UNA VICTORIA CON CONSECUENCIAS

 

 Editorial de   “La Razón” del 20.06.05

 

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

A falta de escrutar el voto de los emigrantes, todo apunta a que el PP podría revalidar su mayoría absoluta en las elecciones gallegas celebradas ayer, que han registrado una participación tres puntos por encima de los últimos comicios autonómicos. En contra de lo vaticinado por encuestas y sondeos (salvo el publicado por LA RAZÓN), incluidos los realizados ayer mismo a pie de urna, la candidatura encabezada por Manuel Fraga ha alcanzado su quinta victoria hegemónica y proyecta a los populares hacia otros cuatro años más al frente del Gobierno gallego, como viene ocurriendo desde hace quince.

Arropado por los principales dirigentes de su partido, empezando por Mariano Rajoy, Fraga ha ofrecido un magnífico ejemplo de político al servicio de sus ideas, de su comunidad y de su partido. Buena parte del éxito cosechado ayer por el PP se debe, sin duda alguna, a esta carismática personalidad que ha derrochado coraje

y sabiduría.

Pero no asistimos sólamente a la victoria de Manuel Fraga. El de ayer ha sido además el triunfo de un  programa de Gobierno y de un partido que, tras perder el pasado año las elecciones generales en unas circunstancias excepcionales, confía en retomar el camino tan abruptamente interrumpido. La victoria de ayer, en suma, es también la victoria de Mariano Rajoy, que en poco más de quince meses ha sido capaz de consolidar su liderazgo al frente del equipo derrochando inteligencia y buen criterio. Al presidente del

PP se le abre desde hoy un dilatado horizonte de dos años sin elecciones (salvo adelanto en Cataluña

o de las generales), tiempo suficiente para profundizar en su programa y fortalecer su partido como alternativa segura de Gobierno. El PP es depositario de diez millones de votos y una encomienda de estas proporciones exige prudencia, responsabilidad y confianza en las propias fuerzas, como ha quedado meridianamente demostrado ayer. Nada más lejos de los plateamientos apresurados y de las actitudes pusilánimes.

En el lado opuesto, los resultados de ayer no son una buena noticia para Rodríguez Zapatero. El dirigente socialista confiaba en mantener su buena racha electoral (en el supuesto de que se considere buena racha no haber ganado por sí solo ninguna de las últimas cuatro citas electorales), pero la consecha no puede calificarse de éxito pese al aumento de escaños obtenido por Touriño. Quiéralo o no, Zapatero debe admitir que ha sido incapaz, por más que se implicó intensamente en la campaña, de vencer a un veterano político que lleva gobernando desde 1990.

Lo cual, aún siendo mérito del vencedor, habla bien a las claras de la inconsistencia de la alternativa.

Descontada la cita electoral vasca por sus peculiares características, Galicia se presentaba como el campo de batalla idóneo en el que PP y PSOE se medirían las fuerzas tras las generales del marzo de 2004. Durante estos últimos quince meses, la sociedad española ha ido descubriendo lo que se escondía tras la oferta de Zapatero: inconsistencia en política exterior, incoherencia en política interna, hasta el extremo de provocar tres masivas manifestaciones de protesta, y aventurismo con algo tan delicado como es el modelo constitucional. Ayer, en Galicia, además de votar por su gobierno autonómico, también se votó con la mirada puesta en el Gobierno de España.