EL TC RECUERDA LO OBVIO
Artículo
de Carlos Vidal-Prado
en “La Razón” del 13 de septiembre de 2008
Por su interés y
relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio
web.
A algunos les cuesta entender que estamos en un Estado de Derecho, en el que
las normas jurídicas garantizan la convivencia y dan seguridad a los
ciudadanos. No siempre las resoluciones judiciales contribuyen a fortalecer
esta idea, pero la sentencia del TC sobre la consulta de Ibarretxe es un
ejemplo de buen funcionamiento del sistema de garantías constitucionales.
Parece mentira que el TC haya tenido que llegar a esta situación, provocada por
la huida hacia delante del Gobierno vasco, que pretendía (como ocurrió con el
Plan Ibarretxe) saltarse conscientemente el marco constitucional. Aunque a
algunos les resulte molesto, en España está vigente la Constitución de 1978, y
para poder llevar a cabo iniciativas que contradigan lo dispuesto en la Carta
Magna debe utilizarse el procedimiento adecuado: promover una reforma
constitucional.
El TC admite los tres vicios de inconstitucionalidad en que se basaba la
impugnación. En primer lugar, las instituciones vascas carecen de competencia
para promover lo que, aunque se llame consulta, en realidad es un referéndum,
puesto que el art. 149.1.32. CE reserva al Estado la competencia exclusiva para
autorizar la convocatoria de consultas populares por vía de referéndum. Además,
la iniciativa es formalmente inconstitucional, al no haberse respetado el
procedimiento de aprobación, limitando los derechos de los parlamentarios
injustificadamente. Por último, es materialmente inconstitucional, al reconocer
al pueblo vasco como nuevo sujeto soberano, lo cual no es posible sin previa
reforma de la Constitución.
Es reconfortante leer las palabras unánimes del TC que, no por obvias, resultan
menos necesarias en coyunturas como la actual. Por encima de las actuaciones de
las comunidades y de cualquier órgano del Estado está siempre «la voluntad del
Pueblo español, titular exclusivo de la soberanía nacional, fundamento de la
Constitución y origen de cualquier poder político». Si se basa en estos
mimbres, la decisión sobre el Estatuto catalán podría aportar de nuevo sentido
común al debate político.