HÁBITOS DE MAL PAGADOR

 

 Artículo de Fernando Onega en “La Voz de Galicia” del 21/01/2005

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

Este cronista escribe desde Madrid, como delata el título de esta sección. Tiene sus ojos hechos a otras luces y conspiraciones. Pero debe confesar ante vos que, cada día que abre el periódico por las páginas de Galicia, se ve obligado a preguntar: ¿por qué aguantamos tanto? ¿Por qué nos torean de esa manera? No pasa una semana sin que haya que denunciar algún incumplimiento, alguna insuficiencia, incluso algún menosprecio. Como hay cosas que no tienen explicación, empiezo a pensar que en el triángulo (no amoroso) que forman Fomento, Plan Galicia y Xunta, dichos sean por orden alfabético, alguien echó mal de ojo.

La semana pasada, al ver los devaneos del ferrocarril, ya nada parecía normal. Pero pasan unos días, y nos encontramos con la extraña aventura de la autovía Ferrol-Vilalba, en su tramo desde Cabreiros a la capital de la Terra Cha. Si se me ocurre contar en la radio que un día el Ministerio de Fomento se comprometió a correr con su coste; que se destinó a ese fin 40 millones de euros; que ese dinero nunca se gastó; pero que al final el mismo ministerio se niega a la construcción de ese tramo porque no tiene dinero, los oyentes llamarían a la emisora preguntar si han empezado las bromas de carnaval.

Como ustedes saben muy bien, no es eso. Lo único que ocurre es que ha cambiado el equipo directivo del Ministerio de Fomento. Y, como siempre, porque comer y rascar todo es empezar, la nueva ministra siempre tropieza en Galicia. Doña Magdalena Álvarez quizá sufra un castigo de sus antepasados galaicos, y tiene la desgracia de que, cada vez que toca un asunto de esta tierra, se le convierte en una bomba. Una bomba que estalla en nuestras manos, naturalmente. Poco a poco se van cayendo proyectos, y ahora la culminación de la mala fortuna se encuentra en 14 míseros kilómetros de una carretera. El tramo « huérfano », se escribía ayer, porque se quedó sin padres conocidos.

Algunos pensábamos que los compromisos políticos verbales pueden ser volátiles, porque las palabras vuelan, y hemos aprendido a disculparlo. Pero este compromiso de hacer y pagar ese tramo de autovía está escrito. Y firmado. Y lleva un sello oficial. ¿De qué sirve? ¿Sólo es válido si no cambia el gobierno? Si hay un relevo del Ejecutivo porque hubo elecciones, todos los pactos, contratos y protocolos anteriores, ¿dejan de ser asumidos por el nuevo equipo?

Escribo estas preguntas desde la decepción que siento como gallego. Si me pongo en el papel habitual de analista político, tendría que decir algo más solemne: si los ministros incitan a desconfiar de promesas y contratos, dispónganse los gobiernos a perder todo crédito social. No lo merecen cuando tienen comportamientos de mal pagador.