LA DOCTRINA BUSH


 Artículo de
Eduardo Arroyo  en “El Semanal Digital” del 27/10/04


Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)



27 de octubre.  Que nosotros sepamos nadie más, aparte de Norman Podhoretz en su célebre artículo "World War IV: How it started, what it means, and why we have to win" (Commentary, Septiembre 2004), ha anunciado con precisión los puntos básicos de lo que ha dado en llamarse "la doctrina Bush". Obviamente esta "doctrina" versa no sólo sobre política internacional; al mismo tiempo introduce una serie de elementos de reflexión acerca del actual momento histórico que muchos dudan se le hayan ocurrido al presidente de los Estados Unidos. En buena lógica, Podhoretz no es uno de este último grupo de dubitativos personajes, de manera que al inicio del artículo hace una encendida defensa de la "visión" de George W. Bush: el presidente adquirió, poco después de los atentados del 11-S, el "toque de visión [the vision thing]". Los primeros síntomas de esta especie de conversión se manifestaron al parecer en un discurso pronunciado el 20 de septiembre de 2001. Por entonces, Bush, "estrictamente un realista convencional a la manera de su padre, renació políticamente como un apasionado demócrata e idealista con el sello de Ronald Reagan". En definitiva, George W. Bush no tuvo visiones, como otros grandes personajes históricos del tipo de Jean Jacques Rousseau o René Descartes, pero, cuenta Podhoretz, en algún instante sí recibió un soplo de ciencia infusa.

A partir de entonces, la doctrina Bush fue elaborándose en una serie de discursos. El equipo de Harry Truman elaboró algo parecido, allá por 1947, en el texto "The Sources of the Soviet Conduct". Pero si la política de Truman había consistido, según dicho texto, en "una contención a largo plazo, paciente pero firme y vigilante de las tendencias expansivas de Rusia", la política de Bush es algo bastante diferente. Sus cuatro pilares básicos son, de acuerdo con Podhoretz, en primer lugar, "el rechazo del relativismo moral y la afirmación enteramente no apologética de la necesidad y la posibilidad del juicio moral en la esfera de los asuntos internacionales". El segundo pilar es el "cambio dramático" en la concepción del terrorismo, que ya no es un producto de factores económicos, sino que, bajo la nueva concepción, es ahora fruto de la "opresión política". El tercer pilar de la doctrina Bush, anunciado en un discurso ante la academia de West Point el 24 de junio de 2002, es "la afirmación de nuestro derecho a prevenir" o, dicho en otras palabras, el derecho a la guerra preventiva.

El cuarto pilar de la doctrina Bush contrasta por su aparente localismo y particularidad con las afirmaciones anteriores de carácter generalista: el presidente, tres semanas después del discurso en West Point mencionado, anunciaba en una declaración que "hoy las autoridades palestinas están alentando y no combatiendo al terrorismo. Esto es inaceptable. Y los Estados Unidos no apoyarán la creación de un Estado palestino mientras no se comprometan en una guerra sostenida contra los terroristas y desmantelen su infraestructura". Bush añadía que "se está con nosotros o contra nosotros en la guerra contra el terror", que a la vista de Hamas, Hizbollah y otros grupos, los palestinos estaban en el lado equivocado y apremiaba en un tono amenazador a Siria e Irán a elegir bando.

Así las cosas podemos decir que a finales del verano de 2002, la "doctrina Bush" estaba totalmente consolidada. No vamos a pararnos a conocer los orígenes de esta doctrina y cuáles fueron, si es que los hubo, sus verdaderos impulsores en la mente de un presidente sobre el que todos sus biógrafos están de acuerdo en que jamás fue un doctrinario ni un analista político. Lo que nos interesa aquí es hallar alguna jerarquía entre estos cuatro pilares. Dado que el eje de la política exterior de los EE.UU. es la "guerra contra el terror", hemos de acordar que los puntos tres y cuatro quedan subordinados a los puntos uno y dos. De este modo, la doctrina Bush se desarrolla lógicamente como sigue: puesto que las normas morales no son relativas, una situación de enorme injusticia puede generar la frustración que conduzca al terrorismo. En prevención de tal terrorismo nos vemos legitimados para actuar. Bajo nuestra nueva perspectiva, los líderes palestinos fomentan y no combaten el terrorismo.

