VASCO, ESPAÑOL Y DE IZQUIERDAS

Artículo de Javier Arteta, periodista, en "El Correo" del 10-9-98

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web

 

El del nacionalismo español es un concepto defensivo acuñado por los partidos de supuesta obediencia vasca. Una cantinela que, de tanto repetirse, más aún con procesos electorales de por medio, llega a aburrir y hasta irritar al espíritu más paciente. Se trata de un tópico vacío de contenido, que si algo revela, es endeblez e incoherencia ideológicas y complejo de inferioridad. Contribuye, además, a caricaturizar nuestra realidad política, al simplificarla abusivamente y obligarnos en consecuencia a optar a perpetuidad entre falsas disyuntivas. Cuando Arzalluz y Garaikoetxea acusan a sus adversarios de ser nacionalistas españoles, no están haciendo precisamente un alegato en favor de la doctrina que dicen profesar. Por lo contrario, la relativizan peligrosamente, pues dan a entender que hay un nacionalismo bueno y otro malo;o, si se prefiere, que el nacionalismo puede ser bueno o malo en función de los nacionales que a él se adhieran. Muestran, por eso mismo, una desconfianza implícita en la validez universal de sus ideas, un fenómeno que no se observa en otras expresiones políticas. Aún estoy por ver que un dirigente del PSE-EE critique a otro del PNV por considerarle socialista. Difícilmente veremos a un liberal fustigando el liberalismo de su adversario, ni a un comunista anatematizar a quien no lo es echándole en cara su comunismo recalcitrante. Y así podríamos seguir hablando de los ecologistas o de cualquier otra opción ideológica, y más si aspira a obtener apoyo electoral.

Los nacionalistas vascos parecen escapar a esta regla general de comportamiento al achacar a otros como defecto lo que en ellos consideran virtud. Y esta actitud no es precisamente muestra de fortaleza, sino de profunda debilidad;y, además, resulta inevitable en partidos que tratan de convertir en seña de identidad política irrenunciable algo tan accidental y local, y por eso mismo tan irrelevante, como el hecho de ser natural de un determinado país. Conscientes de esa debilidad de fondo, y del complejo de inferioridad y mala conciencia que conlleva, los dirigentes del PNV y EA tratan en los últimos tiempos de revestir de cierta respetabilidad su discurso más característico tomando en préstamo argumentos que no pertenecen a su universo conceptual. Se apropian, así de la terminología de sus críticos para seguir fustigando a placer lo español o a los españoles, que siguen siendo, en su opinión, la fuente de todos los males. Basta con adjetivar a los españoles como nacionalistas para que el objetivo quede cumplido sin quedar como unos trogloditas y hasta con el respaldo entusiasta de cierta izquierda despistada.

Decía también que el mantenimiento del tópico está contribuyendo a instalar nuestra realidad política en una permanente caricatura. Provoca debates absurdos y esencialistas que ocultan los que, centrados en proyectos de izquierda o derecha, pueden interesar realmente a la gente;diferencia a los ciudadanos vascos exclusivamente en función de sus sentimientos de pertenencia;y, además, los diferencia mal, pues los encasilla de forma arbitraria, por el simple hecho de ser votantes de unos u otros partidos, mantener determinadas posiciones lingüísticas o mostrar actitudes críticas o complacientes acerca de los dogmas oficiales sobre lo vasco.

En suma, es semejante tendencia a simplificar las cosas la que hace desaparecer los matices propios de la rica pluralidad social y cultural de Euskadi, forzando a sus ciudadanos a optar siempre en términos de exclusión. El nacionalismo no acaba de entender, o de asumir, que alguien, como el abajo firmante, pueda considerarse vasco y español sin entrar en conflicto de sentimientos o fervores nacionales contrapuestos. No se acaba de admitir por nuestra ideología dominante que somos muchos los que, siendo de aquí, aceptamos ser también españoles sin mayores aspavientos, en la idea de que así nos insertamos más adecuadamente en la realidad europea y en el contexto mundial; y que, además de vascos y españoles, somos de izquierdas y, por eso mismo, por ser de izquierdas, nos molestan la absolutización de las fronteras y los desafueros que se cometen en su nombre; frente a los cuales reivindicamos los derechos que se corresponden con el concepto de ciudadanía.

El que esto escribe se reclama vasco, no por ser natural de Navarra (cuya vasquidad, real, supuesta o inventada, le deja en la más compleja de las indiferencias)ni por tener tales o cuales apellidos, sino por ejercer sus derechos cívicos en esta comunidad autónoma que, hoy por hoy, recibe la denominación deEuskadi. Le basta con eso:con hallarse en posesión de unos derechos humanos que, como tales, y afortunadamente, no conocen de peculiaridades territoriales porque tienen vocación de universalidad.

Quienes pensamos de esta forma no sentimos la más mínima necesidad de optar entre ser nacionalistas vascos o españoles. Por el contrario, no podemos ser nacionalistas vascos porque hace ya mucho tiempo que nos liberamos del nacionalismo español y adjuramos de sus delirios imperiales y de las chorradas que, de niños, trataron de meternos en la mollera los profesores de Formación del Espíritu Nacional. Quienes llevamos nuestros buenos añitos peinando canas (las pocas que aún nos quedan por peinar), recordamos bien a esos sujetos que nos hablaban de que España es una unidad de destino en lo universal;y también, y cito de memoria, de que ser español es la única cosa seria que se puede ser en este mundo, según doctrina joseantoniana. Por eso precisamente, porque los recordamos, es por lo que huímos como de la peste de otros discursos que nos suenan sospechosamente familiares. Con las dosis de adoctrinamiento falangista que padecimos, a muchos de nosotros nos inyectaron una vacuna de caballo contra cualquier variedad de tentación nacionalista, aunque pueda expresarse en clave democrática. Y es que, la verdad, salir de un nacionalismo, ¡con lo que nos costó!, para caer en otro, me parece una estupidez y una pérdida de tiempo. Y uno va llegando a esa edad en que no está para perderlo.

COMENTARIO PROPIO (Luis Bouza-Brey, 11-9-98)

 

Este artículo me parece de una lucidez y sentido común admirables. Me resulta inexplicable que contando con artículistas como este todavía haya tanta gente delirando en Euskadi.

No obstante, haciendo un ligero apunte sobre la polémica que anda asomando desde hace días y no sólo en Euskadi, me interesaría comentar que entre el nacionalismo que absolutiza una realidad metafísica y el republicanismo que se limita a defender el civismo, cabe un punto de vista intermedio: la percepción de que los sujetos de la vida política somos los individuos libres, pero interactuando en un contexto colectivo que constituye una realidad específica, con problemas y objetivos diferenciales, y sobre la que los individuos, aislados o agrupados, tenemos que incidir.