LA DOBLE ESPERA

 

 Artículo de JOSEBA ARREGI en “El Mundo” del 04/11/2005

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web

 
El debate provocado por el proyecto de nuevo Estatuto para Cataluña, que ya ha sido admitido en el Congreso de los Diputados y que será debatido en los próximos meses, ha ocultado no sólo el debate presupuestario, que ha pasado sin pena ni gloria, como si a los españoles no les fuera nada en ello, sino también la cuestión vasca, que desde entonces ha pasado a un discreto segundo plano.

A pesar de todo, y aunque sea de la mano del mismo proyecto de nuevo Estatuto para Cataluña, la posibilidad de que ETA declare una tregua antes de fin de año ha vuelto a hacer acto de presencia en algunos medios de comunicación como lo que podría servir para desviar la atención del debate estatutario catalán.

La esperanza sigue ahí: en algún momento ETA va a anunciar la tregua, algún tipo de tregua. Todos los pronunciamientos políticos han afirmado, y siguen afirmando, que lo que esperan es que ETA anuncie su propia disolución como organización terrorista, el abandono definitivo del uso de la violencia y del terror, la entrega de las armas. Estamos a la espera. Y mientras los ciudadanos y los políticos esperan, ETA sigue amenazando, coloca bombas, sigue hablando su lenguaje, aunque parezca que grita menos -llevan más de dos años sin matar, se dice, y es verdad-, y no ha renunciado ni a su lenguaje de la violencia ni a sus pretensiones.

Seguimos, pues, a la espera. Con un pequeño problema que se puede convertir en un gran problema. Y es que de tanto esperar, de tanto tardar, de tanto sopesar, alguien pudiera llegar a pensar que lo que debiera ser el anuncio del cese definitivo de las acciones terroristas vaya a quedar en un anuncio de tregua. Y el anuncio de tregua vaya a venir vinculado a condiciones y tiempos, es decir, condicionada al hecho de que se produzca una división entre los partidos políticos, entre los demócratas. Es una consecuencia que siempre ha buscado ETA: debilitar al campo democrático, al Estado de Derecho, para poder conseguir mayores frutos para su causa.

Si lo que después de tanta espera llega es una tregua condicionada, el debate estará servido: unos verán razones para el optimismo, para la confirmación de su apuesta política. Otros verán la trampa que siempre ven en todo lo que tiene que ver con ETA y también con el nacionalismo. Y en esas turbias aguas democráticas ETA tratará de pescar con el mayor provecho posible para sus fines.

Curiosamente, las últimas bombas, débiles, de ETA explotaron al poco tiempo de que se conociera la nueva propuesta del PNV, el documento en el que ese partido fija su posición sobre la pacificación y la normalización.

También en este caso el documento venía a responder a una larga espera: desde que el PNV se fue del Pacto de Ajuria Enea -si bien no solo sino en compañía del PP- y caminó decididamente, sin que nadie le empujara a ello, hacia el acuerdo de Estella, lo cual supuso la ruptura de la unidad democrática contra ETA y la creación, en cambio, de la unidad de acción nacionalista, muchos esperábamos, y seguimos esperando, que el PNV encontrara el camino de vuelta.

A esa espera quiere responder el nuevo documento del PNV. Y la pregunta que se han hecho todos los políticos y todos los analistas es si realmente la espera ha valido la pena y el documento responde a una vuelta con todas las consecuencias. Y en esto las opiniones están también divididas. Desde la de ETA, que afirma que no se dará por satisfecha con una remodelación del Estado autonómico, pasando por la de quienes han visto pasos sustanciales o la de quienes han percibido una rendición ante ETA.

Lo cierto es que en el nuevo documento del PNV aparecen elementos que se habían borrado del discurso nacionalista en los últimos largos años. El PNV da el paso de una condena de la violencia de ETA sin paliativos. Afirma que el terror de ETA ha supuesto graves daños a la causa nacional (sic). Coloca el respeto y la memoria de las víctimas en un plano en el que no lo había puesto desde hace años: como elemento integrado estructuralmente en su discurso, y no un añadido engorroso. Dice del pluralismo de la sociedad vasca que no es un problema, un estorbo, sino un valor positivo. Reclama un consenso para definir jurídica-institucionalmente la sociedad vasca, un consenso que sea más amplio que el del Estatuto de Gernika.

Pero, y aquí está el problema que obliga a seguir esperando, lo condiciona todo al reconocimiento del derecho de la sociedad vasca a decidir. Con lo cual vuelve a diluir el valor del reconocimiento de la pluralidad de la sociedad vasca, pues esa pluralidad no se refiere a las distintas creencias religiosas que puedan tener los vascos o a su alineamiento político en el eje derecha/izquierda, sino que se refiere precisamente a la consideración de Euskadi como sujeto político en exclusiva o en integración en un sujeto político más amplio.

La reclamación del derecho a decidir de los vascos quita valor al reconocimiento que se hace en el documento del daño infligido por el terror de ETA a la causa nacional: ese daño por lo visto no ha deslegitimado ni sobrecargado de dificultades la meta de ETA, su proyecto político, que es precisamente blindar el derecho a decidir de los vascos.

Y la reclamación de ese derecho hace que el respeto exigido para las víctimas no extraiga sus últimas consecuencias: con cada asesinato ETA ha hecho ética y políticamente imposible su proyecto político y cualquiera que se parezca a él.

No basta con colocar las dos almas del PNV una junto a otra.No basta con redactar un documento que puedan firmar al mismo tiempo Josu Jon Imaz y Joseba Egibar. No basta con afirmar en el mismo papel, de forma yuxtapuesta, la reclamación del derecho a decidir de los vascos -el derecho de autodeterminación- y la voluntad de pactar el ejercicio de dicho derecho. Una vez reconocido el derecho, no existe ninguna garantía de que quien ha conseguido que se le reconozca el derecho vaya a atenerse a la promesa de pactar su ejercicio. El PNV tiene que entender de una vez que el pluralismo paternalista no es una base adecuada para construir el futuro de Euskadi: reconocedme un derecho que lo defino yo solo, sin contar con quienes no ven o no entienden así dicho derecho y luego seremos buenos y respetaremos a todos.

Esa incongruencia la tiene que aclarar el propio PNV, no depende de la exégesis más o menos abierta que puedan practicar los demás partidos políticos y que según Imaz debe ser abierta: el problema lo debe arreglar el PNV y no pedir a los demás que se lo resuelvan a través de su interpretación.

Seguimos, pues, a la espera. De momento ya tenemos la aportación exegética del lehendakari: el derecho a decidir de los vascos no significa un reconocimiento efectivo de la pluralidad de la sociedad vasca, del derecho de todos los vascos, también de los no nacionalistas, a definir política, jurídica e institucionalmente Euskadi, puesto que él ya ha decidido que España existirá sólo mientras y en la medida en que así lo quieran las naciones que no son España. Es la forma de entender la frase de que España es plural desde el olvido, la ignorancia o el ocultamiento de que también Euskadi, y me imagino que Cataluña, es plural de la misma forma, o más profunda, que España.

Y sabemos, porque nos lo ha comunicado, que ETA no se satisfará con menos. ¿O va a resultar que sí, que va a ser más racional que el PNV? Seguimos con la doble espera y con más intriga que nunca, si cabe.

Joseba Arregi fue portavoz del Gobierno vasco con el lehendakari Ardanza y es autor del ensayo La nación vasca posible.