LOS PARTIDOS SOCIALISTAS, EN CRISIS INTERNA O EN CAÍDA ELECTORAL EN LA MAYOR PARTE DE EUROPA

 

 Informe de J.P. Quiñonero, Juan Vicente Boo, Emili J. Blasco, Ramiro Villapadierna y Carmen Villar Mir en “ABC” del 04.06.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el  Informe que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

MADRID. ABC

Si la simbólica caída del muro de Berlín fue preludio de una amenazante década de los 90 para la izquierda, los primeros años del siglo XXI han desembocado en crisis: el concepto de socialismo y el estado providencia, su máxima expresión, están en manos del mundo globalizado. Como apuntaba recientemente un socialista devenido en socialdemócrata, Tony Blair, en «The Economist», las nociones cerradas de derecha e izquierda se han diluido en favor de la dialéctica global/no global. Por eso, hoy, la crisis ideológica es también crisis de los partidos socialistas, que recetan fórmulas caducas o, en el mejor de los casos, por razones estratégicas, algunas tomadas de los planteamientos más liberales. Además de la reciente derrota del PSOE en las municipales españolas, el balance europeo es que: el PS, a la deriva en Francia; el laborismo, en picado en el Reino Unido; el SPD, eclipsado en Alemania en favor de Merkel; en Italia, Prodi mantiene el barco a duras penas con la «ayuda» de los comunistas, y en Escandinavia, el pinchazo del estado de bienestar deja a los socialistas sin mensaje.

 

Francia

Todos contra todos

 

El PS francés atraviesa su crisis más grave desde la guerra de la independencia de Argelia (1954-62), cuando el socialismo se hundió en el precipicio de las expediciones neocoloniales.

El PS actual nació en el congreso de Epinay de 1971, cuando Mitterrand (que nunca había sido socialista) se convirtió en su líder con una doctrina estratégica (la ruptura con el capitalismo) y una táctica de conquista del poder (la unión de la izquierda).

Hoy, el PS está huérfano de doctrina y enfrentado entre partidarios y adversarios del giro a la izquierda o el recontraje socialdemócrata. Las últimas elecciones presidenciales han enterrado toda esperanza de reconstrucción: los comunistas están hundidos y las familias socialistas se han dividido en numerosas capillas.

Sin doctrina conocida, sin estrategia ni perspectivas de reconquista del poder, el PS también es víctima de enfrentamientos entre sus «elefantes» (personalidades históricas) y su derrotada candidata a la presidencia, Ségol_ne Royal.

A la espera de los resultados de las próximas legislativas, del 10 y el 17 de junio próximos, el PS oscila entre varias alternativas: Henri Emmanuelli evocó la posibilidad de fundar un nuevo partido «a la izquierda»; Royal coquetea con la posibilidad de fundar otro partido, «popular», y Strauss-Kahn propone una «refundación».

 

Italia

La refundación

 

El frente socialista italiano, multicolor y desordenado, intentará superar su crisis creando este otoño un nuevo partido, el Partido Democrático. Como indicador de la crisis del centro izquierda -en el Gobierno desde hace un año- basta ver el rostro de Romano Prodi la mayor parte de los días, crispado por sus propios aliados.

Como en el país de Maquiavelo el término «socialista» quedó muy manchado por los escándalos de Bettino Craxi, es necesario acudir a los grupos del Parlamento Europeo para saber quién es socialista en Italia. Y en el PSE se descubre a los 12 eurodiputados de los Demócratas de Izquierda, así como a los dos del Partido Socialdemócrata Italiano.

Ese arco central del socialismo italiano formado por los Demócratas de Izquierda -que abandonaron la palabra «partido» en las sucesivas metamorfosis del antiguo Partido Comunista Italiano- está en fase de reconstrucción. El gran proyecto es fundirse con La Margarita, un partido centrista que nació inspirado por Prodi y que tiene como líder a Francesco Rutelli, antiguo alcalde de Roma y actual ministro de Cultura, a quien se podría calificar de centrista o de democristiano, aunque la primera parte de su carrera política la vivió en el Partido Radical.

