SATURNO-ZAPATERO
Artículo
de José Antonio Zarzalejos
en “El Confidencial” del 24 de octubre de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Tiene razón Felipe
González al asegurar que “cuando está machacado, emerge el mejor Zapatero”.
Evidente: cuando Zapatero se desmiente a sí mismo o cuando desiste de sus
excentricidades, el presidente del Gobierno que conocemos se esfuma, se
evapora, deja políticamente de existir. A menos Zapatero, mejor Zapatero.
Efectivamente, González, que es hombre de orientalismos semánticos, acierta. El
grave problema es que antes de que Zapatero se encontrase “machacado”, era el
país el que le había precedido en el hundimiento.
De tal
manera que entre la desaparición del Zapatero embelesado por el “pensamiento
Alicia”, abducido por el “optimismo antropológico”, impulsado por “ansias
infinitas de paz” y convencido defensor de la ideología de género y de la
activación de las minorías y el derrumbe socio-económico de España se da una
relación indiscutible de causa-efecto. De aquellas entelequias sedicentemente
izquierdistas del republicanismo cívico de Philip Petit,
estas consecuencias desastrosas para la sociedad española.
Así, el
“mejor Zapatero” fue aquel de mayo pasado que, por fuerza que no de grado,
formuló ante el Congreso de los Diputados una copernicana aunque tardía
rectificación de su política económica después de haber devorado a Pedro Solbes
y a la escuela de economistas ortodoxos -Jordi Sevilla y David Vergara entre
ellos- que le auparon a la jefatura del Gobierno. Antes de mayo, el presidente
se había dedicado a una política económica de descontrolado gasto público
acumulando beneficios, ayudas, subsidios y clientelismos que tuvo que suprimir
de un plumazo tras reconocer que la crisis -que él se empeñó en denominar
“desaceleración” durante casi todo el año 2008- estaba devorando nuestro Estado
de bienestar y arruinando nuestro futuro. Evidentemente: el Zapatero
rectificador de mayo era “mejor Zapatero” que el anterior. Pero a buenas
horas mangas verdes.
Saturno, el
dios mitológico que devoraba a sus hijos, se reencarna en Zapatero, que rinde
armas a la ortodoxia de los mercados, la UE, el FMI y hasta a Obama
En aquella
patética comparecencia de mayo ante el Parlamento, Zapatero se devoró a sí
mismo y devoró todas y cada una de sus febles tesis socio-económicas. Pero
España -como acaba de informar el Instituto Nacional de Estadística- padece ya
una escalofriante tasa de pobreza en 2010: el 20,8% de los hogares españoles
están instalados en ella, o sea, uno de cada cinco ciudadanos. El fenómeno no
es mundial como suelen aducir los abogados defensores del presidente: el
porcentaje de desempleo en España -20%- duplica la media de la Unión Europea, y
en cuanto a productividad y competitividad se refiere, nos aproximamos al
tercermundismo. De nuevo aparece el gran devorador de sus propias bazas:
Zapatero malbarata en apenas unos años los elementos de solidez de la economía
española considerada por los anglosajones, que utilizan ahora de nuevo el
remoquete de PIGS, como un auténtico “milagro”.
Y llega la
primera rendición: ajuste del déficit con congelación de pensiones y recorte
salarial a los empleados públicos, supresión de subsidios directos y reforma
laboral (insuficiente, por cierto), enfrentamiento con UGT y CCOO –también
devorados por el presidente- y un acuerdo presupuestario con el PNV y Coalición
Canaria que no garantiza otra cosa que su mantenimiento en el poder. Saturno,
el pequeño dios mitológico que devoraba compulsivamente a sus hijos, se
reencarnaba en Zapatero que rendía armas a la ortodoxia exigida por los
mercados, la UE, el FMI y hasta el mismísimo Obama.
El motín de Esquilache
Pero cuando
la estela de la increencia ciudadana en el presidente alcanzaba en las
encuestas una desventaja del PSOE de dos dígitos respecto del Partido Popular,
cuando Montilla y su PSC le levantaban la voz por su engaño con el Estatuto
catalán, cuando los militantes socialistas de Madrid le desafiaban eligiendo en
las primarias a Tomás Gómez en vez de a su candidata Trinidad Jiménez, cuando
el presidente de la Junta de Castilla-La Mancha auguraba “una catástrofe
electoral” socialista, cuando Bibiana Aído no
remontaba de su histrionismo político y Beatriz Corredor resultaba invisible en
un fantasmal Ministerio de Vivienda y Elena Espinosa deambulaba, ojerosa, en la
nada administrativa y Moratinos se echaba a la mochila Cuba, Venezuela y
Marruecos con más voluntad que acierto; en definitiva, cuando no sólo la
ciudadanía sino también su propio partido anunciaban un inapelable desastre y
hasta un motín como el de Esquilache en la izquierda,
entonces Zapatero se rinde por segunda vez, devora a sus féminas
gubernamentales -otra vez Saturno- y, como la mujer de Lot, mira atrás y cambia
-y le cambian- el Gabinete. De nuevo emerge el “mejor Zapatero”, ese que le
gusta a Felipe González.
