VIVIR BIEN A COSTA DE LOS DEMÁS

 

 Artículo de Aleix VIDAL-QUADRAS en  “La Razón” del 11/03/2005

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

  

En su gloriosa comparecencia en el Congreso de los Diputados para defender su plan, el lehendakari, en un ejercicio de asombrosa impudicia, alardeó ante sus todavía compatriotas que le escuchaban consternados

desde sus escaños, de estar a la cabeza del Estado en renta familiar disponible y de tener el máximo de tasa de empleo de su historia. Lo que Ibarretxe no mencionó fueron los motivos de situación tan halagüeña. Si en el País Vasco se disfruta de prosperidad, a pesar del terrorismo, es gracias a un sistema fiscal privilegiado reconocido por la Constitución española y plasmado en su Estatuto de Autonomía. No hubiera sido ocioso

que el inquilino de Ajuria Enea hubiera recordado en su cínico discurso que su Comunidad dispone de recursos territoriales que alcanzan los tres mil ciento cincuenta euros por habitante, mientras que Madrid dispone de mil setecientos cuarenta; la Comunidad Valenciana, de mil setecientos cincuenta, Baleares de mil

ochocientos, y Cataluña de mil novecientos veinte. Es decir, que comunidades ricas cuya renta es netamente superior a la media española y que, por tanto, contribuyen a las arcas públicas en una proporción también más alta, reciben una financiación inferior a otras que, como Andalucía, Galicia y Castilla-La Mancha, generan un producto bruto inferior y recaudan menos impuestos. Este curioso fenómeno se llama solidaridad, que es una palabra que no figura en el vocabulario peneuvista.

En virtud del famoso cupo, los nacionalistas vascos, que llevan ya un cuarto de siglo instalados en el machito, se pueden permitir la sangría que representa ETA y encima gozar de un satisfactorio bienestar. La pregunta que surge de inmediato es: si una sociedad prisionera de una banda mafiosa que ahuyenta la inversión y manda al exilio a decenas de miles de empresarios competentes y de profesionales cualificados navega en tal abundancia, ¿cuál sería su situación económica si el crimen organizado dejara de controlarla políticamente?

Pues, sin duda, se saldría del mapa y se colocaría en cabeza de las regiones más afluentes de Europa. Pero los vascos, encerrados con su juguete sangriento, no son capaces de abrir los ojos y liberarse del miedo que les

atenaza.

No deja de ser ilustrativo que la «balanza comercial» del País Vasco con el resto de España sea deficitaria en cuatro mil quinientos millones de euros. Este secesionismo parásito chupa la savia de la nación que le alberga y le alimenta al mismo tiempo que siembra en ella la destrucción y el dolor. Sin embargo, hay datos de largo alcance que muestran una tendencia regresiva. Hace veinticinco años el producto interior vasco era el 7,5 por ciento del español y hoy es del 6,3, y su población era un 5,5 por ciento del total nacional y actualmente

ha bajado a menos del 5 por ciento. Ahora bien, mientras España afloje la bolsa en Peneuvelandia se seguirá viviendo de cine... a costa de los demás.