TANTAS COSAS EN JUEGO

 

 Artículo de José Alejandro VARA  en “La Razón” del 17.06.05

 

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

  

Tiempos extraños en los que tantas cosas dependen de unas elecciones gallegas. «Si uno se fía mucho de aquello que piensa hacer habrá de vivir en precario, pues bastan unos pocos ratoncillos para arruinar toda la vida de un hombre » (Oets K. Bouwsma). Unos ratoncillos gallegos pueden acabar con muchas estrategias,

muchos planes y quizás con alguna carrera. No está mal que, de vez en cuando, todo esté pendiente de algo pequeño, de una comunidad geográficamente arrinconada, por más «histórica» que aparezca en la Constitución, a la que tan sólo se la tiene en cuenta, quizás, a la hora del Apóstol y de las catástrofes.

Tantas cosas en juego dicen estar en Galicia que quizás, a la postre, tampoco sea para tanto. Así y todo, andan enloquecidos, apurando los «trakkings», consultando los augurios de Santamaría (nada que ver con el santoral), escrutando el cielo (algo también depende de si brilla o no brilla el sol) y persiguiendo con lupa el cambiante ánimo de los menores de veinticinco. «Voilà», éstas son las elecciones de Finisterre. Para

algunos, quizás, el precipicio; para otros, a lo peor, el despeñadero.

Están nerviosos. Conde-Pumpido no es más que un síntoma. Nerviosos y acelerados. Se les han juntado demasiadas cosas y todos sospechan que el piloto es muy poco pragmático. Mejor, un iluminado. Se les han juntado demasiadas cosas, sí. Por dos veces, por dos fines de semana, la calle no ha sido suya. Qué  barbaridad. Y los analistas del régimen sacan ya el fantasma de Chile y de otros golpes australes. Hasta el «punto final» argentino desplaza en sus portadas el terremoto de la Unión Europea. Pinochet y Videla, de la

mano, dos iconos que siempre les han funcionado. Pero Castro no, pese a gallego. Están en ésas.

Nadie agredió a Bono aunque el juez sí habla de que hubo agresión. Nada hubo, en un principio, de denunciable en Salamanca, pero, horas después, el fiscal ordena abrir diligencias por la estridente pancarta

de un jubilado. Nada es lo que parece, pero todo es como nos imaginamos. En fin, están muy nerviosos. La cumbre europea se anuncia dramática, los fondos de cohesión se anuncian inalcanzables, los socios franco-germanos se anuncian cadáveres y las nubes del fin de semana se barruntan algo negras.

Bueno, de ahí las frase: «No os metáis con los homosexuales». Escuchan ya los motores de los autocares de mañana. Otro sábado de pasión. Otra vez todos contra el Gobierno. Otra vez, la calle no es suya. Ni de don Manuel. Mil oenegés de toda Europa anuncian su desembarco en Madrid. Y se enojan porque la Iglesia sale en procesión en defensa de la familia. Qué disparate, ya ven. En la Suiza democrática y laica, hace quince días, mediante referéndum, se aprobó lo mismo que mañana se pedirá en Madrid. Defensa de todos los derechos cívicos de los homosexuales, pero no lo llaméis matrimonio, que eso es otra cosa. Y, por ahora, no hablemos de adopción, pensemos en los derechos del niño y en la crueldad del patio de la escuela. Se suicidan

porque les hacen burla por llevar gafas o por ser gorditos...

Otra vez en la calle. Y en Moncloa ya nadie aventura cifras, tras el chasco del día de las Víctimas. Tan sólo se disponen a aventar cualquier desliz ultramontano, cualquier pie fuera del tiesto. «¿Ven?, la ultraderecha.

Eso es el PP». En vísperas de Galicia, un resbalón de este tipo, convenientemente aireado por Lorenzo Milá, puede hacer mucha pupa. Ante todo, pues, mucha calma, que los informativos de la noche del sábado valen su tiempo en votos.

Unos pocos ratoncillos gallegos, sí, pueden cambiarlo todo. Pueden entronizar en Galicia un Gobierno tan inmanejable como el de Cataluña. Un bipartito de meigas y percebes que pretendan poner en órbita desde la

plataforma de Finisterre la patria celta. El recurso del miedo, dicen. No, el recurso de la sensatez. Porque ya lo hemos visto. Y no sólo en la plaza de San Jaime. Echen un vistazo al País Vasco si no les da pereza. Sí, quizás alguien debió aceptar en su momento, diez años atrás, que Fraga fuera investido presidente del Senado, y así ahora, en vez de contar sus años, estarían sumando votos. Pero hay lo que hay. Una Galicia meritoriamente transformada en una tierra promisoria (basta compararla con su pobre vecina asturiana) merced a estas legislaturas pasadas. Se supone que algo de todo esto debe tenerse en cuenta.

O no. Pero están nerviosos. Las últimas encuestas se han vuelto locas y el PP repunta. Y si el joven no vota, Touriño no avanza. Y si no pasa nada raro en la Castellana, en el desfile de la familia y la samba de Carlinhos Brown, que fala portugués, o sea, casi gallego. Y si el dios de la sensatez  llora sobre Finisterre. Entonces, sí, quizás a lo mejor, todo se puede enveredar. Entonces, sí, quizás, este tiovivo loco que nos marea, a lo mejor, a lo mejor, empieza a echar el freno. Y las cosas, poco a poco, irán volviendo a su sitio.