LAS CARTAS DEL PSE

 

 Editorial de   “ABC” del 08/03/2005

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

UNO de los alicientes de la próxima campaña electoral vasca será conocer la estrategia del Partido Socialista de Euskadi para evitar que su programa sea percibido como una variación suavizada de las propuestas nacionalistas. Si un ciudadano desprevenido oyera que un partido vasco habla de «patria vasca», «comunidad nacional» y «consulta», pensará, con razón, que se trata de una formación nacionalista. Es a este tipo de ciudadano, de dentro y de fuera del País Vasco, al que la actual dirección del PSE tiene que explicarle que tales ideas, pese a estar en su programa político recién aprobado, sin votos en contra, no entrañan un nuevo proceso de alienación nacionalista, uno más que se uniría a los muchos que ya se han producido desde la instauración del sistema autonómico. Parecía que los partidos no nacionalistas habían llegado a la conclusión, cada uno por separado, de que la política de mimetizarse con el nacionalismo -en el lenguaje, en los símbolos, en la educación- no sólo no había generado más lealtad constitucional por parte de los nacionalistas, sino que había aumentado la hegemonía de éstos sobre el resto de los ciudadanos vascos.

Sin embargo, el PSE debería conocer los riesgos de intentar disputar al nacionalismo algunos de sus mensajes e ideas y en su propio terreno. La reciente historia de la Autonomía vasca no aconseja estos experimentos. El Estatuto de Guernica fue una norma de objetivos máximos y efecto federalizante. El Concierto Económico es un privilegio postforal, legitimado por la Constitución de 1978. Este patrón de institucionalizar la Autonomía vasca apurando los límites constitucionales no admite más revisiones. Y, sin embargo, los socialistas vascos parecen dispuestos a seguir aceptando que cuando el nacionalismo declara la caducidad de una norma o de una institución, todos tienen que acatarlo y jugar siempre con las cartas que reparten los nacionalistas. El resultado es la confusión y no, desde luego, la bisagra que, según Rodríguez Zapatero, unirá «las dos mitades» de la sociedad vasca. Ahora, el presidente del Gobierno, quien, en su día, declaró que su proyecto para el País Vasco era el proyecto de Nicolás Redondo, descubre el valor de la equidistancia frente al PP, por un lado, y el nacionalismo, por otro.

Sin embargo, en la situación política actual, afirmar, como hace el PSE, que el objetivo del Estatuto de Guernica era el «proyecto nacional vasco» y que su oferta electoral es articular la «patria vasca» y la «comunidad nacional» de los vascos, no da pie a la equidistancia y otorga una baza inmejorable al nacionalismo. Porque sería un error de concepto pretender ganarle terreno al PNV utilizando su política de gestos retóricos y su semántica.