AL FARSANTE LE QUITAN LA CARETA

Artículo de Pedro-Juan Viladrich en “La Nación.es” del 30-1-09

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Este jueves, El gato al agua de Antonio Jiménez, mediante una espectacular encuesta directa, en los barrios de Madrid y Barcelona más proclives al voto socialista, ha desenmascarado a zapatero: resulta que casi el setenta por ciento de los entrevistados, de todas las edades -incluidos inmigrantes-, no se cree a Zapatero y lo tienen por un mentiroso. La gente sencilla va identificando al pillo. El paro, la recesión, el pan en riesgo son los factores que aceleran la “videncia popular”. Permítanme una aparente digresión. Uno de los grandes servicios que los canonistas rindieron a la calidad de la ciencia jurídica fue la doctrina de la simulación del matrimonio. En síntesis, la cosa es así. No contrae matrimonio quien en la ceremonia nupcial -que es la manifestación al exterior de la voluntad interna de unirse - dice “sí te tomo por esposo/a”; pero en su interior, allí donde reside la intención verdadera, lo quiere “realmente” es fornicar, hacerse con los dineros del suegro, tener empleada de hogar sin sueldo que te ponga la comida caliente y lave la ropa, pero manteniendo las amantes clandestinas y arreando tortas si la parienta se queja (o cualquier otra intención contraria a la unión conyugal). La simulación, por lo tanto, es fingir “la verdad”, valiéndose de la confianza que la gente normal pone en la palabra y ritos -una boda-, mientras la intención interior, que se oculta, es otra y muy contraria. Los canonistas desenmascararon la simulación. El simulador es un esposo/a “farsante”. Y honrando la “verdad del consentimiento y también de lo justo”, castigaron el falso intento de matrimoniarse con la nulidad de efectos.

Me temo que, hoy en España, la simulación se ha instalado en la vida pública como normalidad. Algo así como el ecosistema de los políticos. El espectáculo de Zapatero, el otro día en la televisión, fue un ejemplo antológico de simulación. ¿Es un mentiroso compulsivo? ¿Es un frívolo ignorante sin preparación adecuada? De todo tiene un poco. Pero, principalmente, es un simulador. Lo que le preocupa es aparentar, fingir, generar imagen externa. ¿Cuál es su intención interior, el propósito real y verdadero que le guía? Sencillamente, el poder y su conservación a toda costa. Pero eso lo oculta, el muy pillo. El sabe que ser desenmascarado haría mucho daño a “la imagen” que se pretende vender al público. El simulador es un impostor. Se nos disfraza de las apariencias de la verdad, para mejor engañarnos con la impostura.

Veamos algunos ejemplos. El principal es la escenografía: un programa de televisión, “simuladamente” abierto al pueblo, donde las preguntas (de cien se responden menos de la mitad) son aprovechadas para crear la fingida apariencia de “sinceridad y coraje”, cuando en realidad no se dice nada que sea verdad. El propio formato televisivo, junto a las hábiles maniobras y cortes de su presentador, son “el ecosistema del simulador”. Un altar a la imagen, a la apariencia falsa. ¿Se imaginan lo que hubiera dicho la clase política norteamericana, su prensa y ciudadanos, si Obama, en vez de ir al Congreso y al Senado, se monta un show televisivo para justificarse en política y economía? Pues aquí en España, el reciente converso a la obamalatría, nos monta una Gran Hermano. Para asegurarse el éxito, sus cómplices organizan una encuesta inmediata -falseando cínicamente la pregunta- y anuncian a los pocos minutos que la mayoría ha quedado prendada con Zapatero. Sin embargo, las encuestas en diarios digitales dicen todo lo contrario estos días. Este jueves, El Gato al agua demostró que los ciudadanos ya no tragan.

