EL PSOE SE CALIENTA

 

 Artículo de José Alejandro VARA  en “La Razón” del 21.10.05

 

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 

Maragall tiene una nación virtual con un Gobierno virtual. Todo es virtual, circunstancial, anecdótico, fantasmagórico en la actual Cataluña.

Un Gobierno integrado por al menos cinco consellers a los que su jefe máximo ya les ha dado oficialmente el finiquito. Pero aún no se pueden ir. Están de prestado. O sea, que ya no les saluda ni el conserje. Hay un presidente virtual al que no solo apaliza la oposición (CiU y PP) para que deje el puesto, sino que le zarandean sus socios (IU y ERC), le zancadillean los compañeros (PSOE) y le empujan hacia el precipicio los propios (PSC). Y hay una nación virtual que sólo existe en el imaginario colectivo de un reducido grupo de visionarios, que, dado que no gobiernan, pretenden alcanzar su renovación en las urnas robándole el corazón a un electorado primario, mediante mensajes románticos y sentimentales.

Los nacionalismos, ya se sabe, se amilentan de su simplicidad y de su insignificancia teórica.

Cataluña, que tenía que impulsar a España en el arranque de este fascinante siglo, se ha convertido, por mor de una clase política entre asilvestrada, iluminada, ágrafa e improvisada, en un factor de inquietud, en un elemento distorsionante.

Técnicamente, sin gobierno; estructuralmente, desarbolada. El peor de los escenarios posibles para una sociedad emprendedora (no, no es un tópico), imaginativa y por tantas razones, envidiable. De la excelencia al furgón de cola, en tan poco tiempo. Quienes hace nada, unos meses, se movilizaron para destronar a Pujol y así

liberar a Cataluña del incómodo yugo nacionalista, se han topado, de hoz y coz, con un President que pretende, armado de una estrafalaria reforma de Estatut, embutir a Cataluña en un caparazón soberanista que jamás ha tenido. Volvamos a Mousset: «La nación es una agrupación de hombres reunidos por un mismo error sobre su origen».

Maragall está a punto de quedar electrocutado en su propia inopia y por los  electroshocks» que le lanzan desde Ferraz y Moncloa. Es el pato de la boda que ha montado Zapatero, es el chivo expiatorio del trabalenguas constitucional en el que se ha precipitado el presidente del Gobierno. Pero, así y todo, tanto el Gobierno socialista como el propio PSOE empiezan a notar en sus cuartos traseros un evidente olor a chamusquina. Toda esta apoteosis de la desmesura en la que se han enredado empieza a pasarle factura a ambos. Zapatero percibe en las encuestas ese principio de vértigo que transmite la constatación del suave y persistente declinar del apoyo de los votantes. En el PSOE hay muchas voces contrarias a la estrategia del Estatut. Tan sólo hay que viajar por numerosos rincones de España para comprobar cómo cualquier militante socialista debe hacer frente, casi cada día, a un alud incontenible de críticas a la postura de su partido sobre el particular. Por más que se vean obligados a negar trescientas veces a Maragall, por más que se cisquen en su estrategia, por más que abominen de sus planteamientos, a esos pobres socialistas se les agosta paulatinamente la moral, se les encoge crecientemente el ánimo. Ésta es la única e irrebatible realidad.

El PP apenas sí tenía un argumentario sólido para encarrilar el trecho hacia las próximas generales y ahora cuenta con un libreto de lujo, encuadernado en oro. A Rajoy se lo han puesto en bandeja. Tan sólo tiene que evitar equivocarse a la hora de afrontar la estrategia de su partido en la comisión parlamentaria. Le tientan algunos apóstoles de la centralidad para que se sume al debate de las ponencias, a fin de no quedar «descolocado ». Es decir, le instan con vehemencia a que participe en las tareas parlamentarias para hacerle los coros a Zapatero y sus socios.

Cabe pensar que el líder del PP lo tiene bastante claro. Ya lo ha dicho. Este Estatuto es un bodrio que sólo merece un rechazo global a todo su articulado. Si se suma al juego de la comisión está claro que le da carta de naturaleza a un texto rechazado por todo tipo de instancias políticas, sociales, económicas y judiciales de este país. Además, reviste de «pluralismo» al trámite en la Cámara. Y, de paso, le da carta de naturaleza a la delirante apuesta de Zapatero. Si se salió de la trampa televisiva de «59 segundos», un acierto más que notable, como se está viendo, debería hacer lo propio en este trance, tan fundamental para el futuro del partido y de España.

El PSOE está a cuatro minutos de tener el agua al cuello. Sólo hay que oír los lamentos de José Bono, a quien cada día se le oye menos y se le escucha más. No hay que menospreciar la habilidad de Rubalcaba, pero una reforma del Estatut con el apoyo de ERC y sin el del PP dejaría al Gobierno de Zapatero más que tocado, malherido.