TIEMPOS DE PASIÓN

 

 Artículo de Alejo Vidal-Quadras  en “La Razón” del 28-12-07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

En momentos de crisis, no es la hora de los burócratas, ni de los sociólogos agnósticos.



En su campaña electoral, Nicolás Sarkozy, de vacaciones en Egipto en estos días, se enfrentó a una Francia infectada por todos los males de nuestra época, progresismo banal, hedonismo facilón, multiculturalismo entreguista, igualitarismo indolente y relativismo moral. Sin contemplaciones ni complejos no perdió un minuto en olisquear encuestas ni en mirar de reojo a su adversaria. Se lanzó en tromba a sacudir la conciencia de sus conciudadanos, a fustigarles con la verdad y a ofrecerles un camino de salida, creíble y valiente, a sus endémicas debilidades. No se propuso halagar a los franceses, sino electrizarles, no apeló a sus bajas pasiones, sino a su autoestima, no se plegó a lo políticamente correcto, sino que pulverizó todos los lugares comunes.

Su victoria fue proporcional a su audacia, su capacidad de convencer a los demás acorde con la solidez de su propio credo. La fascinante experiencia del primer mandatario galo me recuerda la etapa vivida por el Partido Popular de Cataluña entre 1990 y 1996. El equipo que entonces lo dirigía, ahora disperso, desmoralizado u ocupado en otros menesteres, tampoco cedió a la presión del ambiente creado por el pensamiento único nacionalista. Sin arredrarse ante unos medios hostiles, una sociedad civil comprada por el enemigo y un clima de violencia verbal y en ocasiones física, aquellos hombres y mujeres valerosos defendieron sin vacilaciones los principios y valores que consideraban esenciales frente al tribalismo aldeano imperante. La cosecha de esos años fue espectacular, duplicación de escaños en el Congreso, triplicación de diputados autonómicos y de concejales, y, sobre todo, una fuerza imparable en el combate de las ideas. Desde la renuncia absurda y pusilánime a aquel proyecto grandioso, sólo ha habido un triste penar y un declinante sobrevivir. La lección a extraer de estos dos casos, uno foráneo, otro nuestro, es diáfana. En momentos de crisis, no es la hora de los gestores, ni de los burócratas, ni de los sociólogos agnósticos; cuando el peligro es grave e inminente, es el tiempo del riesgo, del entusiasmo y de la pasión.