ESPAÑA, ENTRE LAS INCOHERENCIAS DE ZAPATERO Y EL DESGUACE INSTITUCIONAL

 

Artículo de José Antonio Zarzalejos  en “El Confidencial.com” del 14 de abril de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web

 

Asomarse a los medios de comunicación es un ejercicio de riesgo para la sanidad mental del lector, el oyente o el espectador. Mucho más lo es para el internauta. Porque lo hoy derecho, mañana amanece torcido; lo hoy incuestionable, es relativizado mañana; la decisión de ahora, se corrige después. Y nada, o casi nada, funciona. Como el lobo no terminaba de llegar y ahora está merodeando el rebaño, Zapatero ya le ha dicho al Financial Times que, ahora sí, es tiempo de austeridad y que hay que conseguirla “cueste lo que cueste” y Celestino Corbacho ha anunciado, nada menos que en The Wall Street Journal que “habrá reforma laboral”. O sea que un Gobierno que no vio venir -ni aceptar– la crisis, que se introdujo en una alocada espiral de gasto público y asumió el populista discurso de los “derechos sociales”, acude a los portavoces del capitalismo anglosajón para confesar que vuelve al redil de una engañosa ortodoxia.

La reforma laboral que el Gobierno plantea es un puzle: rebaja el coste del despido pero lo compensa con dinero público; se deja guiar por el modelo alemán para lograr flexibilidad horaria y movilidad, y por el austriaco para establecer fondos de cobertura para el futuro de los trabajadores. La patronal dice saber poco de esta presunta reforma -¿qué pasa con la jubilación a los 67 años?- y los sindicatos trastean a ver cómo salvan los muebles sin declararle a Zapatero una huelga general. Las vacaciones presidenciales en Doñana han hecho su efecto: la caída del PSOE en las encuestas era literalmente libre y entre las muletas del caso Gürtel y las fotos del coche eléctrico, el plan de infraestructuras, los pactos de Zurbano y, ahora, la reforma laboral, el Ejecutivo toma oxígeno aun a costa de desdecirse punto por punto de cada una de sus tradicionales tesis.

Fuera de la Moncloa, que se ha instalado en el autismo, el país es un auténtico manicomio: el Tribunal Constitucional ha alcanzado grados surrealistas en su patológico funcionamiento (¿); el Tribunal Supremo está siendo zarandeado por unos y por otros, no sólo con querellas a sus magistrados, sino también con arremetidas desde observatorios mediáticos que quieren rescatar a Baltasar Garzón del inminente banquillo (llega a escribirse sobre “la pervivencia del franquismo judicial”). Unas asociaciones argentinas, demandan -¿a quién?- ante sus tribunales por los crímenes del franquismo; la Audiencia Nacional -siete años después del cerrojazo al periódico- revoca el cierre de Egunkaria y sugiere que pudieron producirse malos tratos y torturas a detenidos (¡como en los años ochenta¡); la oposición acusa a unidades policiales de predeterminar pruebas contra el PP para enfangarle, más aún, en los casos de corrupción; el presidente del Congreso, José Bono, está en la picota a propósito de su abultado patrimonio; el Ayuntamiento de Vic se propone delatar a los inmigrantes irregulares que empadrone; el ministro del Interior -como hace décadas- instruye a la policía para que no vuelva  a cargar como lo hizo con los manifestantes del barrio valenciano de El Cabanyal -debe utilizar “la fuerza mínima necesaria”-; el presidente de los empresarios queda de nuevo en evidencia porque su liquidada aseguradora no la quiere nadie, ni regalada; las Cajas de Ahorros continúan sin avanzar en su necesaria reestructuración, con Isidro Fainé y Amado Franco en campaña electoral para presidir la CECA… y hasta podría ser que fuese cierta la hipótesis valleinclanesca de que desde el Gobierno de Esperanza Aguirre se ordenase espiar los movimientos de Manuel Cobo y Alfredo Prada.

¿Cuánto tiempo puede soportar esta permanente anomalía una sociedad en crisis como la española? ¿En qué momento quebrará todo este despropósito insensato y continuado de incoherencias y dislocaciones institucionales que convierten la política española en un manicomio? ¿Qué miedo intuye el Gobierno para dar estos bandazos sin convicción reformadora y con ánimo de simple apariencia? Preguntas sin respuestas. Ese es el problema: quienes nos gobiernan no tienen capacidad de respuesta; la crisis está por encima de sus posibilidades; la falta de creencia de los ciudadanos en la política podría ser irreversible y el sistema se está quedando viejo y ajado, sin versatilidad para estos tiempos de crisis. Si salimos de ésta, que saldremos, habrá que hacer un repaso serio de qué hemos hecho para llegar hasta esta sintomatología propia de una enfermedad psiquiátrica colectiva.

Y para que no falte la astracanada clerical, la Iglesia católica, a través del Osservatore Romano dice que los pecados de los Beatles, ante sus muchos méritos y “bellísimas canciones”, parecen ahora algo “lejano e insignificante”. Quizás Julián Marías no escribiría hoy su gran obra: España inteligible. Sencillamente porque no lo es. Vuelve a ser ininteligible.