Este último punto es una cuestión de análisis político enormemente parcial y es el menos lógico de los cuatro pilares de la "doctrina Bush". Lejos de lo que creen ciertas personas profundamente ignorantes de la política internacional, el fanatismo islamista no es el único que convive en Oriente Medio: la expropiación de tierras palestinas, su confiscación y la expulsión de sus habitantes, alegando motivos religiosos, constituye una de las ideas base de fundamentalistas judíos que ocupan carteras en el gobierno de Ariel Sharon. Así mismo, importantes lobbys de integristas cristianos en los Estados Unidos apoyan los desmanes israelíes alegando razones bíblicas. En realidad, las masas palestinas no quieren menos "echar a los judíos al mar" de lo que los ministros fundamentalistas de Ariel Sharon y las autoridades religiosas israelíes quieren arrojar a los palestinos de su tierra. Todo esto son gravísimos motivos de desestabilización y de conflicto que acarrean la desesperación de las empobrecidas masas palestinas. En estas circunstancias, el terrorismo y la violencia constituye el arma de los que nada tienen. Podhoretz, desde una perspectiva totalmente acientífica, lo mismo que otros muchos en todo el mundo, extrae de su análisis los hechos que no le interesan y obtiene el resultado que busca. El agravio a los palestinos aumenta más aún la cohesión de la Ummah islámica que, ya de por sí, vive un resurgimiento en todo el mundo y un creciente rechazo a Occidente. Como dice Ronald Dore (Expansion of International Society, Hedley Bull & Adam Watson eds., 1984, pág. 411) "la reafirmación del Islam, sea cual sea su forma sectaria específica, significa el repudio de la forma europea y estadounidense en la sociedad, la política y la moral local". Samuel P. Huntington añade que "el renacimiento de religiones no occidentales es la manifestación más intensa de antioccidentalismo de las sociedades no occidentales. Dicho renacimiento no es rechazo de la modernidad; es rechazo de Occidente y de la cultura laica, relativista y degenerada asociada con Occidente. Es un rechazo de la llamada occidentoxicación de las sociedades no occidentales. Es una declaración de independencia cultural respecto de Occidente, una declaración orgullosa: «Queremos ser modernos pero no queremos ser vosotros»" (El choque de civilizaciones, Paidós, pág. 120). Constituye por tanto un gravísimo error de apreciación considerar que el auge del Islam es el auge del terrorismo fundamentalista islámico; se trata más bien de un proyecto de reconstrucción global de la sociedad sobre una base islámica. Las pretensiones de Norma Podhoretz de "democratizar" el Islam como garantía del éxito final en la lucha contra el terrorismo, muy extendidas entre la derecha liberal de todo Occidente, descansan en una ignorancia palmaria de lo que está suponiendo este resurgimiento del mundo musulmán. Podhoretz afirma que debe presionarse, desde dentro y desde fuera, a los gobiernos islámicos para que "teólogos y clérigos vean garantizado que se puede ser un buen musulmán mientras que se disfruta de las bendiciones de un gobierno decente, incluso de libertad económica y política".

Pero ¿son muchos de nuestros gobiernos "decentes"? ¿A qué se refiere Podhoretz con eso de la "libertad económica y política"? Nos tememos que lo que en Occidente se entiende por tal desborda con mucho lo que en los países islámicos se está dispuesto a tolerar. La base teórica que justifica la especulación monetaria, la usura crediticia, el laicismo agresivo, los matrimonios homosexuales con derecho a adoptar, el comunismo, la industria pornográfica o el aborto tienen nula posibilidad de ser instauradas en una sociedad islámica, menos aún en calidad de signos de "libertad política y económica". En este sentido muchísimos conservadores occidentales, incluso la totalidad de sus teóricos desde varios cientos de años atrás, pueden estar en contra del burka pero se hallan en numerosos aspectos más cerca de las creencias musulmanas moderadas que de esa "libertad" propugnada por los seguidores de la doctrina Bush. Esto pone en tela de juicio la premisa de dicha doctrina que impugna "el relativismo moral", dado que existen muchas personas en Occidente que en ciertos aspectos se posicionarían con el Islam frente a esa "libertad política y económica" de que habla Podhoretz. Así pues, la doctrina Bush ofrece serios agujeros lógicos y racionales. Lo único que es seguro es que puede garantizar guerras interminables y atizar más aún el odio antioccidental en todo el planeta, con una fuerza capaz de unir a todas las civilizaciones no-occidentales. El terrorismo habrá de ser enfrentado de otro modo si no queremos iniciar ese choque de civilizaciones que todo el mundo teme. De momento, deberíamos primero mirarnos a nosotros mismos y darnos cuenta de en qué nos hemos convertido.