EL GOLPE DE ESTADO PREVENTIVO
Artículo de Horacio Vázquez-Rial en “Libertad Digital” del 18
de octubre de 2009
Por su interés
y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio
web
Los
socialistas españoles perdieron las elecciones en 1996, sobre todo, por el
nivel insoportable de corrupción al que habían llegado, con los casos GAL y Filesa en el Top 100. Aprendieron bastante entonces sobre
la pérdida del poder. De golpes de estado ya sabían desde su colaboración con
Primo de Rivera. Y aprovecharon a las mil maravillas los atentados de Atocha
para revertir el resultado electoral de 2004 en sólo tres días.
Como
todo parece indicar que la convocatoria de 2012, que está a la vuelta de la
esquina —sin contar con la posibilidad de un adelanto de los comicios—, no les
va a ser favorable, han empezado a tomar medidas para evitar el desastre. Lo
más probable es que en 2012 Zapatero pierda, lo que le dará a Mariano Rajoy la
posibilidad de gobernar. Eso no significa que Rajoy gane, como sí ganó Aznar.
No es un auténtico líder, no tiene fuerza ni imagen. Pero, aun así, son tan
malos los otros que tiene una oportunidad de llegar a La Moncloa. Los únicos
líderes reales que posee el Partido Popular son, sin duda y aunque por motivos
opuestos, Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón, a quien la derrota en
Madrid 2016 no da la impresión de haber debilitado.
La
idea de los estrategas del zapaterismo es que en los
próximos tiempos deben dedicar todos sus esfuerzos a desgastar al PP, con la
expectativa de que llegue a la cita con las urnas en su momento histórico más
bajo. Para eso han inventado el caso Gürtel, del que,
a decir verdad, la ciudadanía en general sabe más bien poco. Y que no parece
tener sólidos fundamentos.
El TSJ de Valencia archivó la imputación contra el presidente autonómico Camps. Hace unos días, El País, que pese a todo no cede en
su apoyo al gobierno, tal vez por creer que le va a ir aún peor con el PP en el
poder, lanzó un titular tremendo, que implicaba incluso a Alejandro Agag en la "trama" –así es como llaman al
invento–; pero cuando se leía la información completa nos enterábamos de que
era probable que Costa hubiera pagado su propio coche, que el regalo de un
reloj de 25.000 euros por un alcalde valenciano no tuviera nada que ver con el
asunto y que la implicación de Agag se limitara a que
la empresa del Bigotes hubiese organizado su boda en El Escorial. Porque a eso
parecía dedicarse la "trama": a la organización de actos, con las
pertinentes comisiones, además de dudosas adjudicaciones de suelo para la
construcción.
Para colmo de males, los directivos de un programa de gran audiencia de los
sábados por la noche, La Noria, comandado por Jordi González, tuvieron la
malhadada idea de invitar el día 10 a un señor de Majadahonda
llamado Peñas, del que se sabe que posee un carnet habilitante del Colegio de
Abogados de Madrid y se sospecha que, pese a ello, es ordenanza en un
ministerio o consejería –lo confuso del montaje televisivo, con constantes
cortes publicitarios y anuncios al público de dinero en juego, impidió que
quedara claro–. La norma del programa es que se haga un debate sobre un tema
con tres representantes de la derecha y tres de la izquierda, sentados en una
mesa en L ad hoc, cuyo vértice ocupa el presentador. La izquierda suele estar
representada por Enric Sopena
y María Antonia Iglesias, ahora de baja por enfermedad, y un tercer personaje,
que las más veces es Jorge Verstrynge. La derecha,
por Isabel Durán y dos figuras que varían a menudo y que este sábado fueron
Alfonso Rojo y Miguel Ángel Rodríguez.
Creo
que nunca va a lamentarse bastante de haber llevado al señor Peñas, que se
presentó como víctima del Bigotes, del PP y de la justicia. Alfonso Rojo no se
cortó un pelo: recordó cómo Peñas le había invitado a su casa hace unos años y
mostrado unas cintas, pidiéndole que las publicara, para hacer un chantaje.
MAR, por su parte, le sacó a relucir un penoso currículum. Y entre ambos se le
echaron al cuello con la historia de una compra de suelo público en Majadahonda a mitad de precio, ya no para construcción,
sino para inmediata venta a un constructor a precio real. Vaya, un espanto. Ni
siquiera Sopena fue capaz de reaccionar con
argumentos, y eso que es tan hábil como desagradable en su estilo.
La "trama Gürtel" puede existir o no. De
momento, no hay absolutamente nada probado. Pero el PSOE no va a parar y los
jueces a su distinguido servicio tampoco. Hasta ahora, sin embargo, han
conseguido embarrar a unos cuantos, desde el tesorero del PP, Bárcenas, hasta
el último piojo sospechable con un acta de concejal, pasando por el presidente
de la Generalitat valenciana y algunos de sus adláteres. Calumnia, que algo
queda.
Lo
peor de todo es que la actitud del PSOE es clarísima. La del PP, no. Rápida
como pocos, Esperanza Aguirre estudió el problema y las posibilidades de que
alguien de su entorno quedara enganchado, y se apresuró a apartar del grupo
popular en la Asamblea de Madrid a tres sujetos que no le daban garantías. Lo
que tendría que haber hecho desde el principio Mariano Rajoy en el partido,
expulsando a Bárcenas y forzando su renuncia al cargo de senador, y haciendo
una limpieza general en la casa. Se sabe perfectamente quiénes son los
presuntos implicados, gracias a la grabaciones de conversaciones del Bigotes y
sus amigos, ordenadas por el juez Garzón, unas, al parecer, tal vez legales –al
amparo de poderes atribuidos por la ley antiterrorista– y otras decididamente
ilegales, "por error", realizadas fuera de la fecha a la que
alcanzaba la orden.
No se
quedaron quietos lo medios a la hora de empezar a preguntar a ciudadanos y
tertulianos si Rajoy debía hacer lo mismo que Esperanza en su ámbito. Y Rajoy
continuó en su siesta, dejando en la ansiedad a propios y extraños, sobre todo
a propios.
Una
historia así, aunque armada con más fundamentos, puede acabar con un gobierno.
De lo que don Mariano da la impresión de no ser consciente es de que una
historia así, tal como está, incluso sin fundamentos, con una prolongadísima
instrucción, puede acabar con el principal partido de la oposición y llevar a
Zapatero a un tercer mandato –que sería deletéreo para España–. Si lo primero
entra en las técnicas del golpe de estado, lo segundo entra en las del golpe de
estado preventivo. Y debería tener en cuenta Rajoy que si un golpe de estado
pone en riesgo las instituciones, un golpe de estado preventivo pone en riesgo
la existencia de su propio partido, que no podría soportar con entereza una
tercera derrota en tan sólo ocho años.