SUSURRO DE SABLES

 

  

 Artículo de Aleix VIDAL-QUADRAS en “La Razón” del 09.01.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

  

El general Mena ha sido abruptamente apartado de su cargo no por lo que ha dicho, sino por haberlo dicho

 

En su discurso de conmemoración de la Pascua Militar la semana pasada, el teniente general José Mena Aguado ha realizado unas

consideraciones en torno al nuevo Estatuto de Cataluña perfectamente acordes con la gravedad de la amenaza que este disparatado texto representa.

En su redactado actual, el nuevo Estatuto erige un poder pseudo-constituyente paralelo y distinto al del pueblo español en su conjunto, cuya soberanía fragmenta y, en consecuencia, liquida. Además, los autores de la propuesta no disimulan su absoluta desconfianza hacia el Estado español, al que someten a un vaciado de competencias que lo dejaría, en caso de que la norma entrase en vigor tal como ha salido del Parlamento catalán, imposibilitado de ejercer sus funciones en prácticamente todas las áreas de la administración y del gobierno. Tampoco ocultan los nacionalistas a lo largo del interminable reguero de artículos y disposiciones su enfermizo odio a España, cuyo nombre no aparece ni una

sola vez, ni una, en el nuevo Estatuto, forzando la sintaxis y el léxico a contorsiones inverosímiles con tal de no escribir la a sus ojos nefanda palabra. Es particularmente ofensivo para el resto de españoles el salto sin pértiga de situar a Cataluña directamente en la referencia

geográfica y política europea sin mencionar el hecho determinante de su pertenencia al Estado-Miembro de la Unión gracias al cual disfruta de las ventajas y oportunidades derivadas del proyecto de integración comunitario.

Las observaciones del general Mena sobre el concepto de nación, sobre la lengua y sobre la justicia han sido muy atinadas y reflejan con exactitud los problemas de enorme calado que en cada una de estas tres cuestiones crearía el nuevo Estatuto. Su destitución, por tanto, no procede de un pronunciamiento inexacto o carente de rigor o de que se haya expresado de manera inconveniente o grosera. Por el contrario, sus palabras han

sido tan impecables en la forma como veraces en el fondo. El general Mena ha sido abruptamente apartado de su cargo no por lo que ha dicho, sino por haberlo dicho. Las fuerzas armadas han de ser el «gran mudo» en los órdenes constitucionales democráticos y el romper su obediente silencio se paga caro. El protagonista de este incidente, militar de ejemplar trayectoria y hombre de honor de una pieza lo sabía y ha actuado con plena conciencia y responsabilidad, la misma que ha guiado su carrera hasta hoy, el mismo espíritu de compromiso que le llevó un día a elegir una profesión en la que el valor, el sacrificio, la abnegación y la disciplina forman parte del orden normal de las cosas. El general Mena nos ha rendido a los españoles un último servicio a costa de una renuncia dolorosa porque, una vez más, ha puesto su deber por encima de su interés personal. Su gesto me ha parecido poco prudente, pero en las circunstancias presentes, admirable.