LOS PROGRES

 

La Izquierda ha huido siempre de la apariencia, en tanto que la progresía

o retroprogresía fundamenta su existencia en la traza superfi cial

 

Artículo de Alfonso Ussía en “La Razón” del 15.10.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

 

Ser progre y ser de izquierdas puede resultar antagónico. Nada tiene que ver la postura con la ideología. La Izquierda ha huído siempre de la apariencia y el esnobismo, en tanto que la progresía o retroprogresía, fundamenta su existencia y triunfo social en la traza superfi cial y la fi gura. De todas las especies de progres, la más divertida es la del «progre-bien», que perteneciendo a grupos liberales o conservadores, incluso aristocráticos, suplanta sus complejos personales con aires de avanzado. El progre, que vive muy bien en su casa, tiene que ser contrario a la religión, partidario de la inmigración masiva, nada defensor del matrimonio y la familia excepto cuando la pareja pertenece a un mismo sexo. El progre lee con entusiasmo el «Ulises» de Joyce y vence su aburrimiento con el premio de la singularidad.

El progre es un ecologista confuso que sólo pierde su condición y su confusión cuando obtiene benefi cios. Conozco «progresbien » capaces de atarse a los árboles ajenos que han convertido en urbanizaciones sus antaño arboladas propiedades. El progre se estudia todas las mañanas y compra sus pantalones vaqueros con agujeros y descosidos. El progre siempre tiene que decir una frase trascendente, aún en las situaciones menos apropiadas.

Contaba Chumy Chúmez, que era de izquierdas sin necesidad de aparentarlo, que el progre, aún en los momentos previos al fornicio, tiene que demostrar su alta sensibilidad social. Él espera en la cama y lee, o hace creer que lee, «El País». Ella se va desnudando poco a poco. Él lleva una barba de «progre-bien» descuidada de tres días, tipo Bosé, que siempre está descuidado de tres días. Ella, mientras se quita la ropa, muestra un semblante de gran preocupación. Al fi n queda completante desnuda. Y aquí viene lo progre. Momentos antes de instroducirse en el tálamo, ella reclama su atención. El maromo «progre-bien» abandona por un momento la lectura del bodrio y se fi ja en la «progre-bien» que permanece en pie y en pelotas junto a la cama. Entonces lo suelta: «Cada día estoy más preocupada con el problema palestino». Porque una pareja de «progres-bien» no puede principiar el asunto sin subrayar su ansiedad reivindicativa-social o sin demostrar conocimientos y sensibilidades de política internacional.

Hace poco, un tipo normal que estaba liado con una «progre-bien» tuvo que soportar una interrupción en los instantes previos a la orgasmía para que ella le dijera: «No puedo, no puedo. Estoy pensando en los cayucos».

El progre se refiere al Papa por su apellido Wojtyla y Ratzinger. Es republicano de manual. Normalmente antimilitarista, pero sólo si los militares son españoles o norteamericanos. Los militares cubanos, venezolanos y norcoreanos le caen mejor. El progre no cree en símbolos ni en emociones. «La bandera es un trapo», suele afirmar con rotundidad.

Se extasía con las adquisiciones de su padre en Arco. Su casa acostumbra a estar aparentemente sucia por la sencilla razón de que está sucia. Compra en Fnac. Le encanta ser «marqueseado», es decir, humillado por la supuesta Izquierda millonaria y advenediza que forma parte del poder. Ve cine español, pero en su casa pone cine americano. Está contra la violencia, pero comprende a los islamistas. Está contra las cárceles, pero aprueba las de Cuba. Es libre pero aprueba la supremacía de la revolución sobre la libertad. Es un decidido defensor del diálogo con la ETA, pero no es capaz de dialogar con alguien que no piense como él. Cuando puede, hace las maletas y se va a Nueva York, a pesar de su acendrado antiamericanismo. Regala a sus chicas complementos indigenistas. Taburetes africanos o collares amazónicos. Todo aquel que no comparta sus inquietudes y preferencias es un fascista.

Carece de humor, como todo dogmático y seguidor de normas establecidas. Pelo largo.

Ahí se distingue al «progre-bien» del resto de los progres. Los «progres-bien» se lavan el pelo menos que los demás. Póster del Ché. Grandes consumidores de músicas autóctonas, con preferencia si provienen del África negra. Enemigos del capitalismo y el libre mercado pero muy propensos a ser sorprendidos por sus padres con el regalo de un piso. Saramago. Teatro experimental. Ciudadanía del mundo. Urgente legalización de las drogas. Alquiler de buhardillas. Paga Papá. Camisetas con la estrella roja de cinco puntas sobre fondo negro. Carísimas, por cierto. Terrible

obligación navideña. Energía verde. Houellebeck. Memoria Histórica. El amor no existe. Solidaridad. No se sabe con quienes, pero hay que ser solidario. –¿Tú qué eres?–; –solidario–. Hay que quitar los toros de Osborne. Oriente y la morería. Bufandas palestinas. «La bandera es un trapo», pero se siente veneración por la tricolor, eso tan efímero. Azaña, el gran estadista. No lo han leído y apenas conocen su vocación por el desastre. Se consideran marginales cuando son los más  privilegiados de la sociedad. De nuevo Saramago (¿Qué pasa con la Agencia Tributaria?). No hay que ragalar pistolas de juguete a los niños. Se hacen violentos.

No hay que regañar a los niños. No hay que educar a los niños. Hay que permitirle todo a los niños. Hay que prohibir los toros. El islam. El burka. La civilización que hizo temblar a los Estados Unidos. Hay que respetarlos. A los cristianos, no. El Corán. No hay que reírse de Mahoma .

Y esto es sólo una simple aproximación. Pobre Izquierda.