LA CULPA NO ERA DE AZNAR
Artículo de José Alejandro VARA en “La Razón” del 06/01/2005
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Fatalmente, la culpa de todo no la tenía Aznar. Durante años se ha escuchado una
cansina palinodia sobre el nivel de crispación en el que el anterior presidente
del Gobierno había sumido a la Nación, con sus inevitables consecuencias en
forma de permanentes maremotos sobre el País Vasco. Aznar era el culpable de
haber criminalizado a los nacionalistas vascos, de haber encrespado el mapa
político español, de haber enrarecido el clima de diálogo con las comunidades
autónomas, de haber provocado las airadas reacciones del PNV y sus adláteres y,
en suma, Aznar también era el culpable de que ETA siguiera sembrando de terror y
muerte nuestra geografía. Aznar era un provocador, un intolerante, un enemigo
del diálogo, un soberbio... Por eso, decían, una vez desaparecido Aznar, las
aguas volverían a su cauce y el tsunami vasco se tornaría en suave brisilla del
Cantábrico.
Pero ya no está Aznar, ni siquiera Arzallus. Mayor Oreja se ha refugiado en
los sillones de Europa y hasta Otegui es tan sólo una penosa anécdota. Ya no hay
coartadas, ya no hay excusas. Y sin embargo, el nacionalismo vasco acaba de dar
un paso definitivo en su permanente desafío a la legalidad constitucional. De la
mano del sector político de ETA ha aprobado el «plan Ibarretxe» en una sesión
parlamentaria con tintes de aquelarre. Ningún parlamento democrático (incluido
el de Quebec) sería capaz de dar el visto bueno a una proposición crucial al
ritmo que marca la misiva de un pistolero.
Ya es hora de que los melifluos, los pusilánimes, los ambiguos, los jugadores
a dos barajas, los contemplativos, los abanderados del consenso, se caigan de
ese guindo falsario en el que están encaramados y se enfrenten de bruces con la
única realidad. El nacionalismo vasco que representa el actual lendakari no
necesita de excusas. No da nunca un paso atrás. No atiende a negociaciones, ni a
razones, ni a argumentaciones. Tiene un proyecto y no va a ceder. Y está
dispuesto a sacarlo adelante, aunque sea «a tortas». Ibarretxe el de las
«yoyas». Ibarretxe en estado puro. Ibarretxe amenazante, Ibarretxe intemperante,
Ibarretxe insolente. En su esquematismo mental, tan totalitario, el lendakari
sólo entiende una dialéctica: o asumes mi postura o acabamos a tortas. ¿También
tiene de esto la culpa Aznar?
Pues parece que sí, al menos si escuchamos los argumentos que esgrime el PSOE
para no recurrir el texto de la secesión vasca ante el Constitucional. «No
caigamos en errores del pasado», han dicho Zapatero y Blanco. «Pensábamos que el
Plan no iba a prosperar porque responde a una política del pasado, una política
que sembraba discordias», ha dicho Jordi Sevilla.
Ahí lo tienen, tanto escupir sobre la tumba del pasado y se encuentran la
tenebrosa realidad de cuerpo presente. Nadie se traga ya que el «plan Ibarretxe»
es una reacción al agrio carácter de Aznar. Por lo tanto, ha llegado la hora de
que el PSOE haga algo, de que reaccione, de que abandone su actitud de enjaretar
circunloquios, aventar vaciedades, alimentar generalidades a la espera de que en
las autonómicas vascas el experimento de Patxi López descabalgue a Ibarretxe de
su «plan».
Los hechos son los que son. Viajará el lendakari a la Moncloa no a escuchar,
sino a imponer. Su «plan» será presentado en las Cortes (si no hay oposición de
la Mesa del Congreso) con el convencimiento ya amortizado de que será rechazado
por PSOE y PP, pero aclamado por todos los partidos que apoyan al actual
Gobierno. Esas malas compañías que, a cada instante, pasan factura. Y seguirá
proclamando sus delirios de independencia consciente de que la respuesta
socialista estará inevitablemente modulada en función del Estatut que se está
urdiendo en Cataluña. Es otra cosa, sí, ya lo sabemos. Es una reforma
estatutaria con voluntad de consenso y de respeto a la Constitución. Pero, en
cualquier caso, ya veremos...
Lo más alarmante del actual panorama no es la embestida del PNV, algo
previsible salvo para los obcecados en echar las culpas de todo el pasado. Lo
más alarmante es la meliflua reacción del PSOE. Ya ha desechado la alternativa
judicial para ponerle coto al «plan». Y parece que se han echado en brazos de la
arriesgada alternativa de «adecuar la estrategia al objetivo de derrotar a
Ibarretxe en las urnas». Tierno cuento de la lechera. Entrañable fábula.
Fastuoso ensueño. Qué irresponsable ingenuidad la de enfrentarse con urnas a los
que hablan de tortas.
Llegados a este punto, resulta hasta absurdo recordar que el Estado de
Derecho tiene la obligación de defenderse. Ya se ha visto que la culpa no era de
Aznar, ni de aquel antiguo PP supuestamente vitriólico. Rodríguez Zapatero, que
es un político inteligente y frío, como ya hemos tenido ocasión de comprobar, ha
de demostrar que está a la altura del reto que un grupo de iluminados le está
planteando a la convivencia nacional. Y de momento, tan sólo se le han escuchado
unas palabras huecas pronunciadas durante un breve alto en sus vacaciones.