AVISOS Y BOMBAS

 

 Artículo de PEDRO UGARTE en “El País del País Vasco” del 18-12-04

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

Basta que Batasuna haga a mediados de noviembre una tímida y pacata variación en su discurso para que ETA vuelva a poner las cosas en su sitio, lo cual significa volver a poner las bombas donde sea. Quizás esa ha sido la mejor prueba de que Batasuna cuenta tan poco como poco había que celebrar de la intervención de Otegi en Anoeta. La intervención vino precedida de la explosión de un paquete bomba, y muchas han sido después las bombas, o sus avisos, que han trastocado la convivencia de la ciudadanía en diversos puntos del Estado. A ello se han unido ataques y pintadas sobre la sedes de un amplio espectro de partidos, en un nuevo recordatorio de que, al fin y al cabo, todos los que no están con ellos deben ser objeto, en uno u otro grado, de una irremediable hostilidad.

Hace mucho tiempo que la abrumadora mayoría ya ha perdido toda esperanza en cualquier clase de negociación con cierta gente (más allá de esa negociación "técnica" a la que daría lugar una definitiva entrega de las armas), pero el empeño de ETA por cerrarse las puertas a sí misma está acabando con la paciencia de los últimos bienintencionados. Recientemente Josu Jon Imaz habló de unos fascistas sin que nadie dudara de a quién se refería, y quizás ya va siendo hora de que ese lenguaje, que otros utilizan con naturalidad desde hace tiempo, se extienda, con todas sus consecuencias, a los portavoces del nacionalismo democrático. No se entiende qué tipo de fraternidad nacional puede condicionar a un demócrata hasta el punto de subordinar la libertad de todos a la indigencia política y moral de algunos de sus compatriotas.

No hay otro término que el de fascismo para quien legitima en voz alta la violencia política, lanza brigadas de jóvenes a provocar desórdenes públicos, liquida físicamente a los contrarios y desliza toda suerte de amenazas sobre quienes piensan distinto. No hay otro término y no parece impertinente utilizarlo. Durante mucho tiempo, la izquierda se acostumbró a esgrimir el término fascista como insulto (que utilizó además con alegría, durante las décadas más crudas, en contra de cualquier alérgico al marxismo), pero convendría recuperar su uso, y no como insulto, sino como mera constatación de una realidad política evidente. A los caracteres anteriormente descritos, el mundo eufemísticamente denominado "radical" ostenta muchos otros caracteres propios de los movimientos fascistas: base social interclasista, escuadras callejeras, sección sindical encargada de armonizar intereses nacionales con intereses de clase, constante recurso a la jerga terminológica de izquierdas, etc. La célebre Koordinadora, que lideró en su momento el movimiento, se llamó durante mucho tiempo abertzale sozialista, denominación a tiro de piedra de la que ostentaba el partido de Adolf Hitler.

Si esto no es fascismo, sería difícil encontrar algo tan parecido. Convendría, en todo caso, recordar que el fascismo político se guía por una absoluta desinhibición que le hace priorizar sus objetivos por encima de cualquier escrúpulo político o moral. También en eso el parecido es horriblemente fiel. La izquierda se ha obstinado históricamente en olvidar los caracteres del fascismo que más le incomodaban: su carácter popular, incluso su franca aceptación en ciertos sectores de la juventud o de las clases medias y bajas, insistiendo en la idea de que los partidos fascistas habían sido, desde el principio, exquisitas construcciones organizativas inspiradas por el gran capital. Pero ese era otro espejismo. El auténtico fascismo, mal que les pese a muchos progresistas, se nutrió más de las clases populares que de la siempre prudente y reservada alta burguesía. Las minorías de desclasados que genera inevitablemente la militancia en ETA o la mera kale borroka en poco se diferencian de los aventureros, militares sin trabajo, huérfanos de hecho, pequeños maleantes y estudiantes conflictivos que nutrieron las SA de Hitler. Parece mentira que tanto tiempo se haga necesario para vislumbrar tan evidentes simetrías.