EL NOMBRE DE LAS COSAS
Artículo de Aleix VIDAL-QUADRAS en “La Razón” del 24/11/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Borges nos advierte en un célebre poema que hay
ocasiones en que nombre y cosa nombrada son indistinguibles y, por tanto, hemos
de ser muy cuidadosos a la hora de bautizar pedazos de la realidad. El pasado
lunes, Francisco Rubio Llorente, en una conferencia pronunciada en Barcelona,
propuso denominar «Comunidades nacionales» a Cataluña, Galicia y País Vasco y
que tal apelativo figurase en la Constitución tras la reforma de la misma que el
Gobierno está gestando. El ilustre profesor, hombre versado en Derecho
Constitucional donde los haya, insistió en que esta idea es exclusivamente suya
y que la formulaba a título estrictamente personal, sin que ello comprometiese a
la institución que encabeza. Sin embargo, no cabe duda de que semejante
manifestación pública por parte del máximo representante de un órgano que debe
pronunciarse con carácter previo sobre la susodicha reforma no tiene el mismo
valor que la de un comentarista cualquiera.
Nuestra Ley de leyes se refiere a «nacionalidades y regiones», sin definirlas
ni enumerarlas ni asociar a estos apelativos contenido normativo alguno. Es
obvio que el constituyente, consciente del resbaladizo terreno que pisaba, no
quiso entrar en mayores honduras y dejó a la libre voluntad de las comunidades
autónomas la elección de una de estas dos denominaciones. Así, a día de hoy se
definen como nacionalidad Cataluña, Galicia, País Vasco, Valencia, Andalucía,
Aragón y Canarias, mientras otras, como Murcia o Extremadura, se refieren a sí
mismas como regiones sin ulteriores pretensiones. En el momento en que las tres
mal llamadas «históricas» –¿acaso las demás son intemporales?– gocen de un nivel
superior y queden constitucionalmente dotadas de esencia nacional, esta cualidad
se entenderá contrapuesta a la nacional española, que es la que tiene sentido en
el plano internacional. De inmediato, se producirá un movimiento de emulación en
los restantes territorios, cuyos ciudadanos se negarán, en tanto que españoles,
a ser clasificados en una categoría que entenderán inferior, con lo que la
iniciativa del profesor Rubio Llorente, lejos de pacificar nuestro agitado
bullir de identidades, contribuirá sin duda a alterarlo todavía más. España es
una Nación cultural y lingüísticamente plural, como la inmensa mayoría de las
que ocupan un asiento en las Naciones Unidas, y no es una Nación de naciones,
extraño invento que pertenece al mismo mundo irracional que un automóvil de
automóviles o una casa de casas.
La Nación española es, de acuerdo con la Constitución, una e indivisible en
su soberanía. Su heterogeneidad interna encuentra expresión y acomodo en el
Estado de las Autonomías. Todo intento de cuadrar este círculo, trazado con
sensatez y equilibrio, conduce al conflicto y a la inestabilidad, aunque lo
impulse con la mejor intención el presidente del Consejo de Estado.