DEL DESGOBIERNO AL PÁNICO

 

Artículo de José Antonio Zarzalejos  en “El Confidencial.com” del 03 de febrero de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web

 

Está ocurriendo lo que, desgraciadamente, tenía que ocurrir: que el Gobierno ha perdido el control de la situación política, económica  y social. Ayer se confirmó que el presidente Obama no asistirá a la cumbre de la Unión Europea-Estados Unidos prevista para el mes de mayo en Madrid quebrándose así una expectativa alentada desde el propio Ejecutivo. No es seguro que la cumbre de los países mediterráneos se celebre en Barcelona este semestre y, aunque lo haga, no será como la que reunió Sarkozy con cuarenta y tres altos mandatarios. Moratinos ya ha salido hacia Oriente Medio a la caza y captura de asistentes ilustres.

Al mismo tiempo, se publicaba el paro registrado: hemos superado ya los cuatro millones de desempleados y los sindicatos han manifestado sin demora que no aceptan la prolongación de la vida laboral -de 65 a 67 años- y que estudiarán al milímetro el plan de ahorro de 50.000 millones de euros que ha presentado la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Economía, Elena Salgado a la vista de que el déficit público se le ha desbocado hasta el 11,5%.

Además, seguimos con el amargor de la humillante  comparecencia de Rodríguez Zapatero en el Foro de Davos, tanto porque fue tratado como el jefe del Gobierno de un Estado en situación similar a la de Grecia, como porque el fallo del sistema de traducción simultánea arrojó una imagen patética del presidente.

Las bases socialistas no entienden -por si fuera poco- que el Ejecutivo ponga sobre la mesa medidas contradictorias -el llamado pensionazo- con su discurso social; y los empresarios y los sindicatos tampoco saben interpretar las razones de lanzar esta iniciativa de reforma de las pensiones al margen del Pacto de Toledo, sin conversaciones previas con ellos y sin un mínimo acuerdo con la oposición.

La  opinión pública en general tampoco comprende, ni se explica, que un Gobierno antinuclear como el de Rodríguez Zapatero, además de primar el carbón nacional -caro, de mala calidad y contaminante-, ponga en marcha el Almacén Temporal Centralizado (ATC) de residuos nucleares y que sea, precisamente, el ex ministro de Industria socialista, José Montilla, el que rechace su instalación en Cataluña cuando lo apadrinó hasta hace bien poco desde el Gobierno de la Nación. De la misma manera, es complicado de entender que José María Barreda, presidente de Castilla-La Mancha, se revuelva contra la autonomía municipal, contra el propio Gobierno y de manera especial contra el titular de Industria, Miguel Sebastián, oponiéndose en redondo al ATC en su comunidad.

Lío autonómico

En Cataluña, Montilla medita adelantar las elecciones cuando los analistas más ponderados -por supuesto catalanes- han calificado al tripartito de “gobierno zombi” y de “muerto viviente”. En Andalucía, Chaves va a convocar un congreso extraordinario del PSOE para consagrar la candidatura de José Antonio Griñán -presidente de la Junta- y tratar de que el PP no agrande la distancia que las encuestas le auguran respecto de los socialistas por primera vez en casi treinta años. En Aragón, Marcelino Iglesias, ya ha anunciado que no repite candidatura en las autonómicas de 2011, y en Asturias, Vicente Álvarez Areces, está hamletianamente dubitativo ante la tesitura de presentarse o no a la reelección.

Madrid -con una Aguirre que se ha radiografiado eximiendo a sus adversarios de cualquier crítica- es un plaza que el PSOE vuelve a dar por perdida en la doble instancia autonómica y municipal, entre otras razones porque Tomás Gómez no es un candidato creíble y quienes pudieran serlo -un Rubalcaba, por ejemplo- no están por la labor de asumir ese desgaste.

El Gobierno ha entrado así en una situación de ansiedad y desasosiego en la que pega volantazos e incurre en contradicciones. Antes había una sensación de desgobierno. Ahora la hay de vértigo, de pánico, de caída libre, de angustiosa necesidad colectiva de saberse gobernados con un nivel de solvencia que no se alcanza a percibir bajo la errática batuta de José Luis Rodríguez Zapatero. Y todo esto no es jeremíaco sino descriptivo; no es sectario, sino comprobable. Esto es lo que nos pasa cuando, como decía Ortega, no sabemos lo que nos pasa. Y es muy grave.