Contra el fatalismo

 

 Artículo de Antxón Sarasqueta en “La Gaceta de los Negocios” del 12-4-05

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 Es una interrogante que desde hace tiempo me mueve a la curiosidad intelectual y a la reflexión humana, y que vuelve a surgir ahora, al ver que los candidatos del PP vasco se dirigen a los socialistas para pedirles su voto.

“Vosotros sabéis mejor que nadie que somos los únicos que vamos a defender la Constitución y el Estatuto, darnos vuestro voto en estas elecciones”, les dicen sus amigos populares.

Es una petición lógica. Que tiene sentido desde una perspectiva teórica y práctica. Los socialistas constitucionalistas que han sido apartados por la actual dirección socialista saben que Zapatero ha encaminado su estrategia a pactar con los nacionalistas.

Para que no quepa duda alguna, el jefe del Gobierno les acaba de ofrecer públicamente a los nacionalistas y a ETA cumplir una de sus demandas: poner fin al actual Estatuto de autonomía, y celebrar un referéndum que conduzca a una mayor independencia del País Vasco.

Objetivo compartido por los que garantizan su apoyo a Zapatero para que siga en el poder, desde dentro del PSOE (Maragall) y desde fuera (IU y ERC).

Todo ello forma parte de un proyecto rupturista y de un cambio de régimen que tiene en el modelo de gobierno tripartito (radical, de izquierdas, e independentista) su eje-motor.

Los constitucionalistas del PSOE saben que, si eso gana, ellos están perdidos. Pero saben algo más, que ellos mismos vienen denunciando desde hace muchos años: las libertades sufrirán un retroceso todavía mayor.

Esto es precisamente lo que hace que muchas gentes de izquierdas, constitucionalistas y españolistas, vayan a dar en esta ocasión su voto al PP. A la candidatura que encabeza
María San Gil. Algunos de ellos están indignados con Zapatero, porque no ha unido a los constitucionalistas, les ha separado.

Pero volvamos a la pregunta con la que iniciaba este artículo. ¿Por qué el coraje que tiene una persona para enfrentarse al terrorismo no lo tiene para enfrentarse a su partido, a pesar de saber —porque así lo dice— que lo que está haciendo puede favorecer los intereses del nacionalismo y de los terroristas?

José Ortega y Gasset hablaba de la vida humana como de una “extraña realidad”. Suele decirse a este respecto y con razón que cada hombre “es un mundo”.

Ese espacio de complejidades que es el hombre y su entono no aconseja simplificar las cosas. Aconseja observarlas en su sencillez para tratar de comprenderlas.

En este caso se trata del dilema al que se enfrentan quienes se plantean votar a un partido como el popular, que no es el suyo, o que no es el que han votado tradicionalmente por su origen personal de izquierdas.

¿Como se resuelve este dilema en otras democracias? No es un dilema habitual, porque una democracia desarrollada tiene en el voto la libertad sagrada del individuo, y éste no decide sólo en función de la ideología del partido o de su militancia, sino del compromiso que adquiere ante el electorado.

En una democracia se hace lo contrario de lo que está diciendo Patxi López en la campaña vasca: usted vóteme y en función de los resultados ya veremos lo que hacemos. Lo democrático es que cada partido adquiera unos compromisos y que el elector decida en función de ello.

Por tanto, para un socialista vasco que defiende el constitucionalismo el dilema de fondo no es tanto votar al PP o no, sino ejercer la democracia en libertad.

Para luchar contra el terrorismo y cualquier forma de totalitarismo no basta con manifestarse o con hacer declaraciones de condena: sobre todo hay que cumplir los fundamentos de libertad y la democracia, el primero de los cuales es votar en libertad por aquello en lo que se cree en esos comicios.

En democracia todas las elecciones son cruciales, porque se decide el gobierno del pueblo, y de ello dependen buena parte de la vida cotidiana y de nuestro porvenir como sociedad.

Estas elecciones vascas también lo son, porque en ellas, además de un gobierno y de unos representantes al Parlamento, se decide el futuro de la libertad. No sólo porque los nacionalistas han puesto sobre la mesa un proyecto separatista, sino porque ese proyecto esconde un cambio de régimen político de signo totalitario.

Es un proceso que viene de lejos, pero nunca ha estado tan claro a la hora de presentar al electorado las opciones sobre las que decidir. Por eso hay una responsabilidad añadida en el voto: no hay una realidad engañosa.

Hay que decidir sobre algo que está muy claro. Sé que hay quienes todavía se refugian en el fatalismo de un futuro difícil, pero el fatalismo es hijo de la impotencia.

Para los constitucionalistas vascos el dilema no es el partido al que votar, sino hacerlo por quien tengan la seguridad que va a defender la Constitución.