EL PRESIDENTE DEMEDIADO

Artículo de Germán Yanke en “ABC” del 16 de mayo de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

Empecemos por intentar derribar algunas mistificaciones pergeñadas estos días. La primera es la afirmación de que ahora sabemos por fin quiénes son los paganos de la crisis, como si hasta esta semana los millones de personas que han perdido su puesto de trabajo, las miles de empresas cerradas y los dramas económicos de tantas familias fueran ajenos a lo que ha venido ocurriendo o, sencillamente, culpa suya. La segunda, esgrimida por el Gobierno, no es otra que asegurar que tan fundamental y doloroso recorte se debe únicamente a lo que ha ocurrido en Europa en los últimos diez días, las actividades especulativas contra el euro y el coste de los mecanismos de rescate.

El Gobierno ha vivido, bajo el impulso de Zapatero, en la irrealidad y ha tenido que rectificar abruptamente una política tan largamente sostenida como constantemente criticada por la Oposición, por los analistas, por los socios europeos y por los organismos internacionales. Lo que ha ocurrido el pasado fin de semana en Bruselas es que le han dicho al presidente que ya no podían aguantar más, sobre todo si en el horizonte aparecía la posibilidad de que se tuviera que ayudar a España. La causa de lo que tiene que hacer ahora el Gobierno es la misma que ha generado una sangría de desempleo, una quiebra de la confianza y un espectacular deterioro de la economía y el entramado institucional: la crisis, sí, pero la crisis más la parálisis gubernamental y la negativa a hacer ordenadamente lo que se le demandaba; la crisis más nuestros particulares deficiencias nunca abordadas; la crisis más la negación de la crisis y la visión entre iluminada y edulcorada de nuestro futuro inmediato.

Al presidente ya no le sirven los disimulos como, por ejemplo, la narración, para convertir en algo sobrevenido lo que era una antigua exigencia, de una supuesta amenaza de Sarkozy a Merkel de abandonar el euro, después desmentida por París y Berlín, que sólo ha servido para aumentar su desprestigio en la Unión. Tampoco el mantra de «los mercados», presentando la negación de su propia política como un mero mecanismo estratégico de defensa y repetido por sus adversarios a la izquierda del PSOE que se quejan de que se haya plegado a ellos.

El problema de España es si el presidente, que se ha negado a sí mismo con el plan de ajuste, puede realmente negarse de nuevo con una política económica de profundas reformas que constituiría una nueva negación de su programa y su actitud pública. Ahora está hundido, desconcertado, demediado como el vizconde de Italo Calvino y ha contagiado su estado de ánimo a los suyos. La cuestión es si, a dos años de las próximas elecciones y ante lo que se avecina hasta entonces, puede reinventarse a sí mismo, abandonar la demagogia, explicar a los ciudadanos la verdad de la situación y establecer un nuevo rumbo. Reinventarse supone cambiar de política y de retórica y, para ello, de alianzas. La sugerencia de CiU de una moción de confianza es interesante. Los diputados se juegan las próximas elecciones pero los votantes se están jugando ya mucho más.