DIALOGO E INCOHERENCIA
Artículo de Germán Yanke en “ABC” del 23.05.05
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Quizá haya algunos para los
que las bombas de este fin de semana en Zarauz (esta vez condenadas por casi
todos, presidente del Gobierno incluido) sean sólo una anécdota, una piedra en
el camino, una dificultad circunstancial. Estamos, nos dicen, no solamente ante
«una gran oportunidad para la paz», sino en una suerte de «tregua tácita» o, al
menos, en una situación excepcional de «cese de la violencia» ya que hace dos
años que ETA no asesina a nadie. La frasecita se repite una y otra vez, como si
una tontería pudiese convencer a algún idiota. Basta escuchar la atemorizada y
apesumbrada voz del empresario atacado en la madrugada del domingo para reparar
en que quien utiliza el terrorismo lo sigue utilizando y que el único freno es
la acción de las Fuerzas de Seguridad: la «política» de usar a la Policía para
poner a los terroristas a disposición de la Justicia.
Pero tenemos, si no memoria, la hemeroteca para constatar que en estos dos años
ETA ha amenazado, ha atacado violentamente, ha extorsionado, ha atemorizado, se
ha armado y rearmado y ha buscado la muerte. Hasta ayer mismo. Si no ha
asesinado a nadie ha sido por una política antiterrorista, la del Pacto, que
combina eficazmente el uso de todos los instrumentos del Estado de Derecho con
la presión política y social. No hay, pues, cese de la violencia ni tregua
tácita. No hay reconsideración del terrorismo por ETA y sus secuaces. La
ausencia de muertes y la debilidad de la banda se la debemos, sólo, a la
contundente persecución. Si ahora se quiere cambiar esta política, si se
pretenden iniciar «exploraciones» o ya se ha hecho, si se desea abrir un
«diálogo» ahora o en el futuro habrá que justificarlos con otros argumentos.
Se pretende, asimismo, colar ahora en el debate una devaluada y abusiva
concepción del Pacto de Ajuria Enea, un acuerdo en el que, incluso con las
concesiones hechas en su momento al nacionalismo vasco, jamás se entendería,
como ahora se materializa, el doble y complementario criterio de excluir al
Partido Popular (o intentar forzarlo al desistimiento) y poner en marcha, junto
al «diálogo final», negociaciones para la reforma política con una parte del
entramado de ETA, sea Batasuna (como abiertamente pide el PNV, últimamente tan
en sintonía con el Gobierno de España) o el Partido Comunista de las Tierras
Vascas, que si no es lo mismo es «su voz» como los propios protagonistas
sostienen. Si esto no es un soberano precio político no es nada.
No es lo mismo, por tanto, la rendición de ETA para que se pueda seguir hablando
de política en libertad que hablar de política con sus mentores para que cese la
violencia y se pueda seguir hablando con ellos.