Estado español

 

 Artículo de Francisco Umbral en “El Mundo” del 10/03/05

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo siguiente para incluirlo en este sitio web (L. B.-B.)

 

Como doctor honoris causa que soy de la Complutense me encuentro con derecho a rechazar una de las últimas decisiones de tan magna asamblea, y lo voy a hacer aquí, que lo lee más gente y tendremos más movida.

Me refiero al reciente acuerdo de tan distinguido estamento, acuerdo que consiste en coger la Filología, así, en bloque, y tirarla por la ventana con peligro de matar a algún etarra matriculado.

A este cuerpo universitario, de pronto, no le gusta lo de Filología española ni nada parecido. En lugar de Filología quieren llamar a esta cosa conjunto de las lenguas peninsulares, que son, como ya saben ustedes, las de los periféricos de castañuela y las peninsulares de peineta.

Al cambiar la cosa, cambia también el nombre, naturalmente, pues los filólogos de carrera son unos señores muy coherentes y nosotros, los filólogos de dedicación y libre elección, no somos más que un madriles con quien se coincide en la cola del autobús.

Aunque la jugada la enuncien al revés, lo cierto es que se trata de llevar al Rastro el nombre de España y de ponernos a todos a hablar castizo como si estuviéramos en una zarzuela o tomando el sol de una noche de verano en la Corrala.

A mí este país me ha dado muchos disgustos, mayormente por esa gilipollez de «Estado español». Desde Julio Anguita a los nuevos poetas, uno ha tenido que explicarles a todos que lo de Estado español no debe usarse porque es un invento de Franco, que no sabía cómo llamar a lo suyo, cuando hubiera sido tan fácil llamarlo dictadura.

Pablo Neruda, César Vallejo, Blas de Otero, José Hierro, Gabriel Celaya, el vasco, etcétera, todos los grandes y pequeños poetas españoles y americanos han clamado siempre o sea hasta la muerte de Rafael Alberti, en nombre de España y no de ningunas siglas, usando este nombre como una bandera ancha y brava, como una idea desnuda, con sol y rosas rojas.

Eran todos o casi todos comunistas, porque hay un comunismo patriótico, como no me canso de repetir, aunque ya me duela el testiculario de decir lo obvio, porque el escritor descansa inventando y se muere repitiéndose.

No sabemos si el socialismo del señor Zapatero es socialismo o qué, pero sí sabemos de fijo que el comunismo español, patriota, cantado en las trincheras y los trenes de ese Far West de nuestra Guerra Civil era el españolismo honrado de Miguel Hernández, aquel hortelano ilustrado que murió de soldado español.

La guerra de guerrillas que han iniciado algunos catalanes después de comer, secundados ideológicamente por algunos vascos y toda una basca de gallegos, valencianos, murcianos, e incluso manchegos y bercianos, es una guerra contra España, una guerra política por el poder que no tiene nada que ver con la democracia, el socialismo, el patriotismo y la Filología.

Los veo ya a todos con el fusil miliciano bajo la toga plural. A mí nadie me ha consultado nada para arrancar el nombre de España de su Universidad principal, luego no están haciendo democracia sino estraperlo de títulos a la sombra ominosa de un reformismo ventajista.

Eso de Estado español queda cursi, y en cuanto a la Filología española, hay que mejorarla científicamente hurgando en los contenidos, pero respetando la claridad de las formas, porque ustedes lo que están cociendo ahora es un marrón que no hay Filología que lo aguante, tíos.