MENSAJES INEQUÍVOCOS PARA QUE ZAPATERO DIMITA

 

Artículo de José Antonio Zarzalejos  en “El Confidencial” del 16 de junio de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Los rumores recogidos por el Frankfuter Allgemeine Zeitung, el pasado lunes, y por el Finantial Times Deutschland el viernes, ambos en el sentido de que España se vería en la inminente necesidad de echar mano del fondo extraordinario de la UE previsto para situaciones de impago, no constituían rumores torticeros como algunos han  querido interpretar, sino mensajes escasamente encriptados de la primera potencia económica europea y de los mercados internacionales presionando al sistema político español para que, cuanto antes, prescinda de la gobernanza de José Luis Rodríguez Zapatero. Por si la señal de desconfianza en el presidente del Gobierno no fuera clara, Angela Merkel, no sólo no desmintió el lunes a ambos periódicos -los dos rigurosos y con larga trayectoria de seriedad-sino que se limitó a recordar que el fondo de rescate habilitado por la Unión Europea estaba a disposición de nuestro país y de otros. Al mismo tiempo, el presidente del BBVA, Francisco González, era transparente: el capital internacional no atiende las peticiones crediticias de la banca y la empresa españolas. Por si fuera poco, ayer, The Wall Street Journal publicaba que los bancos españoles estaban sufriendo un auténtico colapso del crédito. La acumulación de mensajes de desconfianza no puede ser más apabullante.

Si, como parece cierto, la situación  financiera de nuestro país no es tan alarmante como podrían sugerir estas informaciones -y, efectivamente, no lo es- resulta que el problema no es otro que la profunda desconfianza y falta de fiabilidad del Gobierno. Los mercados internacionales han valorado que el decreto de ajuste del déficit se aprobó por un solo voto de diferencia en el Congreso y contemplan con perplejidad que la reforma laboral -exigida por el Fondo Monetario Internacional de manera “urgente y radical”-, ha pasado de ser “sustancial” a contemporizadora, y de constituir una “urgencia” a aplazarse definitivamente a otoño mediante la reconversión del Real Decreto Ley que hoy aprobará el Consejo de Ministros en un proyecto de ley. Los mercados apuntan que la reforma, además de lenta e insuficiente según los economistas más reputados y la patronal, no concita el apoyo de la oposición y ha provocado el anuncio de una huelga general. O sea, constatan la soledad  absoluta de Zapatero inhabilitado en estas circunstancias para abordar la reforma del sistema de pensiones a la vuelta de unas semanas.

El riesgo país que acumula España no es tanto por el deterioro de sus finanzas cuanto por la inaceptabilidad de los mercados a la acción de un Gobierno que, primero, se ha contradicho de manera clamorosa, y, después, carece de apoyo -parlamentario, empresarial y sindical- para incidir con las reformas más importantes. Es claro que la UE y los mercados están pidiendo un cambio urgente en el liderazgo del Gobierno, o sea, que Zapatero debe irse y ser sustituido lo antes posible por un Ejecutivo que encare la emergencia sin compromisos ni prejuicios ideológicos. Muchos países de la UE han registrado un profundo cambio político en plena crisis: ha habido elecciones generales en Gran Bretaña, Holanda y Bélgica; municipales en Francia y estatales en Renania-Palatinado en Alemania. Y no ha pasado nada. Un cambio de presidente en España, con una rápida investidura en el formato que ya se produjo en 1981 con Adolfo Suárez, sería una operación política tan necesaria como balsámica para recuperar la confianza internacional en España.

Desengañémonos: mientras Zapatero continúe al frente del Gobierno, la recesión no tendrá solución porque aquellos que toman las decisiones cruciales -los mercados- creen que es un político superado por los acontecimientos, contradictorio, dubitativo, ideologizado y desasistido de apoyos para culminar la legislatura. Todo esto es democráticamente muy duro para España. Pero es lo que hay y, con pleno realismo y lucidez, a ese panorama -ya más político que económico- debemos enfrentarnos.