VAN A POR RAJOY



 Artículo de José Alejandro VARA, Director, en “La Razón” del 15.01.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

 

   La pieza ya no es el PP. La pieza es Mariano Rajoy. Las encuestas urgían cambios. Y el PSOE se ha puesto a ello. No funcionan ya los mensajes retrospectivos contra Aznar. La fragata de Bono ha abierto una vía de agua en «las mentiras» de Iraq. Las lacerantes cenizas de Guadalajara han sepultado los percebes del Prestige. El antiguo libreto de Rubalcaba se ha quedado viejo. Caen sondeos de punta (a José Blanco, claro, no le agradan los de LA RAZÓN). El nuevo vocero de la Moncloa se desgañita y en Ferraz no salen los números. El mercadeo del Estatuto de Cataluña sonroja hasta a sus protagonistas. En la cerrada oscuridad, se tironea con la Nación, arriba, abajo, al preámbulo, al apéndice... Se mangonea con la financiación, con las competencias, con la fiscalidad en una inverosímil ceremonia secreta entre el PSOE y el cuatripartito. No se permite la entrada al PP. Don Juan Carlos es el único Jefe de Estado europeo que ha de recordar cada tres días que es preciso respetar la Constitución. Eso sí, en una semana una formación declarada ilegal por la Justicia ejercerá posiblemente su «derecho de reunión», según la teoría esgrimida por el presidente del Gobierno. Se cuartea el Estado de Derecho ante la paralizada mirada del Fiscal General, se resquebraja de nuevo el frente internacional, el tarifazo brutal de enero agujerea los presupuestos domésticos, el Bloque aspira a una Galicia de los suevos, se arresta a un teniente general por primera vez en democracia y en Roquetas un informe forense exculpa a los guardias civiles a los que su ministro ya había sentenciado. El simple enunciado de los titulares de la actualidad suena a catastrofismo. Lo cierto es que la realidad es una catástrofe. Salvo para Rodríguez Zapatero, el sofista del Ritz, el gran mercader de las apariencias, el maestro de las antilogías, el adalid de la persuasión, el artista de la política, es decir, de la sofística, o sea, de la falsedad.
   «¿Y qué podemos hacer frente a todo esto?», nos comentaba esta semana Mariano Rajoy, la apoteosis del sentido común, en su despacho de Génova. ¿Qué se puede hacer cuando el Gobierno sortea la Constitución y cierra los ojos ante el Estado de Derecho? Denunciarlo y poco más. Rajoy tiene en muy poca estima la palabra de Zapatero, aunque algunos supuestos asesores le empujen permanentemente al «diálogo». Dos no dialogan si uno no quiere. Y el Gobierno, ya lo hemos visto, ya lo vemos. Dos veces se ha burlado de la buena voluntad de Rajoy. ¿Hará lo propio con el Estatut? De momento, ni le habla, ni le informa, ni le escucha. Sólo lo acosa, lo agrede, lo ataca. El PSOE va a por él. La pieza de la cacería es Mariano Rajoy. Se acabaron las componendas de Aznar el malo/Rajoy el bueno. Lo dijo ayer José Blanco en Valencia. Hay que derribar a Rajoy (en el paquete van, claro, Acebes y Zaplana) porque es lo mismo que AP. Ya salió. Los socialistas siempre con la vista en el retrovisor, expertos en escarbar en molicies del pasado. Rubalcaba (que es el 70 por ciento del PSOE, sin él, el partido del Gobierno no es más que una vicepresidenta algo escondida, un vicepresidente económico algo demediado, un ministro de Defensa sumamente alterado y poco más) sabe que hay que demoler a Rajoy, porque sube en las encuestas, porque su mensaje cala, porque se le acabaron las dudas, porque es el político con sentido de Estado que el momento reclama. Van a por él. La pieza es Rajoy. Ni consensos ni diálogos. Van a desacreditarlo, a despeñarlo. A cerrar la única voz que recuerda cada día que esto no va.