LA CRIATURA

 

 Artículo de EDURNE URIARTE  en  “ABC” del 19/04/05

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

EL análisis más asombroso que he escuchado tras las elecciones autonómicas vascas es ése que proclama el fin del soberanismo. Y no ha desmerecido en fantasía ese otro mucho más generalizado que ha sentenciado el fin del Plan Ibarretxe. Increíble si tenemos en cuenta que los soberanistas, es decir, los que pretenden ejercitar el derecho de autodeterminación, suman, lamentablemente, 39 escaños, a los que hay que añadir, claro está, los tres de IU. Y de un optimismo desbordante, si nos tomamos la molestia de recordar que el Plan Ibarretxe ha contado con el visto bueno de ETA y, por lo tanto, de sus nuevos representantes parlamentarios.

Otra cosa es que la posición de Ibarretxe es mucho más incómoda y complicada y, sobre todo, nada calculada, porque ahora su proyecto soberanista está en manos de ETA cuando era él quien pretendía quedarse con los apoyos de los terroristas. Pero esta sorpresa amarga que le ha deparado el destino se debe a su entera responsabilidad. Porque la nueva criatura que ha salido de las filas proetarras ha sido engendrada, alimentada y engordada por los nacionalistas.

Durante años, los constitucionalistas han pedido, suplicado y exigido a los nacionalistas vascos colaboración para aislar al brazo político de ETA. Y su respuesta no sólo ha sido la defensa cerrada de Batasuna, en contra de la ley y en contra de los principios democráticos. Aún peor, porque los nacionalistas firmaron el Pacto de Lizarra con los propios terroristas y, desde entonces, su discurso y sus decisiones han coqueteado descaradamente con la órbita radical.

Aquello que la ley de partidos lograba los nacionalistas lo deshacían inmediatamente con su cerrada defensa de los «derechos» de los asesinos y de sus cómplices. Se ha tratado de un concienzudo trabajo para mantener la legitimidad social del brazo político de ETA, para protegerlo de la ley y para ofrecerle un cómodo sillón en el centro de la política vasca.

Eso sí, sus esfuerzos pretendían quedarse con el voto radical, y el trasvase de voto batasuno a la coalición nacionalista en 2001 pareció avalar esa estrategia. Y tanto siguieron mimando a la criatura, que la criatura se creció y consideró que ya no necesitaba entregar su voto útil a nadie, que ya estaba lo suficientemente fortalecida para condicionar ella solita la política vasca.

Falta añadir que ésta es una película de terror y que la criatura es un monstruo, enormemente peligroso para los demócratas que persisten en expresarse en el País Vasco. Pero al nacionalismo le ha dado lo mismo, sobre todo cuando ha necesitado sus votos para continuar en el poder. Y el Estado de derecho ha sufrido una grave afección ocular que le ha impedido ver lo que todos los demás hemos distinguido nítidamente en la pantalla. En estos momentos de la película, la criatura se ríe a grandes carcajadas de todos, incluidos los indefensos y atribulados espectadores.