” del 09/05/05

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 Si fuese posible la paz en el País Vasco habría que ayudar incondicionalmente al Gobierno de la Nación para que tuviese éxito en ese escenario. Solamente gente mal nacida podría poner obstáculos en la consecución de un logro tan deseado. Y desde luego yo no conozco a nadie, absolutamente a nadie, en el Partido Popular que no desee que eso ocurra, sea quien sea el que gobierne en España. Hay demasiado sufrimiento, demasiados muertos, demasiada opresión detrás, para no alegrarse de una circunstancia así, aunque fuese una utopía. En el Partido Socialista también sus militantes son, por lo general, personas estupendas, pero en ese partido si hay un pequeño grupo de perversos, gente mala que ya fueron capaces, en los ochenta, de urdir la trama de la guerra sucia; o que se alegraron, gobernando los populares, de las desgracias que, en el 2004, se sucedieron en España. Ahí está el caso de ese diputado socialista que tuvo que dimitir por aquel comentario de que con otro «Prestige» ganarían las elecciones, o todos aquellos que colocaron al Gobierno de Aznar contra las cuerdas, echándoles la gente encima, a las pocas horas del escalofriante atentado del 11 de marzo, y luego desafiaron impunemente la legalidad, haciendo la más feroz de las campañas, en el día de reflexión electoral.

Si fuese posible la paz, desde luego que deberíamos apoyar al Gobierno sin fisuras, incluso en sus posibles errores. Pero este paso alegre hacia la paz en el que se ha embarcado Zapatero debe tener las siguientes limitaciones. Primera: España, la Nación española, garantía de la libertad, consagrada en nuestra Constitución, no se entregará a cambio de la invención de varias naciones. Segunda: el Gobierno no negociará con los terroristas ni con quienes son sus instrumentos políticos. Y, tercera: la dignidad de las víctimas, que a lo largo de más de treinta años han soportado el peso de la infamia terrorista, debe quedar garantizada. Sólo, pues, la entrega de las armas sin condiciones de quienes durante tantos años han intentado imponer una tiranía étnica en el País Vasco, y que ahora estaban prácticamente derrotados, puede ser la condición admisible para conseguir la paz.

El presidente del Gobierno no puede ignorar las reglas de la democracia y los mecanismos constitucionales ante esta situación que, al parecer, se está produciendo en nuestras narices y que puede suponer el desmantelamiento de España, la negociación directa o indirecta con los terroristas y el desprecio a la dignidad de las víctimas. El presidente del Gobierno debería ser más prudente ya que se está situando peligrosamente al borde de la Constitución. Hemos llegado a un punto en que quizás el único camino posible sea el planteamiento abierto de un nuevo modelo constitucional en el que quede claramente definida la unidad de la Nación y la minimización, a través de las leyes electorales, de los partidos y grupúsculos nacionalistas. Lo que dijo Rodríguez Ibarra no era ninguna tontería y en esa línea, como en la que preconiza Alfonso Guerra, seguro que podríamos entendernos la inmensa mayoría de españoles en un nuevo pacto constitucional.