EL ZAPATERISMO SIN ZAPATERISTAS Y GÓMEZ COMO PRETEXTO

 

Artículo de José Antonio Zarzalejos  en “El Confidencial” del 05 de octubre de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

El zapaterismo dejó de existir el 12 de mayo de 2010, cuando el presidente del Gobierno, que había perpetrado un política de izquierdas fuera de los parámetros de la más elemental sensatez tanto en lo económico como en lo socio-político, volvió a la realidad zarandeado por los que la manejan. Los socialistas, mientras Zapatero desgranaba en el Congreso las medidas de ajuste del déficit como el más ultraliberal de los dirigentes de la UE, se fueron achicando en sus escaños y tomaron la íntima -que no explícita- decisión de que aquel hombre no podía ser por mucho más tiempo el líder del PSOE.

De aquellos polvos (gastos social a manta de Dios, revolución ético-social que volteaba a la sociedad española, relaciones internacionales propias de los países no alineados de los años setenta, banalidad y levedad) vienen estos lodos: España, de nuevo entre los PIGS, mientras en la Unión Europea las derechas -moderadas y duras- ganaban en todos los Estados miembros. El compañerismo socialista de Grecia y Portugal no suponía consuelo alguno. Entonces, aquel 12 de mayo (“cueste lo que cueste, me cueste lo que me cueste”) se acabó el zapaterismo porque dejó de ser una opción de poder y se redujo a una opción de gestión terminal de la crisis económica según la ortodoxia de los mercados y del directorio europeo, que le imponían sus recetas a un jefe de Gobierno que no se enteró -porque no quiso o no pudo- de lo que estaba ocurriendo en el mundo occidental.

El momento oportuno

Las primarias del PSM del domingo, ganadas por el muy izquierdista Tomás Gómez en detrimento de una zapaterista de pro como Trinidad Jiménez, no son otra cosa que la visualización de la inexistencia de cualquier tipo de autoridad moral o disciplinaria del secretario general del PSOE sobre la militancia socialista. El día 3 de octubre no comenzó el poszapaterismo: simplemente fue un hito más en su desarrollo. Como lo será el 28 de noviembre en Cataluña. Quienes aparecen ahora como zapateristas -Blanco, Rubalcaba, la casi entera Ejecutiva Federal del PSOE- en realidad estaban diseñando un alternativa a Zapatero por procedimientos distintos -más suaves, persuasivos y políticos- de los que impulsaban, no tanto Tomás Gómez, cuanto aquellos que había tomado al secretario general del PSM como un banderín de enganche. El objetivo último convergía: Zapatero está acabado y amortizado (ahí está la base social del PSOE, los sindicatos, en pie de guerra, aunque sea en aparente tono menor) y en lo que diferían, y siguen difiriendo, los unos y los otros, se refiere a las pompas del sepelio del todavía secretario general del PSOE.

Ostentar -a veces sólo detentar- el poder es la esencia del ejercicio de la política, que bien usado, transforma la sociedad, y mal empleado, la descoyunta. Tomás Gómez no ha perpetrado ninguna “hazaña”, como dice José Bono. Simplemente ha sido un hombre que dijo no en el sitio adecuado y en el momento oportuno. De nuevo, Ortega nos saca de dudas: yo soy yo y mis circunstancias, debería decirse a sí mismo el ex alcalde de Parla que ha oficiado de pretexto, de excusa, de síntoma de un poszapaterismo que el propio presidente del Gobierno se encargó de poner en marcha letalmente el 12 de mayo de 2010 al plantear el ajuste.

Las versiones épicas sobre Gómez, o las adhesiones inquebrantables -¡qué hipócrita defensa de Zapatero hacen los dirigentes del PSOE!- son zarandajas. Cuando el presidente del Gobierno haga recuento de sus efectivos le brotará, como a César yacente bajo la estatua de Pompeyo, aquellas palabras inmortales: “¿Tu también Bruto, hijo mío?”. Y como hizo el conquistador de la Galia se cubrirá el rostro con la túnica y recibirá de su más próximo la puñalada letal. Y su panteón será una vocalía vitalicia en el Consejo de Estado. Y aquí paz y después gloria, aunque con un país en barrena.