PARAÍSO O INFIERNO

 

 Artículo de XAVIER BATALLA   en “La Vanguardia” del 16-4-05

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)


Henry Kissinger ha escrito un perfil laudatorio de Condoleezza Rice, la flamante secretaria de Estado de Bush, a quien Time acaba de situar la primera entre los líderes y revolucionarios, uno de los capítulos que ha utilizado la revista estadounidense para clasificar a los que considera los cien personajes más influyentes del mundo actual. Kissinger fue, como Rice, cocinero antes que fraile, esto es, consejero de Seguridad Nacional antes que secretario de Estado. Y, además, fue el jefe de quien fue jefe de Rice, Brent Scowcroft, un realista ahora caído en desgracia en Washington. Kissinger, pues, debe conocer el paño. Dice el hombre que quiso ser Metternich en el siglo XX que Rice, después de haber superado con soltura la prueba del 11 de septiembre, ahora tiene planteado su gran desafío: la elaboración de un nuevo y pacífico orden internacional.

No todo el mundo comparte la visión que Bush tiene del mundo. Algunos sectores de la Administración Bush consideran que los organismos internacionales (ONU, Organización Mundial del Comercio,OTAN) han servido y sirven para que los pigmeos, especialmente los europeos, traten de maniatar a Gulliver, es decir, a Estados Unidos, que, desde la caí-da del muro de Berlín, es la única superpotencia. Y con esta visión de la nueva escena, que explicaría el recurso estadounidense al unilateralismo o al multilateralismo de las coaliciones a voluntad, en Washington se divide a los gobiernos críticos o rivales en dos grupos.

Existe un grupo que basa su crítica en la historia del siglo XX, cuando dos administraciones estadounidenses inspiraron una convergencia armónica con los aliados a través de los organismos internacionales. Esta idea, patrocinada por Woodrow Wilson y después por Franklin Roosevelt, hizo del multilateralismo el mensaje, cuyo medio fueron los organismos supranacionales, porque sus inspiradores intuyeron que era la mejor manera de legitimar y defender los intereses estadounidenses y generales. Hay un grupo de países que, recordando esto, considera que si Estados Unidos sometiera ahora su inmenso poder a las instituciones internacionales, el mundo se encaminaría hacia la paz permanente. Por eso, porque prácticamente cree tocar el cielo, a este grupo se le tiene en Washington por el partido del paraíso,como dice Walter Russell Mead (Power, terror, peace, and war,2004). Y entre sus miembros están Canadá y Alemania, cuyas diplomacias consideran que las instituciones internacionales son, o deberían ser, un embrión de gobierno mundial, idea que en Washington es como nombrar la bicha. Alemania y Canadá se opusieron a la guerra de Iraq, que para Bush era el infierno.

La Administración Bush, que en esto del cielo parece tenerlo claro, es condescendiente con Alemania y Canadá, ya que los considera ingenuos. Pero hay otro grupo de gobiernos críticos con la animadversión de Washington hacia las instituciones internacionales. A este grupo pertenecerían Francia, Rusia y China, países que, para la Administración Bush, no van con un lirio en la mano, sino que piensan en términos de política de poder, es decir, que son realistas aunque dicen actuar por un impulso idealista y de respeto al derecho internacional. A la Administración Bush se le acusa de lo mismo: dice que se mueve por un impul-so idealista, aunque, en realidad, dicen los críticos, lo que persigue es consolidar la hegemonía estadounidense. En Washington, por todo esto, devuelven el cumplido a Francia, Rusia y China, países que, en su opinión, no soñarían con un gobierno mundial, sino que lo que pretenden es simplemente utilizar el multilateralismo como una manera de limitar la hegemonía de Estados Unidos y regresar a un escenario dominado por la competencia multipolar. Este grupo, al que se contempla como un puñado de cínicos, es conocido en Washington como el partido del infierno.

¿Cómo, en este contexto, se podrá reformar la ONU y el Consejo de Seguridad para que los países miembros queden satisfechos y el máximo organismo internacional sea más eficiente? El actual Consejo de Seguridad, con Francia, Rusia y China, que tienen derecho a veto, ya no es el paraíso para Washington. Pero si con una eventual reforma del Consejo de Seguridad entraran Alemania y Canadá, y los dos tuvieran derecho a veto, el escenario internacional podría ser el infierno para Washington, que entonces seguiría viendo su salvación en el unilateralismo o, en su versión más edulcorada, el multilateralismo a la carta o las coaliciones a voluntad. Es decir, todo indica que no será fácil un acuerdo para decidir dónde está el cielo y dónde está el infierno.