INTELECTUALES OCCIDENTALES: EL ASCENSO DE LA IDEOLOGÍA INTEGRISTA

 

 Artículo de Alicia Delibes en “Libertad Digital” del 22/11/2004

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 

Cuenta Savater en un artículo, La resistencia democrática, publicado el pasado sábado en El País, que tres días después del asesinato del cineasta holandés Theo van Gogh tuvo que dar una conferencia en Utrecht ante un auditorio conmocionado por el terrible final de un personaje que se había caracterizado por criticar abierta y duramente el trato discriminatorio que se da a la mujer allá donde rige la ley coránica. Sorprendió a Savater la sensación de desánimo que se percibía entre el público, y el escepticismo con el que algunos recibieron su exposición en la que quiso dejar bien clara "la importancia de plantear una educación ciudadana y laica para prevenir la amenaza que sin duda va a gravitar cada vez más agudamente sobre Europa en los últimos años". Al parecer lo que más perplejo dejó al conferenciante es que, tras su exposición, hubiera quien le considerara un optimista por creer que "era necesario y posible hacer algo eficaz a partir de nuestros valores y nuestros principios para contrarrestar el ascenso violento de ideologías integristas y totalitarias".

 

Esa sensación de indefensión de los demócratas frente a quienes pretenden destruir precisamente los logros de la democracia no es nueva en nuestros lares. La tuvieron ya muchos intelectuales europeos cuando veían avanzar el fantasma nazi. Tan indefensos se sintieron entonces que a la mayoría de ellos no se le ocurrió otra cosa que apoyar hasta la irracionalidad el totalitarismo estalinista.

 

Cuando el economista austriaco, Karl Popper, visitó por primera vez Inglaterra en 1935 según escribió en su obra autobiográfica, Búsqueda sin término, se quedó impresionado por la ingenuidad de los intelectuales británicos ante la amenaza nazi. Según sus propias palabras, "la honestidad y decencia de sus gentes y su profundo sentimiento de responsabilidad política ejercieron sobre mí la más grande impresión. Pero incluso los profesores de Universidad con los que tuve contacto estaban sumamente mal informados sobre la Alemania de Hitler y el espejismo era universal. (...). Me percaté de que la democracia, incluso la británica, no era la institución requerida para luchar contra el totalitarismo; resultaba desalentador descubrir que al parecer sólo había un hombre, Winston Churchill, que había entendido lo que estaba sucediendo y al que, literalmente, nadie hacía caso".

 

Así que ese desánimo y ese escepticismo holandés que nuestro prestigioso filósofo percibió en Utrecht no es asunto desconocido, ya una vez en una Europa civilizada y culta la ingenuidad democrática de sus gentes permitió el triunfo político de los totalitarios. Savater basa su optimismo en una ETA casi derrotada gracias a un pacto antiterrorista que ha funcionado, a pesar de que, al contrario que Al Qaeda, contaba con "complicidades políticas entre nosotros". Savater asegura que la lucha contra el terrorismo islámico necesita una policía internacional eficaz, medidas que eliminen la exclusión social, caldo de cultivo terrorista, y un cambio ideológico en el mundo de la educación que termine con esa corrección política que impide "criticar determinados comportamientos sociales políticos y religiosos".

 

Que Savater me perdone pero creo que peca de una ingenuidad parecida a la que Popper descubrió en los intelectuales británicos del año 35. La política educativa que en España se está ejerciendo desde el poder socialista, lejos de favorecer ese cambio ideológico que él aconseja, no hace otra cosa más que impedirlo. La pedagogía progre que domina el mundo de la educación es más respetuosa con los principios religiosos y culturales de la inmigración musulmana que con los de los católicos y no parece el nuevo socialismo, salido de las urnas del 14 de marzo pasado, dispuesto a impedirlo sino más bien decidido a alentarlo.

 

Habla también Savater de la inexcusable necesidad de la existencia de una eficaz policía internacional, pero no explica a qué policía internacional se refiere. Me gustaría saber si Savater cree correcta la política de Bush y Blair, que era apoyada por Aznar, o más bien participa de esa peregrina idea de Zapatero de combatir el terrorismo internacional con un "diálogo entre civilizaciones". Porque no debemos olvidar que Estados Unidos y Gran Bretaña sí que tienen una hoja de servicios sin tacha a la hora de defender la libertad del mundo libre, algo que no pueden decir los países a los que ahora sigue servilmente el inmarcesible Zapatero.

 

Savater conoce bien el problema terrorista, sabe lo ineficaz y peligrosa que es la política del apaciguamiento, de la comprensión, del diálogo. Sabe que se puede hacer frente a los terroristas a partir de nuestros valores y de nuestros principios democráticos, pero sabe también que sólo se es eficaz en esa lucha si se les hace frente con claridad y valentía y, sobre todo, si se deja de rendir pleitesía a la corrección política. No es posible parar el vertiginoso ascenso de ideologías totalitarias ni con ingenuidad ni con tibieza ni, por supuesto, con estulticia.