Y es que hubo algunas perlas que pasarán a la historia de la pillería y la simulación. ¿Recuerdan su respuesta a la famosa sentada ante la bandera USA? Ahora el simulador nos dice que no se sentó ante la bandera USA, sino contra el desfile de todas las tropas invasoras de Irak (que eran muchas además de la americana, incluída la española). Este simulador quiere hacernos olvidar los hechos: su sentada fue unánimemente interpretada en la Castellana de Madrid y por el pueblo estadounidense, la administración Bush y cualquier otra, como un desprecio a USA. Zapatero quería entonces una imagen antiamericana, prima de Castro, Chávez y Morales. Durante años aceptó esa interpretación de su gesto y parecía complacerle muchísimo. Ahora , en cambio, necesita la bendición de Obama. Por eso, tomando por tontos a todos, nos reinterpreta su sentada con las barras y estrellas mediante un cinismo sin límites.

Otras perlas. ¿Recuerdan el programa electoral del Psoe: “motivos para creer”? Entre los motivos estaba el pleno empleo. Ahora lo niega. Como también aquello de la suave ralentización, la fortaleza ejemplar de nuestra economía y sistema financiero, sus denuestos contra los antipatriotas catastrofistas, su contumaz negativa siquiera a aceptar el término crisis. Los hechos son tercos: estamos en recesión, para muy largo y con un desempleo trágico. Según el gran simulador, no nos mintió, sólo se equivocó lleno de buena fe. Con tanta buena fe como adula a los palestinos de Hamás, mientras vendía armas a Israel. ¿Recuerdan su respuesta? Son pocas armas y además no matan. Increíble, pero cierto.

¿Y lo del aborto? Ahí el simulador nos ha demostrado, además de cinismo, la maliciosa ignorancia de los abortistas. Primero nos sale por la tangente, haciendo ver que es una cuestión exótica, de una élite minúscula: “se trata de un debate doctrinal y científico”. La evidencia demostrada científicamente de la existencia de un ser humano vivo desde la concepción, se nos traviste de cuestión rara sólo para expertos. Y luego, nos sale con un derecho de las mujeres a interrumpir el embarazo -observen la malicia de evadir la vida del niño concebido mediante el eufemismo de la “interrupción del embarazo”-, derecho que no existe en nuestro Derecho. El Derecho penal español sigue considerando el aborto como un delito que, salvo los tres casos de despenalización- es un ilícito penal perseguible. Además, y eso es más grave, omite la sentencia del Tribunal Constitucional donde se reconoce al niño concebido como vida humana y como un bien jurídico que debe ser protegido. Y no puedo suponer que sea tan ignorante. Es un caradura malicioso. ¿Por qué? Recuerden la anécdota con el chico que padecía síndrome de Down. Todo tierno y afectivo le prometió darle trabajo. Mientras le oía, se me removían las tripas sabiendo que defiende una reforma del aborto mediante una ley de plazos que aumentará el número, ya escandaloso, de niños concebidos que están siendo abortados por padecer síndrome de Down.

Digámoslo muy alto y claro. Una sociedad -como cualquiera en su vida particular- puede hacer cosas malas. Matar, robar, drogarse, violar, mentir y tantas más. Si al menos, en algún momento, reconoce esos males como males, tiene en este mínimo reconocimiento de la verdad el principio de esperanza para corregirse. Pero cuando una casta política, junto a la sociedad que se lo consiente, se niega a reconocer que algo malo es malo. Cuando, además, pretende definirlo como bueno…, entonces a esa casta política, y a su sociedad, ninguna verdad le queda, ni siquiera esa verdad residual que es reconocer un mal como mal. En conclusión: lo peor de la simulación como ecosistema político-social es que, para sobrevivir, necesita perseguir de forma sistemática la verdad, la libertad y los derechos fundamentales.

Personalmente, me niego a ser cómplice de esta corrupción. No quemaré incienso en honor de la mentira como ecosistema político y social. Al mencionar el incienso, recuerdo unas portentosas palabras de San Vicente mártir a su obispo Valero durante el proceso de sádicas torturas a los que les sometió Daciano: “¡no musites ni susurres la verdad. Grítala!”.