LOS PODERES AUTONÓMICOS

Artículo de Germán Yanke en “La Estrella Digital” del 19 de junio de 2009

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web

 

En Alemania, hace ya tiempo, con el socialdemócrata Schroeder encabezando el Gobierno, decidieron dejar a un lado los complejos y las inercias. Se trataba de impedir que un complicado sistema de vetos de los lands y de necesidad de consensos con el Gobierno federal impidiera las necesarias políticas generales para afrontar los problemas de los ciudadanos. No se trataba de discutir si el sistema federal, al que los alemanes estaban y están tan agradecidos desde el final de la Segunda Guerra Mundial, era conveniente o inconveniente, sino de organizar racional y razonablemente las relaciones institucionales, las competencias y la resolución eficaz de los problemas.

En aquellos tiempos, el presidente Rodríguez Zapatero pensaba que el problema alemán no era ese entramado de vetos y consensos, sino el escaso crecimiento de su economía. Y como pensaba así -y la economía española crecía con fuerza-, no sólo no quiso deducir enseñanzas de aquella experiencia, sino que se embarcó en reformas no demandadas por la opinión pública para que "las comunidades autónomas" (es decir, sus gobernantes, no sus ciudadanos) se sintieran a gusto. El inicio de su liderazgo en el PSOE había consistido en una suma de apoyos regionales a base de concesiones, y debió considerar que el sistema valía para el Gobierno trasladado de las organizaciones del partido a las instituciones públicas. Además, crecíamos. Los alemanes, por el contrario, estaban convencidos de que si no crecían como parecía adecuado en aquellas circunstancias, era precisamente por las trabas y las demoras institucionales sobre las políticas generales.

Ahora no crecemos. La economía se ha dado el gran batacazo (lo peor que ya ha pasado, según el presidente) y nos toca arrastrarnos por el suelo una buena temporada, como dice con amarga ironía el ex presidente González. Pero la iniciativa alemana sigue sin sugerir aquí una reflexión seria porque cualquier esfuerzo de racionalización se identifica -en el imaginario de los políticos, o de la batalla política, que no en las preocupaciones de los contribuyentes- con ataques al Estado de la Autonomías. Así, perdiendo peso y energía cada día, las comunidades autónomas siguen participando en los ejercicios de voracidad presupuestaria, pidiendo esto y aquello al Estado, peleándose entre ellas por privilegios y ventajas. El Gobierno, soplando a un lado y otro para que el castillo de naipes no se venga abajo, cede aquí y allá, promete en privado lo que no se quiere decir en público, presenta planes contradictorios de financiación para que unos acepten a cambio de algo las pretensiones de otros. El gasto y el desorden se dispara. El déficit -que opera como un impuesto para los administrados- aumenta vertiginosamente.

En ese maremágnum, las políticas generales se resienten y las regionales se atropellan y se refutan unas a otras demasiado a menudo. Si se pusiese sobre la mesa el mapa de las administraciones que, cada una a su aire, intervienen ahora anárquicamente en las políticas de empleo, fundamentales hoy, no cabría sino llevarse las manos a la cabeza. Si otro de los grandes temas es la reordenación del sistema financiero, ahí tenemos a los gobiernos regionales, en casi todos los casos intervencionistas en sus cajas de ahorro hasta la extenuación, con derecho de veto a las fusiones y en defensa de intereses políticos propios.

Schroeder, que le recordó a Aznar que una parte del superávit español era la aportación alemana en fondos europeos, debería sugerirle a Rodríguez Zapatero que vaya a Berlín y repase la hemeroteca.