CAÍDA DEL MURO: A LOS
AMIGOS DE LA LIBERTAD
Artículo de José María Aznar en “Libertad Digital” del 11/11/2004
Por
su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo
en este sitio web. (L. B.-B.)
Con un muy breve comentario a pie de título:
IMPRESCINDIBLE PRECISION CENTRISTA (L. B.-B.)
Uno, que se siente demócrata y respetuoso con la derecha
democrática, sustituiría en todo el artículo la palabra "socialista"
por "comunista". A lo largo de la historia han existido muchos
socialistas no sólo amigos de la libertad, sino héroes caídos en defensa de la
misma. Sin estas precisiones, se quedan Vds. sin uno de los pilares de la
democracia, y expulsan a la mitad de los miembros del Parlamento europeo y
español al exilio.
Sin las precisiones en el lenguaje exigibles a todo demócrata se
entra en la dinámica aberrante de otros tiempos, en que unos acusaban de
"fachas" a toda la derecha y otros de "stalinistas"
a toda la izquierda. ¿Volveremos a tropezar en la misma piedra? Nuestro país ya
no está para la brocha gorda, y creo que los americanos tampoco.
Hoy es 9 de noviembre.
Más o menos a esta hora, hace 15 años, miles de berlineses escalaron el
despreciable Muro que por décadas los mantuvo marginados de la libertad, dignidad
y prosperidad que existía al otro lado de la calle.
Pienso que la caída del
Muro de Berlín no sólo significó el final de la Unión Soviética y del telón de
acero sino mucho más. Marcó la desaparición de toda una manera de pensar. El fin
de un sistema y de toda la ideología socialista. El fin de la utopía
colectivista, de toda la ideología constructivista que para Hayek
estaba plagada de “fatal arrogancia”.
Eso es lo que fracasó el
9 de noviembre de 1989. Todos aquellos que creían y continúan creyendo que la
igualdad es más importante que la libertad también fracasaron.
Aquellos que no creen en la capacidad del ser humano de encontrar la
felicidad con sus propios recursos y habilidades, fracasaron. Aquellos que no
creen que una sociedad donde cada individuo encuentra su propia prosperidad es aquella donde todos sus miembros son más prósperos
–incluyendo a los que se rezagan–, fracasaron. En pocas palabras, todos los que
desconfían del libre mercado, del derecho a la propiedad y de la iniciativa
individual, fracasaron. Por eso, muchos prefieren no darse por aludidos el 9 de
noviembre.
Queridos amigos: yo nací
en 1953 y al crecer, en 1968 y en los años 70 fui testigo de cómo muchos
líderes anunciaban que el futuro era la distensión. Insistían que era posible
coexistir al lado del bloque soviético y mantener un diálogo. Buscaban excusas
para no encarar dos hechos. Primero, que millones de personas estaban
esclavizadas al otro lado del Muro. Segundo, que el Muro no se quedaría en su
sitio, sino que la intención era que avanzara. Lo vimos en Cuba (donde
lamentablemente continúa), en Nicaragua, en Africa,
en Asia y en Afganistán. Felizmente no lo experimentamos en Europa porque las
tropas aliadas no retrocedieron después de 1945 y permanecieron para defender a
Europa.
Estamos reunidos aquí
esta noche para rendir honores. Y nuestros primeros pensamientos van a las
víctimas del comunismo, casi 100 millones que fueron asesinados o se les dejó
morir, desde 1917. 21 millones murieron en Rusia y Europa Oriental. Miles no
perdieron la vida, pero sí la libertad y sin ella todo lo que a un ser humano
le permite alcanzar la felicidad y la dignidad.
Muy pocos tuvieron la
fuerza y la valentía para retar al sistema desde dentro del mismo Gulag. Por
eso tenemos que mencionar a Alexander Soljenitsin, Andrei Sajarov y Elena Bonner. También tenemos que proclamar los nombres de Vaclav Havel, Lech Walesa, Adam Michnik, Tadeusz Mazowiecki y tantos otros que no bajaron la cabeza ni en la
cárcel ni bajo tortura. Tuvieron la dignidad para resistir y la fuerza para
triunfar.
Esta noche tenemos que
mencionar también al Papa Juan Pablo II. Su presencia en Polonia y por toda
Europa Oriental debilitó a regímenes que ya estaban podridos. Tenemos que
recordar también a los intelectuales que no se plegaron a la corriente
prevaleciente en Europa. Campeones de la libertad como Friedrich
Hayek, Karl Popper y Ludwig
von Mises, quienes dedicaron todas sus energías a demostrar que la libertad es
moralmente superior a la ideología socialista. Y lo probaron.
Como esta noche la
dedicamos a quienes jugaron un papel importante en la Revolución por la
Libertad durante los años 80, le rendimos un tributo muy especial al presidente
Ronald Reagan. Reagan junto a Margaret Thatcher y
otros líderes del mundo libre decidieron no intentar un diálogo con el
comunismo para tratar de contenerlo. Sabían que los totalitarios interpretan
cualquier diálogo como una concesión y cada concesión hace crecer la amenaza.
Se mantuvieron firmes. Desplegaron la defensa requerida por Europa para igualar
las armas soviéticas. Desarrollaron tecnologías con las que los comunistas no
podían competir. Debemos recordar también la inmensa campaña desarrollada para
ridiculizar a Reagan. Fue atacado sin misericordia. Cualquier otro hubiera
tirado la toalla, pero Reagan no. La propaganda socialista lo acusó de
belicista, pero logró la paz para nosotros. Esta noche rendimos honores a
Ronald Reagan, quien jugó un importantísimo papel en el triunfo de la
Revolución de la Libertad.
FAES, la fundación
española que me honra presidir, está organizando una serie de conferencias
conmemorativas. Creo que debemos hacerlo todos no sólo para recordar el pasado,
sino para asegurarnos que ese espíritu no nos abandone. La amenaza hoy no son
los misiles soviéticos sino las bombas terroristas. No se trata de una amenaza
menos peligrosa y las aspiraciones del enemigo no son menos grandiosas: ven la
libertad como el enemigo. Fuimos testigos el 11 de septiembre en Nueva York y
el 11 de marzo en Madrid.
Les recuerdo que la
pacificación fracasó contra el totalitarismo nazi. No funcionó contra el
totalitarismo comunista. Y seguro que no serviría contra en
totalitarismo islámico. Esa es la lección que debemos recordar de la Revolución
de la Libertad de los años 80.
Este artículo es la
traducción del discurso pronunciado en la cena de la Atlas Economic
Research Foundation de
Washington, al cumplirse 15 años de la caída del Muro de Berlín.