EL FANTASMA DE LA BILATERALIDAD

Artículo de Germán Yanke en “ABC” del 17 de agosto de 2008

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

El presidente de la Junta de Extremadura dijo el pasado jueves, con cierto enfado, que la Generalidad de Cataluña, en la negociación de la financiación autonómica, está pretendiendo un «nuevo modelo de Estado» más que un nuevo sistema de financiación. Parece pasmado Guillermo Fernández Vara de que, ante esta cuestión, se busque lo que a su juicio es «una reforma de la Constitución sin necesidad de reformarla». Y parecería lógico el pasmo del político extremeño -y de otros dirigentes autonómicos socialistas que subrayan lo mismo aunque con menos énfasis- si no resultara, a estas alturas, un tanto ingenuo.

Todo eso se quería hacer con la reforma del Estatuto de Cataluña. Fue un texto elaborado allí con criterios nacionalistas (asumidos por los socialistas catalanes) que pretendía establecer, sin ocultarlo demasiado, otro «modelo de Estado» con el argumento de que el establecido en la Constitución y desarrollado desde entonces había quedado obsoleto. Fue asimismo un texto retocado en algunos de sus excesos, pero no en su objetivo primordial, en el Congreso de los Diputados con el asentimiento de los socialistas, aunque algunos lo hicieran a regañadientes y con rabia. Ahí están, recogidos en el texto vigente, el pasmoso principio de bilateralidad y, tras él, para una comunidad autónoma, una suerte de derecho de ser tenida en cuenta, previamente, en el establecimiento de políticas generales. Así que ahora, mientras el Tribunal Constitucional no se pronuncie, el Gobierno de Cataluña esgrime su posición como si la reforma del «modelo de Estado» y la de la Constitución «sin necesidad de reformarla», fueran un hecho. Fernández Vara debería añadir una cierta cuota de arrepentimiento político al enfado, comprensible, del momento. Lo que los suyos pensaron, en el mejor de los casos, que era un mal menor para recabar apoyos políticos y presupuestarios, se ha convertido en lo que realmente era: un mal mayor. Una negociación bilateral que convertía la bilateralidad en principio, que modificaba de hecho el modelo de Estado y la Constitución «sin reformarla», y que, además de sustituir derechos individuales por territoriales, desplazaba a los demás, incluidos los extremeños.

La situación actual tiene dos caras además de dos posiciones encontradas. Una de ellas, la discusión actual en la que el Gobierno de Montilla, socialista también, pretende imponer un acuerdo particular -bilateral, insisto- mientras Zapatero adopta una posición de supuesta dignidad enarbolando el papel del Estado, la solidaridad, el acuerdo multilateral de financiación, etc. Para salir del paso, el presidente arguye que el Estatuto de Cataluña fija un plazo de dos años, ya cumplido, para un acuerdo en la Comisión Mixta Estado-Cataluña, pero no para un determinado acuerdo. La otra cara del asunto es que todo es posible por un Estatuto en el que los dos contendientes de ahora (socialistas y socialistas catalanes apoyados por nacionalistas) estuvieron de acuerdo diciendo, además, que suponía un pacto para muchos decenios.

Paradoja legal

A esa paradoja formal se añade la legal. Si el Gobierno argumenta subrayando que «un acuerdo» no es el «acuerdo» que quiera la Generalidad, tampoco podrá negar que se establece en el Estatuto «un» acuerdo bilateral junto al lógicamente multilateral de la financiación autonómica. Es decir, que se da carta de naturaleza a una competencia autonómica que, consecuentemente, determina políticas generales o puede convertirse, como es el caso, en un palo en las ruedas con las que se pretende que estas avancen. El pasmo y el enfado de Fernández Vara, y de otros con él, debería ser más con lo que hicieron, o dejaron hacer, que con los interlocutores catalanes del Gobierno que, al menos, han manifestado claramente sus supuestos presupuestos y sus evidentes intenciones entonces y ahora. Solbes, el muro de contención hasta la aparición directa del presidente en el escenario de la discusión, dijo aquello de que la propuesta del Estado, consistente con el Estatuto, debe serlo también con la Constitución. Es un buen modo de mostrar que, junto a la buena voluntad, estamos en el reino de la confusión.

Si estas graves discrepancias son los lodos de antiguos polvos, no debe olvidarse que el Estatuto de los líos es de 2006 y aún estamos pendientes de la resolución del Tribunal Constitucional. Al margen de la patética situación del Tribunal, la lentitud aumenta los problemas. Recordemos que los socialistas como Vara se oponen también al recurso previo de inconstitucionalidad. ¿Es sólo de Montilla y sus conmilitones la responsabilidad de lo que está ocurriendo?