LA LENTA AGONÍA DE ZAPATERO

 

Artículo de José Antonio Zarzalejos  en “El Confidencial” del 2-10-10

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

En la más que treintañera democracia española se registran ya tres lentas agonías presidenciales. Dos de ellas son historia: la de Adolfo Suárez, que la vivió penosamente a finales de los ochenta y culminó en enero de 1981 en medio de un brutal acoso del terrorismo etarra, una histérica agresividad de la oposición socialista y un enorme deterioro económico. Y la de Felipe González, que duró tres largos años (1993-1996) en medio de otra crisis económica y con el azote del mayor oleaje de corrupción en distintas instancias y el cuarteamiento del Estado de Derecho por la llamada “guerra sucia” contra el terrorismo protagonizada por los GAL, en connivencia con determinados dirigentes socialistas.

Tanto Suárez como González tuvieron que experimentar una enorme amargura, una erosión diaria, fruto de sus errores en algunos casos, y en otros, de una hostilidad política desatada. Ahora, en 2010, estamos viviendo la lenta agonía de José Luis Rodríguez Zapatero. Insisto en la idea inicial: las agonías son lentas. En 1993, cuando Aznar y el PP tenían en su mano el triunfo electoral, con el socialismo empantanado, el PSOE ganó las legislativas y  González prolongó por tres años más su estertor. Puede ocurrir algo similar en el caso de Zapatero si se lo permiten en el partido fuerzas internas de gran entidad.

El presidente del Gobierno ha sorteado los Presupuestos -restrictivos, de ajuste durísimo, propios del converso político en que se ha  trasmutado, dictados por Europa y los mercados, inevitables por lo tanto- con la ayuda del PNV y graves daños colaterales en el País Vasco con el PSE y, seguramente, con seria lesión del principio de solidaridad. Mal, pero Zapatero ha driblado el aborto de la legislatura a un precio que será alto en Euskadi y desestabilizador para el sistema autonómico, que es casi confederal por lo que al País Vasco se refiere.

También la huelga -que fue huelga pero que estuvo lejos de ser general- le ha permitido al presidente del Gobierno perder menos que a las Centrales Sindicales en este envite. Ambas instancias se han hecho daño entre sí en ese proceso perfectamente identificado de la autodestrucción de la izquierda española. Es cierto que ni el Gobierno ni UGT ni CCOO se lanzaron a un enfrentamiento abierto y procuraron paliar los daños, pero la fractura existe y no se recompone tratando de negociar los reglamentos de la reforma laboral ni con cosméticas en la reforma del sistema de pensiones.

Un presidente renqueante, una oposición a la espera

Es posible que el Ejecutivo tenga que entregar algún trofeo a los sindicatos pero no será sustantivo a la vista de los Presupuestos Generales del Estado y las lógicas distintas en las que se mueven el uno y los otros. En cualquier caso: la huelga ha hecho más daño a los sindicatos que al Gobierno, lo que permite a Zapatero, renqueando, continuar adelante, sobre todo porque la oposición se ha instalado en la espera de que los acontecimientos negativos -las grandes cifras macroeconómicas- le hagan la tarea de expulsar al presidente de La Moncloa.

La huelga ha hecho más daño a los sindicatos que al Gobierno, lo que permite a Zapatero, renqueando, continuar adelante

Para saber si Zapatero comparecerá en las elecciones de 2012 habrá que leer el signo de tres acontecimientos: el de este domingo con el resultado de las primarias del PSM; el resultado de las elecciones de Cataluña el 28 de Noviembre y el balance que arrojen los comicios autonómicos y municipales de mayo del próximo año. Si Trinidad Jiménez no gana, Rubalcaba y Blanco quedan en una situación precaria tanto en el Gobierno como en el partido y el presidente será el gran perdedor ante Tomás Gómez que se ha convertido en el banderín de enganche de los que desde Ferraz denominan “cabreados”.

Si gana Jiménez, se impone el grupo que presionará al presidente a un cambio de Gobierno -“el setenta por ciento del Gabinete está sin impulso político”, me confesaba uno de los más altos cargos del PSOE-, que incluiría a María Teresa Fernández de la Vega, que es considerada como “el rostro de un fin de época que hay que retirar”, según la fuente citada.

Este grupo -comandado por Rubalcaba y Blanco- cree que Jiménez sacará un buen resultado en Madrid y, en coalición con IU (UPyD es una incógnita), podría arrebatar la presidencia de la Comunidad a Esperanza Aguirre. “Difícil pero posible con Jiménez; imposible con Gómez”, se manifiestan en Ferraz. Y si el “milagro” de descabalgar a Aguirre se produjese, en el PSOE se rehabilitaría la esperanza de optar a vencer en las generales de 2012. Pero con una duda corrosiva: ¿con Zapatero o sin él?

Queremos mucho a José Luis, pero más al PSOE

La conclusión está clara: el peor escenario para Mariano Rajoy, no sería tanto el inicio de una recuperación económica dentro de un año y medio, cuanto un cambio de candidato en la lista del PSOE por Madrid. Porque Zapatero está amortizado -y él lo sabe- aunque no tomará la decisión hasta el mes de mayo próximo, cuando observe el panorama y el mapa de poder autonómico y municipal español. Y, por supuesto, liste los apoyos que tendría en el partido que no serán demasiados.

De momento estamos a horas de las primarias en el PSM y a semanas de las elecciones catalanas. El PSOE y el Gobierno creen y quieren que gane Jiménez, y en Cataluña, aun sabiendo que el PSE recibirá un duro varapalo, se ha encomendado a Corbacho que intente la sociovergencia, es decir, que procure que Artur Mas deba a los socialistas y no al PP -con muy buenas expectativas allí- la presidencia de la Generalitat.

Pero todo este diseño estratégico se sustenta en la realidad de que Zapatero está agónico y amortizado. Remedando a Montilla, los interlocutores socialistas dicen que “queremos mucho a José Luis, pero más al PSOE”. Y añado yo: mucho más al poder cuya conquista y mantenimiento es la esencia de la lucha política que descarnadamente está desatada en España. Por eso vamos a asistir a acontecimientos inéditos, sin precedentes en la historia de la democracia española.