ASÍ QUIERE GANAR RAJOY

 

Artículo de José Antonio Zarzalejos  en “El Confidencial.com” del 27 de marzo de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web

 

En Génova lo tienen claro. Han recordado el libro de José María Aznar de 1994 titulado España, la segunda transición y han vuelto a leer el capítulo primero (La recuperación del centro) y, en particular, el siguiente párrafo: “Sabía que en la posibilidad de articular un poderoso centro político radicaba una de las claves de la historia contemporánea española. ¿Por qué razón un proyecto nacional, centrado, liberal, tolerante y amplio no podía consolidarse entre nosotros? ¿Era España tan diferente? ¿Tendríamos la firmeza suficiente para construir ese sólido proyecto nacional de amplias bases populares? Estaba y estoy convencido de ello. Tozudamente convencido. España no puede llegar al siglo XXI con comportamientos políticos –cesarismos, carismas, populismos y demás— impropios de un pueblo vertebrado y moderno. La labor, por tanto, era de pleno dedicarse a la construcción de esa alternativa centrada. Una alternativa  que, no se me ocultaba, debería significar un profundo cambio en los usos, modos y formas de la política española.”

José María Aznar acertó, porque cuando, después de trece años socialistas, con una agonía patética, puso en marcha el centrismo reformista (1996-2000) ganó después de cuatro años de gestión moderada y firme con mayoría absoluta. El guión para que la derecha democrática regrese al poder lo escribió el refundador del PP, y Mariano Rajoy está profundamente enraizado en una visión moderada, sensata y eficaz de hacer política que carece, eso también es cierto, de carisma y enardecimientos. Pero las políticas modernas se construyen no sólo sobre capacidades atractivas –véase cómo Obama o Sarkozy, ambos tan glamurosos, se han visto y se ven en serias dificultades—sino, sobre todo, con fórmulas eficientes. El centrismo reformista tiene capacidad de atracción para votantes con bajos umbrales de ideologización que son los que hacen que la alternancia funcione. Una radicalización, en la izquierda o en la derecha, resta votos, genera abstención y frustra a las amplias zonas centrales del electorado. Lo supo ver Aznar y lo ve con nitidez Rajoy.

La renovación del PP vasco y catalán

De ahí la renovación en el PP del País Vasco y en Cataluña y el trabajo intenso en Andalucía –Arenas ha fichado a figuras procedentes de las cercanías del PSOE y del Partido Andalucista— siguiendo los pasos, con las distancias lógicas, del moderado Núñez Feijoo en Galicia, que no por serlo ha renunciado a políticas incisivas como las que afectan a la lengua y a la estructura económico-social de la comunidad.

Rajoy sabe también que la capacidad de pacto –se está comprobando estas semanas con los reveses que propina la oposición al Gobierno en el Congreso— es elemento esencial para una estrategia de regreso al poder. Convergencia i Unió (CiU) es la fuerza política que comparte con el PP un modelo de valores socio-económicos más cercano. Un nuevo discurso en Cataluña del PP –sin perder ni uno sólo de los principios, pero sí reformulándolos y adaptándolos- con la aritmética electoral que se produzca en noviembre (ganará CiU, pero no por mayoría absoluta), ofrece la oportunidad a Rajoy y al PP de desempeñar un papel cualitativamente importante.

Por otra parte, el gran gap electoral de los populares está en dos autonomías: Andalucía envía al Congreso once diputados más del PSOE que del PP y Cataluña, dieciocho. Con lo cual, acortar distancias en esas dos comunidades y mejorar ligeramente en otras, supone casi indefectiblemente ganar las elecciones de 2012. Y antes, las municipales de 2011 en las que el PP podría hacerse con todas las capitales importantes –menos Barcelona, en cuyo Ayuntamiento jugaría también un papel esencial— y ganar Castila-La Mancha de forma adicional. Andalucía requiere de un esfuerzo titánico para el PP (o sea, la mayoría absoluta, y debería obtener nada menos que nueve escasos más en el Parlamento autonómico para alcanzarla), pero basta, insisto, mejorar para que la ecuación actual en el Congreso de 169 diputados del PSOE y 153 del PP, se invierta.

Unidad, disciplina y sin complejos

Es fundamental en esta estrategia unos criterios unitarios –y Rajoy los está procurando con silencios o medias palabras frente a desmarques, ora de Aguirre, ora de Mayor Oreja— para que bajo ningún concepto la izquierda reitere la inoculación del miedo a la derecha. Rajoy recuerda todavía con enorme contrariedad cómo en la campaña de 2004 se encontró carteles en Cataluña con la siguiente frase: “Si tienes dudas a quién votar, escucha la COPE”. Eran los tiempos en los que se entendió –se malentendió— que el discurso de la derecha democrática era el que difundían algunos programas de la cadena episcopal. De ahí que la disciplina interna –que Rajoy desea imponer sin estridencias—resulte imprescindible.

Hay un sector de la derecha que cree que el centrismo y el moderantismo, son una forma de acomplejamiento, de debilitamiento de los principios, de abdicación de valores. Semejante interpretación es sencillamente falsa: las convicciones más profundas que lleven a reformas estructurales de España, en lo social, en lo político y en lo económico, han de plantearse con un lenguaje, con una disposición y con una receptividad a la integración que sume, no que reste. Ese fue el mérito de Aznar que logró –nunca antes se había conseguido— que su investidura fuese votada por CiU y por el PNV.

Con estas recetas y algunos ajustes internos –si María Dolores de Cospedal gana en Castilla-La Mancha habrá que designar un nuevo secretario general—, Mariano Rajoy, tantas veces contemplado con una enorme displicencia e increencia en sus posibilidades, llegará a la Moncloa, luego de que en el PSOE se esté cocinando una considerable crisis en torno a la figura y la proyección futura de un Rodríguez Zapatero que con su imagen, su pretendido carisma, su supuesta cercanía, ha agotado su discurso y su credibilidad.

Ante este panorama –y siendo ya difícil que por la derecha salga una opción más dura que drene votos al PP— los conservadores centrados y firmes, pragmáticos como las huestes de Aznar en la primera de sus legislaturas, ganarán en 2012 y gobernaran solos o en compañía de otros. De por medio, muchos problemas e incógnitas, muchas convulsiones y desencuentros, pero ahora en Génova hay un modelo de acción política para ganar que pasa, además, por no pactar con un Gobierno como el actual que, como escribió José María Lasalle –secretario de Cultura del PP y portavoz en la Comisión correspondiente en el Congreso, cercano a Rajoy— “nos ha demostrado con hechos que teme la verdad y la esconde porque no se atreve a responder de ella ante la sociedad”. En cuanto al programa de medidas para gobernar, ya se desvelará. Cameron en el Reino Unido las cantó antes de tiempo y en seis meses ha perdido toda la ventaja acumulada sobre el Partido Laborista. Y Rajoy de esas cosas, también toma nota.