LOS SUSTOS TRAS LAS URNAS

Artículo de Germán Yanke en “ABC” del 14 de junio de 2009

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web

 

El susto del viernes es, en el fondo, el primer gesto realista del Gobierno tras las elecciones europeas. Como, después de muchos avatares, nos encontramos ante el periodo más amplio en los últimos tiempos sin comicios a la vista se pueden poner sobre la mesa las previsiones negativas, el anuncio de subidas de impuestos (empezando por los hidrocarburos y el tabaco) y el anuncio de que, siendo imposible impedir el decrecimiento de la economía en los próximos dos años, el paro aumentará y las cuentas públicas soportarán una situación lamentable. Los «brotes verdes» eran, en realidad, la importación de un optimismo ajeno como parte de la campaña electoral. Ahora toca sumergirse en la realidad.

El «leve deterioro electoral» al que se aferró José Luis Rodríguez Zapatero tras las elecciones del domingo pasado, de pronto esquivo, se ha convertido en algo más grave al constatarse que el Gobierno, además de no dar ni con las soluciones ni con los muros de contención ante la crisis, tampoco ha acertado con la estrategia de maquillar el diagnóstico. Los resultados del PSOE en las europeas sólo pueden ser una «dulce derrota» o «relativamente satisfactorios» para quienes, a la izquierda, se quieren falsamente convencer de que estaba prevista una debacle (que nadie había anunciado realmente) o, a la derecha, pretendían que la misma se produjera (al margen del más elemental realismo en el análisis de la sociología electoral española).

El duro golpe no es la diferencia entre los dos grandes partidos que responde a las importantes bolsas electorales con las que cuentan ambos. Tampoco está, por tanto, en la verificación de un nuevo ciclo político que las europeas no certifican de ningún modo y que, en todo caso, hay que ganar en el debate ante la opinión pública. Está, sin embargo, en comprobar que, salvo mínimas excepciones territoriales, el electorado no ha reaccionado a su favor ni con la insistencia en el optimismo antropológico, nuestra hipotética fortaleza y el llamamiento a la confianza ciega en el Gobierno. Ahí estaba la raíz de un deterioro que se había ido incrementando y que, constatado en las urnas sin posterior rectificación, podía llevar al PSOE al desastre.

El diagnóstico más aproximado, siendo un paso adelante, no asegura el acierto en la farmacopea ni incluso el debate acerca de si basta con esta o es precisa alguna intervención de más calado. Este debería ser ahora el debate y está por ver que el resultado pretendido sea alcanzar los acuerdos más amplios posibles en el Congreso, que ya se demandan insistentemente y con cierta desesperación desde todas las posiciones ideológicas. Es cierto que el PP se resiste pero el único argumento serio para ello son las bases de una política económica que el Gobierno, en solitario y sin eficiencia, viene planteando como inmodificables. Es al presidente y su equipo a los que compete ahora, como antes, llevar la iniciativa y aceptar, desde su posición dirigente, iniciativas y propuestas de los partidos opositores.

La estrategia parlamentaria de salvar una y otra vez los muebles atemperando el descontento de todos los demás por la política económica con cesiones a una u otra minoría, no tiene ningún sentido. El Gobierno se gana en el Congreso y no en las elecciones europeas, ha dicho esta semana el presidente Rodríguez Zapatero. Es verdad, pero el Congreso, como las europeas, se ganan o se pierden en la opinión pública y los triunfos coyunturales en la batalla parlamentaria no detendrán un deterioro que sólo la seriedad y la valentía en las medidas correctoras y en las reformas estructurales podría contener realmente. Teniendo en cuenta, además, que lo que las europeas enseñan es que ya no sirve electoralmente el recurso desagradable e infantil de presentar a la derecha como la reacción antimoderna, el inmovilismo burdo y el franquismo casposo. Otro susto, porque antes sirvió.