Todos los
titulares periodísticos de estos días remiten a una sensación de abdicación en
la persona de Pérez Rubalcaba y a una recolocación de la confianza de Zapatero
en todo aquello que antes despreció. Apostó por la juventud frente a madurez;
por la inexperiencia frente a trayectoria profesional y política; por la
paridad de género, políticamente correcta, frente al mérito y la capacidad; por
el balbuceo frente al discurso y por el individualismo autoritario presidencial
frente a la colegialidad gubernamental. Ahora la apuesta es por todo lo
contrario. El presidente, de nuevo, como en esa imperecedera imagen pintada por
Francisco de Goya y Lucientes entre 1819 y 1823, aparece como el Saturno
deglutiendo a sus hijos. Y, además, sin síntoma alguno de indigestión.
Una de mis
muchas dudas, y ahí la dejo, es si Pérez Rubalcaba
será su penúltima víctima o su verdugo político
La crisis de
Gobierno no se enfoca a la solución de la recesión que Zapatero cree –al modo
que él cree en sus propias afirmaciones-encarrilada con el actual equipo
económico y con un ministro de Trabajo de refresco, sino que se produce para
salvar al PSOE, quizás a él, si acaso ello fuera posible, y a la propia izquierda
que el presidente se ha encargado de banalizar hasta la ridiculización.
Zapatero, al insistir obsesivamente en la “capacidad de comunicación” de Pérez
Rubalcaba y de Jáuregui y otros ministros -Valeriano Gómez entre ellos-,
reclama la elaboración de un relato que ofrezca una consistencia mínimamente
coherente de lo que ha hecho, de lo que ha dejado de hacer y de lo que tendrá
que hacer en el futuro.
Liquidado
por su propio autor, el zapaterismo, necesita un
relator que le coloque con alguna dignidad en la historia de la izquierda, del
PSOE y de la propia España. Y la encomienda recae en el único socialista capaz
de hacerlo: Pérez Rubalcaba. El vicepresidente lo intentará hasta donde pueda.
Pero no podrá evitar -ni él ni nadie- que José Luis Rodríguez Zapatero quede
para la posteridad como un Saturno devorador de sí mismo, de sus hijos e hijas políticas y, por extensión, de una sociedad española a
la que ha hecho perder su autoestima. A la que ha devorado también.
Rubalcaba,
¿víctima o verdugo?
Una de mis
muchas dudas -y ahí la dejo- es si Pérez Rubalcaba
será su penúltima víctima o su verdugo político. Porque acaso el mejor relato
que pueda escribir el vicepresidente primero del Gobierno, portavoz y ministro
del Interior sea el del llamado “asesinato político de Zapatero” en expresión
del sociólogo José Luis Álvarez. Quien escribió con lucidez el 17 de mayo
pasado (El País) las siguientes
palabras: “El presidente ha cometido graves errores que lo convierten motu
proprio en el candidato sacrificial ideal. Uno fue personalizar a tal extremo
la opción socialista, sustituyendo la marca PSOE por la suya propia, y acumular
tal poder en su persona que se ha convertido en el objetivo obvio a
batir…difícilmente podrá la izquierda asimilar una herida en su autoestima como
ésta, sin externalizarla en agresividad hacia un culpable”.
¿Cuál es la
misión de Pérez Rubalcaba? ¿Rehabilitar al todavía presidente o declararle
culpable de devorar a la izquierda y desvencijar España? Veremos. Mientras
tanto, que la derecha española no haga un requiebro despectivo y autosuficiente
ante este novelón político que estamos viviendo. El deus ex machina de esta suerte de tragedias -es decir, el personaje
que los clásicos griegos sacaban a escena en artefactos coreográficos
sofisticados cuando todo era desesperanza y había que rescatar de su sino
fatal al protagonista vencido- es el cántabro Pérez
Rubalcaba. Y contra los deus ex machina
nimbados de poderes esotéricos es complicado pelear, sobre todo cuando el
personaje suscita reacciones simétricas de amor y de odio.