LA ALIANZA ANTISISTEMA

 

 Artículo de Gustavo DE ARÍSTEGUI en “La Razón” del 21.08.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

El derribo del muro de Berlín y la disolución del Bloque Soviético dejaron huérfanos a muchos radicales de izquierdas del mundo que durante años no han encontrado apoyo en nada ni nadie que ellos creyeran capaz de oponerse a sus odiados enemigos de Occidente, del que una gran mayoría de ellos forma parte. El Bloque Soviético era una dictadura feroz pero justamente esa parte de la progresía occidental la justificaba por ser, a su juicio, el único medio de derrotar al capitalismo y a las democracias «liberales y decadentes». El doble rasero de algunos al juzgar dictaduras de un signo y otro resulta verdaderamente sorprendente. Pinochet o la dictadura militar argentina de Videla y sus cómplices son criticadas muy duramente, y con toda la razón, por derechas e izquierdas. Sin embargo, muchos dirigentes, militantes y simpatizantes de ciertas izquierdas son mucho más comedidos en sus críticas a Fidel Castro, que lleva 47 años al frente de una brutal dictadura, otros se sienten fascinados, atraídos y son incondicionales defensores del dictador cubano y su régimen. Las contradicciones se suceden, pues resulta del todo inexplicable la fascinación que algunas izquierdas sienten por la más extrema de las derechas, ultrarreligiosa y fanática como es el islamismo radical, cuya primera víctima por

cierto es, justamente, el islam moderado, y obviamente Occidente y nuestras democracias, a las que desearía aniquilar sin contemplaciones. Resulta chocante, por estúpida e ignorante, la declaración del alcalde de Londres, Ken Livingston, tras los atentados del 7-J del año pasado en su ciudad: «Dejadlos en paz». ¿A quién hay que dejar en paz Sr. Alcalde, es que acaso nos lo estábamos buscando, como dicen algunos, o que la «barbarie y opresión» de Occidente nos hace merecedores de toda respuesta terrorista y de miles de muertos inocentes? Hay quienes justifi can y legitiman «la guerra asimétrica», que es justamente como los terroristas llaman a su «lucha» contra un enemigo más poderoso y mejor armado. Otros creen que nos merecemos su ira y que no les hemos dejado otra salida que atacarnos.

Todo esto es simplemente un disparate. Por otra parte, no hay que olvidar la miopía e ignorancia de muchos dirigentes políticos occidentales que, entre ofensas y complejos, errores estratégicos y, no pocas veces, altas dosis de cobardía, han propiciado el crecimiento del radicalismo. Pero habrá que preguntarse por qué se produce esta aparente coalición heterogénea y dispar, que cuenta por lo menos con los siguientes elementos: los antisistema, los antiglobalización más exacerbados, las izquierdas radicales, los regímenes populistas, y el quinto elemento es el islamismo radical, al que muchos de estos movimientos ven como el verdadero libertador y el «único capaz de hacer frente a Estados Unidos y sus aliados».

Para los primeros cuatro, esta alianza, que empezó surgiendo más por coincidencia de enemigos que por otra cosa, tiene un creciente carácter estratégico, pues necesitan desesperadamente reemplazar el difunto bloque ideológico por otro. Este nuevo bloque ideológico tiene su fundamento en una verdadera coalición de los anti y de los contra, y entre ellos cabe destacar los siguientes puntos de coincidencia: antioccidental, antiamericano, antiliberal, anticonservador, antidemocracia formal, anticapitalista y mercadofóbico, se dice anticolonial, anticonvencional, y es crecientemente antisemita, se sienten atraídos por la contracultura de lo radical y de la violencia, y son mesiánicos, revisionistas y claramente rupturistas. Para la última parte, para el «quinto elemento», el islamismo radical, es una alianza meramente táctica, para los islamistas las izquierdas, ya sean comunistas o socialistas, son «enemigas del islam, lo más ajeno y distinto a la esencia y tradiciones islámicas», como me recalcó de manera insistente uno de los principales dirigentes islamistas jordanos, el Dr. Arabiyat, en su casa de Ammán el pasado mes de enero. El resto de la conversación, de la que tomé 12 páginas de notas, me puso lo pelos de punta, pero ésa es otra historia. Hay igualmente notables coincidencias entre esta alianza antisistema y los postulados violentos y bestiales de la extrema derecha, pues también odian, en gran medida, las mismas cosas.

La alianza antisistema cree haber encontrado su adalid y defensor en el islamismo radical, cree que es un hermoso y salvaje corcel que ellos han domado y que podrán dirigir y utilizar a su atojo. Pues no, es un violento dragón que, cuando les haya sacado todo el jugo a sus accidentales compañeros de viaje, los devorará sin pestañear y con honda satisfacción por haber destruido otro de sus principales enemigos. El islamismo radical no sólo no admite legitimidad alguna fuera del islam, considera que cualquier musulmán que no se pliegue a sus opresivos y violentos dictados es un «repugnante apóstata» que debe ser destruido, para que no contamine lo que ellos denominan el «islam puro».

En una pocas líneas es imposible explicar la complejidad de la alianza antisistema, de sus mecanismos y de la emergente ideología que trata de alumbrar todos los días, que, además, ha encontrado en la corrección política un aliado impagable, que le crea espacios inmensos y margen de maniobra, desde los complejos, los miedos y el apaciguamiento de la sociedad occidental. Ya no es sólo el creciente poder e influencia del islamismo radical como ideología, que no pocos intelectuales y analistas europeos se dedican a justifi car como una consecuencia de los imperdonables pecados de las sociedades en las que viven, sino que lamentablemente hemos elegido mirar a otro lado e ignorar, una vez más, un grave problema, que crece imparable y que puede llegar a ser uno de los mayores lastres y lacras para la democracia y la libertad en el presente siglo.