LA LEYENDA DEL SANTO DIALOGANTE

 

 Artículo de GERMÁN YANKE  en  “ABC” del 11/04/05

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 El presidente Zapatero quiere la paz en el País Vasco: «el final de la violencia se ha convertido en mi gran empeño como presidente y todos los días dedico tiempo a este problema», dice en la entrevista publicada este fin de semana en El Correo y ABC. Ahora sabemos mucho más de la lucha contra el terror y, tanto por reflexión como por experiencia, constatamos que el uso enérgico de los instrumentos del Estado de Derecho resulta eficaz. Poner a los terroristas a disposición de los tribunales, facilitar la acción de estos y estrangular las ramificadas y sinuosas bandas violentas, a lo que el PSOE ha contribuido con el Pacto Antiterrorista, ha sido una estrategia acertada tanto desde el punto de vista de los principios democráticos como desde el de los resultados. Convendría, por tanto, insistir en la estrategia y dedicarle el tiempo que sea necesario.

Pero al presidente del Gobierno, imbuido quizá en su leyenda de entregado y santo dialogante, parece saberle a poco. En este sentido, ha venido reiterando que está dispuesto a dar una oportunidad política a Batasuna con la única condición de que reniegue de la violencia y, en la citada entrevista, añade que, calladas las armas, «sabrá escuchar», «podrá dar muchos pasos» y se pondrán en marcha «mesas y hasta tablas de diálogo». Resulta doblemente paradójico. Al parecer, en las circunstancias actuales la decisión de que Batasuna no concurra a las elecciones vascas corresponde a los tribunales de Justicia. Tras una declaración meramente formal -«sólo tres palabras», pide Zapatero-, el asunto quedaría en manos del generoso presidente del Gobierno. Y, ahora, esa voluntad de diálogo infinito y de carrera emocionada hacia el futuro, se diría que revela, a juicio de Zapatero, que lo que ETA y sus secuaces pretenden es más inconveniente que pernicioso. Inconveniente, por el terrorismo. Pernicioso no tanto, porque, tras el abandono de las armas, todo resulta negociable en mesas y tablas, en todo se pueden dar grandes zancadas. «Tendré dos prioridades -añade-: hablar con todos los partidos y no perder la oportunidad».

Toda buena voluntad exige un diagnóstico adecuado y el presidente debería recordar, ya que le gusta citarle, que Mario Onaindia, que al fin y al cabo había estado en el vientre de la serpiente, insistía en que, en la hora presente, no hay en el País Vasco ningún proyecto nacionalista democrático. Recordarlo, en primer lugar, para saber qué se negocia y hacia dónde se avanza más allá de la retórica del santo laico que a todos acoge y a todos premia. El proyecto de ETA (y de Batasuna, que es el mismo) tiende al totalitarismo y a la dictadura etnicista y, precisamente por ello, la violencia forma parte de su ideología. El de Ibarretxe, como ha dicho José Antonio Zarzalejos, es el mismo por otros medios, incluida la injustificable presión antidemocrática, ya que la violencia, siempre presente como referente de lo que hay que hacer, la ejercen otros. Otros que se han convertido en socios.

Quizá al presidente le cueste reparar en estas evidencias, o reconocerlas públicamente, por su preocupación teatral, es decir, por su empeño -al que, sin decirlo, parece que también dedica su tiempo diario- a colocarse en el escenario lejos del PP. Pero no debería pensar, a mi juicio, que el nacionalismo hace lo mismo por idénticos motivos, es decir, que el Plan Ibarretxe y sus complementos políticos cotidianos no son más que un proyecto, como dice, «antagónico con el Gobierno del PP y con Aznar». Es antagónico con la libertad y, si además de a la paz, dedica su cuarto de hora diario a la libertad en el País Vasco, Zapatero, irremediablemente, tendrá enfrente a todos esos nacionalistas con los que le gustaría caminar.