ALIANZA DE CIVILIZADOS
Artículo de Rafael L. Bardají en “ABC” del 03.03.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
¿Qué número hay que marcar para
hablar con una civilización? La Moncloa debería saberlo puesto que está
emperrada en sacar adelante su particular visión del diálogo de civilizaciones
inspirado por el iraní Jatamí. Pero la verdad es que las civilizaciones ni
dialogan ni se alían, acciones ambas que sólo las pueden llevar a cabo las
personas y sus instituciones. De hecho, el grupo de alto nivel que acaba de
reunirse en Doha para hablar del asunto, no estaba integrado por civilización
alguna, sino por personas reales. En nuestro caso los españoles Mayor Zaragoza y
Miguel Angel Moratinos.
La Alianza de Civilizaciones, la niña bonita de la política exterior del actual
gobierno español -la única iniciativa exterior si se quiere- arranca con una
grave problema de fondo: que ve en el Islam una civilización monolítica cuyos
representantes legítimos son los gobernantes de Irán, Arabia Saudí, Siria y
todos los déspotas y teócratas de la zona con quienes nuestros líderes políticos
corren a fotografiarse graciosamente. En otras palabras, la iniciativa de
Rodríguez Zapatero es un acto no de diálogo, sino de claudicación frente a
quines consideran que el Islam es la única fe legítima, quienes condenan en su
suelo cualquier otra práctica religiosa, quienes conciben a la mujer como un ser
inferior, o quien se niega a condenar el extremismo de los violentos o los
atentados terroristas contra los occidentales. Con ellos es con quien se sienta
el gobierno y para quien se pide tolerancia y respeto.
Afortunadamente el Islam es mucho más que eso. Mientras que Moratinos se
esforzaba en arrancar de la UE un tibio apoyo a su alianza con los
incivilizados, árabes e islamistas moderados hacían valer su voz. Hace tres días
Salman Rushdie y otros lanzaban un manifiesto a favor de la libertad de
expresión y en contra de la intolerancia religiosa. Ayer, Mustafa Akyol y Zeino
Baran hacían público su manifiesto musulmán condenando la reacción violenta de
sus compatriotas, pero a diferencia de Solana y Moratinos no creían necesario
que los europeos imploraran perdón por las caricaturas del profeta, sino que
hacían una apología de la democracia y de la separación entre Iglesia y Estado.
Frente a la pretensión de los fundamentalistas de aplicar la sharia sobre
nuestro código civil, ellos abogan por «una única ley secular, abierta a todas
las religiones pero basada en ninguna». Abogan por la igualdad de las personas
ante la ley.
Puede que un gobierno aislado en lo exterior necesite una foto con algún
dignatario, aunque éste sea un déspota o islamista, pero por defender su
peculiar concepción de las Alianza de civilizaciones, los socialistas españoles
están condenando a todos aquellos árabes reformistas que aspiran a introducir la
modernidad en sus vidas. Porque no es con ellos con quien hablan, sino con sus
verdugos.