 

Reino Unido

Contra las encuestas

 

Gordon Brown, que sucederá a Blair como primer ministro el día 27, ha situado las próximas elecciones generales en 2009, negando así una inmediata llamada a urnas para revalidar su acceso al cargo. Aunque revelar sus intenciones fue un lapsus -luego se corrigió con un «cuando las elecciones tengan lugar en el futuro»-, está claro que Brown pretende consolidarse al frente del Gobierno e intentar darle la vuelta a las encuestas, que mantienen a los conservadores por delante.

Los laboristas se encuentran en el peor momento desde que hace diez años llegaron al poder, en medio de una crisis de conexión con la ciudadanía. Brown admitió ayer que, como sucedió en los años 80 durante la era Thatcher, están fallando en «escuchar a la gente».

El Partido Laborista ha prescindido de la marca «New Labour» en sus comunicaciones oficiales, sin esperar a que Blair abandone el puesto, y Brown ha anunciado un cierto punto y aparte respecto a su antecesor, en los contenidos y en las formas, para superar el tedio con que los electores parecen acoger la prolongación laborista en el Gobierno.

A los laboristas les salva de momento la unidad con que están procediendo al relevo. Además del apoyo abrumador que le dieron los diputados del grupo parlamentario -sin la emergencia de ningún contrincante, por lo que Brown ya fue confirmado como líder y primer ministro-, el canciller del Tesoro también está recibiendo el espaldarazo de las bases: 407 de las 633 agrupaciones han suscrito sus aspiraciones.

 

Alemania

Desasistidos

 

El declive del SPD, hermano mayor de tantas socialdemocracias europeas, y la preocupante estampida de afiliados, empezaron con los propios gobiernos del SPD, bajo Schröder, y no han remitido tras su pérdida del poder y reingreso como socio menor en la coalición de la democristiana de Merkel (CDU). Ahora que el paro cae hasta el 9% y se enjuga el déficit, la CDU cabalga sobre el éxito mientras el SPD anda a los pies de los caballos. Ha llegado a tener cuatro presidentes en año y medio, y el actual Kurt Beck, muy popular en su región pero inexistente fuera de ella, es seriamente cuestionado. «El éxito tiene muchos padres pero la derrota es huérfana», lamenta a este diario el ex ministro del Interior y veterano del SPD, Otto Schily. Su partido no logra aprovechar la emergente recuperación alemana, debida en gran medida, según análisis coincidentes, a las reformas emprendidas por el último gobierno rojo-verde de Schröder y que, por tardías, enterraron sin embargo políticamente al canciller socialdemócrata. Las incursiones de Beck en política internacional han sido sonrojantemente provincianas, y los intentos del SPD de desmarcarse de la sombra de una rampante Merkel, con roces continuos sobre ayudas infantiles, política energética o de seguridad, le han salido al partido por la culata, con una caída hasta un 25%, frente al 35% de la CDU. La mayor distancia desde la formación de la gran coalición hace dos años. La necesidad de marcar distancias ha provocado que el gobierno federado de Bremen rompiera recientemente con la CDU para ensayar un acuerdo con los verdes que les dé otro perfil.

 

Escandinavia

Adiós al bastión

 

En los países nórdicos, la socialdemocracia ha dejado deser el partido dominante después de seis décadas. Víctimas de su propio éxito, los socialistas vieron desaparecer las distinciones de clase que habían sustentado su movimiento. Al extremar las comodidades sociales, se agotaron las posibilidades que las proporcionaron.

Hoy, en Dinamarca, Islandia, Finlandia y Suecia, cuna de la socialdemocracia como sistema político, gobierna el centro conservador. Sólo en Noruega, los socialistas, muy en minoría, forman parte de un ejecutivo centrista. El papel de las industrias para generar riqueza fue subestimado siempre por los analistas de ciencias sociales. Se consideraron en posición de desventaja, con impuestos elevados y azotadas por las nacionalizaciones. Eso llevó a contraataques neoliberales contra el crecimiento de la administración pública. Aprendiendo de los males pasados y tras el convencimiento de que el Estado perfecto es una utopía, se ha considerado urgente cambiar el modelo y mantener los conceptos individuales, y no colectivos.